noviembre 18, 2020
Quiero levantarme y salir corriendo para empezar el día. Tengo tanto que hacer que quiero ponerme en marcha, hacer algo y no quedarme sentada aquí sin hacer nada. Literalmente me muero por salir y ponerme a la ofensiva haciendo algo, lo que sea, lograr cosas, etc. Pero no, tengo que esperar y procurar hallar sosiego. Debo acallarme y sosegar la casa para permitir que mi ritmo cardíaco y mis pensamientos aminoren la marcha.
A veces hay mucho ajetreo en la casa, tan llena de ruidos, pensamientos y energía que no logro terminar nada. El ruido de los medios de comunicación es como una adicción que crece y toma control sobre ti si se lo permites. Debo saber sobre el clima, pero el clima se convierte en las noticias, luego en chistes, de los chistes a chismes de la farándula, y antes que una se dé cuenta, se pasó el tiempo; fue devorado y el tiempo que creías tener temprano por la mañana desaparece en medio de la serie de comerciales. La televisión es un veneno que llena la casa de parloteo cuando sería mucho mejor pasar ese tiempo en quietud. La TV silencia la voz del Espíritu Santo en tu alma que anhela hablar contigo.
Estad quietos, y conoced que Yo soy Dios; seré exaltado entre las naciones; enaltecido seré en la tierra[1].
El Señor peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos[2].
El Señor le dijo [a Elías]: «Sal fuera, y ponte en el monte delante del Señor». Y he aquí el Señor que pasaba, y un grande y poderoso viento que rompía los montes, y quebraba las peñas delante del Señor; pero el Señor no estaba en el viento. Y tras el viento un terremoto; pero el Señor no estaba en el terremoto. Y tras el terremoto un fuego; pero el Señor no estaba en el fuego. Y tras el fuego un silbo apacible y delicado[3].
Tal vez fue por eso que Dios le pidió a Moisés que subiera a la montaña a solas para entregarle Su ley. No podía oír la voz de Dios o ver Su rostro en el tumulto de las masas. Tenía que encontrar un lugar a solas. Juan el Bautista vivía en el desierto antes de atender al llamado de Dios a fin de preparar el camino para el Señor. Y Jesús se levantaba antes del amanecer y encontraba un lugar tranquilo para tener comunión con Su Padre.
Temprano por la mañana es clave para hallar ese lugar tranquilo a fin de empezar el día a solas y en oración. No se trata de hablar a las carreras con Dios para pedirle que haga lo que queremos, sino hacer a un lado nuestros propios pensamientos y luego esperar, en busca de paz, de quietud. Esperamos el momento en que tenemos la certeza de que Dios está al mando y se encargará de todo. Ese momento en que nos deshacemos de las preocupaciones, el estrés y el ajetreo del día antes de que todo empiece, para hallar ese lugar perfecto de sosiego.
De ahí sacamos las fuerzas para todo ese correteo. Ahí es donde encontramos la paciencia para escuchar las palabras no pronunciadas de otros y lograr entenderlas. Es donde encontramos la paz para encarar un día agitado y no estrellarnos a mitad de camino, ya sea por quedarnos sin energía y perder la paciencia y la paz.
Cuando era más joven me sobraban las energías. Podía levantarme de la cama de un salto y andar por el día a toda marcha. Siempre dormía bien y tenía la energía para hacer todo lo que hiciera falta. Pero, con el paso de los años, aprendí la importancia de dosificar mis energías y andar un poco más despacio y con mayor gracia durante el día. Si avanzo con precipitación, a menudo con precipitación se me vendrá todo encima y tendré que detenerme para curar una herida, recoger los pedazos o volver sobre mis pasos para empezar a andar con paso un poco más seguro a lo largo del día.
La mañana es el mejor momento para organizarse, primero espiritualmente, luego físicamente. Es la mejor hora para conectarse con la fuente que me da poder para tener la fortaleza que me hace falta para sacar ese día adelante.
Por eso me sentaré y sosegaré mi cuerpo. Haré a un lado mis pensamientos acelerados. Transformaré mis preocupaciones en oraciones y pondré mi día en las eficaces manos de Dios. Él sabe que me hacen falta esos momentos de paz antes de iniciar el día. Echaré todas mis preocupaciones sobre el Señor para tener un buen día libre de estrés y verdaderamente feliz.
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