febrero 11, 2021
Jesús, eres mi posesión más preciada. El dinero pierde su valor, las joyas, su lustre; los días pierden su esplendor con el inexorable paso de los años; pero Tu valor aumenta cada vez más. Tus palabras jamás pierden su brillo. Tu amor nunca se agota. Tu consuelo jamás disminuye. Tu sabiduría no se apaga. Tu hermosura es eterna y mi amor por Ti también. Sin lugar a dudas, eres mi tesoro más preciado. ¡Te amo, Jesús!
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Me embarga una inmensa gratitud cuando pienso que soportaste la vida en la Tierra para redimir mi alma por la eternidad. Me siento en deuda contigo. Fue un regalo que me hiciste por amor. Entregaste la vida voluntaria y libremente para que yo viviera contigo en el Cielo para siempre.
Jesús, cuánto agradezco el regalo que me hiciste: Tu vida. No tengo palabras para expresar cómo me conmueve Tu sacrificio. A cambio, te ofrezco mi amor y mi corazón sin reservas, para que sepas lo mucho que te amo por lo que hiciste por mí.
Gracias por dar la vida en la tierra a fin de que yo te pertenezca para siempre.
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Oh, qué gran amigo es Cristo:
Él llevó nuestro dolor.
Nos ha dado el privilegio
de buscarlo en oración.
Si vivimos desprovistos
de paz y de consolación,
es porque no entregamos
todo a Dios en oración[1].
Esta canción es hermosísima; no solo nos garantiza que podemos confiar en Ti y encomendarte lo que nos pese en el corazón, sino que puedes serlo todo para nosotros. Puedes llevar sobre Tus hombros todo nuestro dolor, pesares y preocupaciones para no tener que llevarlos nosotros. No hay otro amigo como Tú. No cabe duda de que hay amigos en los que podemos confiar y que se preocupan por nosotros, pero no hay nadie que pueda llevar todas nuestras cargas, ofrecernos soluciones a los problemas ni sustituir nuestro temor y estrés por una completa paz.
Qué gran amigo eres, Jesús; Tu amistad no tiene comparación.
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Jesús, Tú eres ese lugar secreto al que puedo acudir en mi mente para alejarme del mundo. Independientemente de las presiones a las que me vea sometido, lo que otros esperan de mí o las circunstancias o problemas a los que me enfrente, puedo sencillamente cerrar los ojos y trasladarme a ese rincón secreto donde moras Tú. Allí sostienes mi mano y me susurras palabras al alma, lo arreglas todo y me das la gracia para volver a enfrentar al mundo.
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Jesús, eres el héroe de mi vida. Eres como un padre amoroso que provee para cada una de mis necesidades. Como un amo benevolente que muestra misericordia a su humilde siervo. Eres mi caballero de dorada armadura que me rescata una y otra vez. Mi benefactor cuando me encuentro al borde de una crisis. Mi campeón, cuando estoy en desventaja. El príncipe azul que me conquista con su amor. ¡Haces que todo ideal se vuelva realidad en mi vida!
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Jesús, Tu amor por mí es el milagro que me transforma la vida. Conocerte llenó mi existencia monótona y gris de colores vibrantes y cálidos. Desde que me transformaste la vida todo se ve distinto. Ya ni puedo concebir una existencia sin la calidez, el color y la belleza que me ofreces. Desde Tu perspectiva, todo es hermoso.
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Cuando pienso en Ti se me serenan la mente y el cuerpo y mi espíritu encuentra reposo. Nos imagino sentados el uno junto al otro en un amplio columpio con vista panorámica de la tierra, el cielo y el mar. El suave balanceo del columpio es relajante, y tus labios tararean una dulce melodía que ahuyenta mis preocupaciones. Me tomas de la mano y una calidez me recorre el cuerpo, limpiando y renovando cada parte de mi ser.
Me encanta sentarme contigo, Jesús. Me infundes paz, ese maravilloso regalo del que este mundo conoce tan poco. Gracias por Tu abundancia de paz.
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Tú llenas mi vida con trazos de Tu presencia. Te revelas en la amabilidad que me brindan otras personas, la hermosura de la naturaleza, el amor que comparto con mis seres queridos. Con todo ello me demuestras el amor que abrigas por mí.
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Necesito alabarte tanto como necesito comer para vivir. Cuando no te alabo lo suficiente lo noto. Siento que me quedo sin fuerzas, que me falta energía y concentración. Las alabanzas que te dirijo me sustentan el espíritu. Aunque en teoría al glorificarte te hago una ofrenda, mi espíritu obtiene los nutrientes que le hacen falta para mantenerse con vida, funcionando y dando fruto. Alabarte es para mi espíritu como una comida deliciosa. Me satisface y me acerca a Ti, el Maestro cocinero. Alabarte me sustenta.
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Gracias por darme cada día una muda de ropa limpia. No importa cuán sucia estuviera esa ropa ayer, ni cuán embarrada, percudida, rota o arrugada estuviera al final del día. Sé que al salir el sol encontraré a los pies de mi cama una muda de ropa limpia: Tus misericordias que se renuevan cada mañana.
Publicado en Áncora en febrero de 2021.
[1] Escrito por Joseph M. Scriven en 1855.
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