diciembre 29, 2020
Nadie sabe qué le deparará el futuro. Sin pestañear le deseamos a alguien un feliz año el primero de enero, cuando en realidad es poco lo que podemos hacer para incidir en el curso que tomarán los acontecimientos para esa persona. «No sabes qué dará de sí el día», nos advierte la Biblia[1]. En este último año, las personas de todo el mundo han pasado por durísimas pruebas, y las frases habituales con motivo del Año Nuevo deseándoles felicidad y éxito ahora parecen un poco vacías.
Nadie duda de las bondades de hacer planes para el futuro y echar cimientos sólidos sobre los cuales edificar nuestra vida personal y profesional. Empero, todos sabemos que el año traerá circunstancias y sucesos imprevistos y que nuestra capacidad de influir en ellos es más bien reducida.
Eso de por sí no es malo, siempre que nos recuerde que al fin y al cabo nuestra felicidad y seguridad, y las de nuestros seres queridos, están en manos de Dios. Quizás en vez de desear a nuestros allegados que gocen de algunas de las señales externas de felicidad debiéramos desearles que estén conectados con la fuente de todos esos bienes, el Padre amoroso que nos promete: «No te desampararé, ni te dejaré»[2].
Ya sea que este año nos traiga prosperidad o adversidad, salud o enfermedad, amor o desengaños, podemos tener la certeza de que contamos con el amor y la presencia de Dios, con Sus recursos para responder a nuestras oraciones y con Su inamovible propósito de hacer que todo redunde en bien para los que son hijos Suyos y lo aman[3]. Dios nunca olvida Sus promesas y nunca es incapaz de cumplirlas. De ahí que el apóstol Pablo afirmara: «Todas las promesas de Dios se cumplieron en Cristo con un resonante “¡sí!”»[4]
Que Dios te bendiga con Su presencia y vele por ti este año. Samuel Keating
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Hazme oír por la mañana Tu misericordia,
porque en ti he confiado.
Hazme saber el camino por donde ande,
porque hacia Ti he elevado mi alma. Salmo 143:8 (RVR 1995)
Al comenzar el año me acuerdo de una canción popular de los años 70: «Día tras día, día tras día, Señor mío, tres cosas pido: Verte más claramente, amarte más entrañablemente, seguirte más de cerca, día tras día»[5].
«Verte más claramente…» La Biblia dice que Dios es Espíritu[6]. Dios es invisible y aun así podemos verlo en Jesús, en el amor que se manifiestan los creyentes y en la belleza de Su mundo[7].
«Amarte más entrañablemente…» «Lleguemos ante Su presencia con alabanza»[8]. Puedo demostrarle a Dios mi amor agradeciéndole las bendiciones que me concede. El Salmo 118:24 dice: «Este es el día que hizo el Señor; nos gozaremos y alegraremos en él». Procuraré tener una actitud agradecida cada día del año entrante.
«Seguirte más de cerca…» Esta puede ser la parte más difícil, pero si pongo los ojos en Él y lo amo, sentiré Su presencia cargada de amor guiándome suavemente hacia donde quiere que me dirija. Y puedo cantar esa canción que dice: «Mi Señor sabe por dónde cruzar el desierto; solo tengo que seguirlo. Fuerzas para el día siempre me da, y cuanto necesito para vivir. Mi Señor sabe por dónde cruzar el desierto, solo tengo que seguirlo»[9].
Por último —pero no por ello menos importante— le pediré paz interior. Jesús dijo: «La paz os dejo, Mi paz os doy; Yo no os la doy como el mundo la da»[10]. El apóstol Pablo nos da la receta en detalle: «No se preocupen por nada; en cambio, oren por todo. Díganle a Dios lo que necesitan y denle gracias por todo lo que Él ha hecho. Así experimentarán la paz de Dios, que supera todo lo que podemos entender. La paz de Dios cuidará su corazón y su mente mientras vivan en Cristo Jesús»[11]. Rosane Pereira
Navidad y Año Nuevo. Temporadas de amor, gozo, esperanza y dicha. Para muchos de nosotros, es nuestra temporada favorita en el año. Lamentablemente, sin embargo, con todo el ajetreo y bullicio, la diversión y la fiesta, parece que olvidamos la dura realidad de los que nos rodean; y es posible que entre nosotros haya quienes incluso tienen temor al inicio de otro día, y ni hablar de otro año. No todo marcha bien para los que están de duelo por la pérdida de un ser querido, para los que padecen enfermedades crónicas, para quienes se esfuerzan para pagar deudas, para los que enfrentan la ruptura de su matrimonio.
A nivel mundial, es aun más alarmante. Hay guerras, rumores de guerras, terremotos, tsunamis, tifones, incendios forestales, epidemias, sequía, pobreza y calentamiento del planeta, entre otras cosas. Las grandes promesas y débiles intentos de los mesías geopolíticos, los magos de la economía, y los paladines de la asistencia sanitaria, son desproporcionados en relación con la magnitud de las crisis.
Al ser simples mortales que nos esforzamos para resolver grandes problemas con sencillas intervenciones, hacemos bien en reconocer en voz alta que necesitamos una ayuda mucho más grande que la que podemos conseguir con nuestras manos o mentes. Necesitamos la ayuda del Creador del cosmos, quien tiene los medios para remediar esta catástrofe del tamaño de Dios, humana, cósmica.
El apóstol Pedro, al escribir en medio de la intensa persecución, propone a la joven iglesia primitiva que lucha bajo la tiranía del excéntrico Nerón que se aparte y que venere a Cristo como Señor, al que nació de una virgen en Belén, el niño y rey que anunciaron los profetas. […] Pedro dice que el antídoto a la desesperanza y la desesperación es reconocer al Salvador enviado por Dios, a Jesucristo, y venerarlo como Señor. El Hijo de Dios se convirtió en el Hijo del Hombre, de modo que los hijos y las hijas de la humanidad pudieran convertirse en hijos e hijas de Dios.
Jesucristo es el que abre la posibilidad para la esperanza en este mundo que de otra manera tiene poca esperanza. Jesucristo es la esperanza totalmente suficiente para nosotros. Y Él es la esperanza del tamaño de toda agonía y muerte, el tamaño de toda la humanidad y toda la creación.
Seguidamente, Pedro lleva este pensamiento hacia afuera. Si en efecto Cristo es Señor, los que lo sigan deben ser agentes de esperanza en este mundo que la busca con afán. […] ¿Podemos presentar a Cristo como luz y vida en un mundo oscuro? ¿Podemos multiplicar la esperanza en un mundo que necesita un salvador? Cristo es el regalo de esperanza en el que estas preguntas encuentran respuestas. Charles Premkumar Joseph
Otro año empieza ya,
su historia aún no la conozco.
¡Cuánto mis pies temblarán
al andar por ese camino solo!
Pero un susurro he oído,
Dios bendición ha enviado:
«Mi presencia irá contigo
y te daré descanso».
¿Qué me traerá el Año Nuevo?
¿Soledad… aflicción?
¿O amor y embeleso?
¡Shh! ¡Calla! Él está conmigo.
Bendición me ha reservado.
«Mi presencia irá contigo
y te daré descanso».
Anónimo
Embarcarse en el año nuevo a menudo se compara con escalar un cerro: requiere esfuerzo y entraña peligro. El premio es para quienes aceptan el reto con decisión y no abandonan hasta coronar la cima.
Lo malo es que es posible que a veces nos confiemos demasiado y nos convencemos de que podemos hacerlo solos. Los más prudentes, en cambio, se dan cuenta de que necesitan un guía, y naturalmente no hay ninguno mejor que Jesús, a quien la Biblia denomina el «Príncipe de los pastores»[12]. Él sabe dónde se hallan los verdes prados y qué peligros acechan. Si no nos apartamos de Él, nos ayudará a cumplir nuestras metas este año, llegar a la cumbre y experimentar la paz de Su presencia.
El año nuevo es un buen momento para reflexionar sobre los últimos doce meses y agradecer a Dios por las bendiciones que nos dio. Y también para abrir el corazón y la mente con expectativa hacia lo que Él tiene para nosotros el año próximo. Curtis Peter van Gorder
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«Porque Yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes —afirma el Señor—, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza». Jeremías 29:11[13]
Publicado en Áncora en diciembre de 2020.
[1] Proverbios 27:1.
[2] Hebreos 13:5.
[3] Romanos 8:28.
[4] 2 Corintios 1:20 (NTV).
[5] Stephen Schwartz en Godspell (1971).
[6] Juan 4:24.
[7] Colosenses 1:15; Romanos 1:20.
[8] Salmo 95:2.
[9] Sidney E. Cox (1887–1975).
[10] Juan 14:27.
[11] Filipenses 4:6,7 (NTV).
[12] 1 Pedro 5:4.
[13] NVI.
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