Vence tus dragones

noviembre 17, 2020

Recopilación

[Dealing with Dragons]

J. R. R. Tolkien nos cuenta en su novela «El Hobbit» la historia de Bilbo Bolsón, un hobbit alegre y despreocupado, a quien se le confía acompañado de un grupo de enanos, la desagradable búsqueda del tesoro del dragón. Eso le lleva a arrostrar todo tipo de peligros: desde orcos a elfos hostiles y gigantescas arañas.

Por fin, el grupo de aventureros alcanza su destino: la guarida montañosa del dragón Smaug. Bilbo se adentra en ella a través de un pasadizo secreto oculto en la ladera de la montaña. Ahora, mientras los enanos aguardan en el exterior de la cueva, a Bilbo le toca enfrentarse a solas con el dragón. A medida que avanza a tientas por la oscuridad del túnel, percibe un sonido semejante al de una tetera hirviendo en el fuego. El sonido va en aumento hasta parecer el ronroneo de un gigantesco minino. De repente, Bilbo se da cuenta de que el sonido que llega a sus oídos es ni más ni menos que el ronquido del dragón que duerme en lo profundo de su cubil.

Bilbo está petrificado. Solo quiere salir corriendo de allí y por un instante está a punto de hacerlo. Pero, al final, decide seguir adelante. Tolkien escribe: «Seguir avanzando fue lo más valeroso que pudo hacer. Los tremendos sucesos que siguieron a continuación no son ni tan siquiera comparables. La verdadera batalla la peleó a solas en el túnel, antes de presenciar el enorme peligro que le aguardaba.»

¿Alguna vez te has encontrado en una situación parecida? ¿Ante un reto de dimensiones aparentemente descomunales y terroríficas donde todo lo que querías hacer era salir corriendo, incluso antes de calcular su enormidad y la dificultad que representaba? Todos pasamos por eso en algún momento de nuestra vida mientras nos decimos para nuestros adentros: «Esto me sobrepasa, no puedo enfrentarme a esto».

Nunca es fácil enfrentar a los dragones (o cualquier otro desafío) que surjan en la vida. Se requiere de mucho valor.

Dichos desafíos pavorosos —o dragones— parecen asustarnos solo a nosotros y a nadie más. Quizás luchas contra un dilema moral. Tal vez contra una timidez extrema. O debes perdonar una ofensa. Todo ello requerirá tanto valor como enfrentarse a un dragón de carne y hueso.

C. S. Lewis escribió: «El valor no es solo una virtud, sino la forma que adquiere toda virtud en su momento de prueba». La prueba de fuego de Bilbo ocurrió en el túnel, incluso antes de avistar al dragón. Tuvo que enfrentar sus temores, encarar sus propias inseguridades.

Para mí, el valor es sencillamente negarse a tirar la toalla. Para obtener grandes victorias, para lograr grandes éxitos, primero tenemos que enfrentarnos a nosotros mismos.

En ocasiones, nuestro triunfo se ve empañado por las circunstancias, y sinceramente, nos resulta más cómodo justificar nuestro fracaso echando la culpa a algún agente externo. Si podemos culpar a otras personas, solemos echarnos a un lado y esperar que sean ellos los que cambien. Cuando en realidad suele suceder que son nuestros propios hábitos, actitudes y pensamientos erróneos lo que nos vence, o simplemente el temor a lo desconocido.

El valor es tener las agallas de tratar con cualquier cosa que te impida avanzar. Es darse cuenta de que el único responsable por tus propias decisiones eres tú, y rehusar salirnos por la tangente. Por eso, el valor es «la virtud en su momento de prueba».

Si eres como yo, seguramente sentirás que es casi imposible lograr tal grado de valor. A pesar de lo fuertes que seamos, o que tratemos de ser, con frecuencia carecemos del valor necesario. Y en ese caso, ¿de dónde podemos obtener la valentía para enfrentar las vicisitudes de la vida?

En Josué 1:9 dice: «Sé fuerte y valiente. No tengas miedo ni te desanimes, porque el Señor tu Dios está contigo dondequiera que vayas»[1].

Deuteronomio 31:6 nos alienta: «Sean fuertes y valientes. No teman ni se asusten ante esas naciones, pues el Señor su Dios siempre los acompañará; nunca los dejará ni los abandonará»[2].

En el Salmo 31:24 el rey David afirma: «Esforzaos todos vosotros los que esperáis en el Señor, y tome aliento vuestro corazón»[3].

¿Entiendes el punto? Puedes tener valor porque Dios está contigo. Él no te envía a enfrentar tú solo a los dragones. Está ahí mismo a tu lado, respaldándote, y listo no solo para darte la fortaleza y el valor necesarios, sino que también promete estar contigo en medio de la prueba y sacarte adelante.

Y en Hechos 1:8 encontramos la promesa de que «recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo». Dios está presto a otorgarnos la valentía necesaria, no tenemos más que pedirla y la obtendremos.

Cuando le pidas a Dios que te otorgue Su valor, tendrás que emplearlo, aunque no te sientas con valor. En cuanto des el paso y creas que Él tiene la respuesta, contarás con el valor necesario. Y lo tendrás que hacer una y otra vez. No se trata de una decisión eterna que tomas solo una vez en tu vida. Florence Nightingale dijo en cierta ocasión: «El valor es la moneda común de todos los que elegimos hacer lo correcto». El valor comienza con una decisión y crece a medida que lo empleas con regularidad.

Con frecuencia, el valor es simplemente avanzar colocando un pie delante del otro, dando pequeños pasos, en ocasiones, unos pasos diminutos. Cada vez que tomas una decisión valiente —aunque sea algo insignificante— acrecientas tu valentía. Así, cuando surjan mayores desafíos, contarás con el valor necesario para plantarles cara.

Por eso, encara tus dragones con valor y denuedo.  Marie Story

Cazar al dragón: La travesía del cazador

Pablo dice en Filipenses 3, versículos 11-14: «si en alguna manera llegase a la resurrección de los muertos. No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está adelante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús».

Como verán: es la lucha, el sacrificio, la energía y el momento decisivo en que tengo que seguir adelante en medio de la adversidad, para ganar a Cristo. El carácter de Cristo no viene gratis. Uno se tiene que esforzar para decirle no a ciertas cosas, y decirle sí al Señor. […]

Dios te está llamando a un encuentro con Cristo Jesús, para volverte como Él y finalmente ser hallado con Cristo Jesús en el Cielo. Te empuja hacia el amoroso acto que nadie más pudo haber hecho por ti y el Cielo te atrae. Contamos con el empuje de la cruz y la atracción del Cielo.

No debemos buscar una motivación para ser como Jesús. La tenemos en la cruz cubierta de sangre. Primero honramos Su sacrificio y luego tenemos algo para esperar con ilusión. Miramos hacia atrás y hacia adelante. Allí está el premio. Voy en pos del Señor.

Considera la siguiente pregunta: ¿Cuál es el dragón que se interpone entre tú y alcanzar tus metas espirituales? Cuando hablo acerca de qué dragón se interpone en tu camino, piensa en lo que se interpone en tu relación con Dios. Podría ser una actitud, una acción o forma de ver las cosas. Tal vez andas apurado…

Dios se vale de todo lo que nos pueda estar ocurriendo en la actualidad, de todos los sucesos que nos han traído hasta aquí, para formar tu carácter. A eso se refiere la Biblia en Filipenses 1:6: «Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo».

Conocemos nuestro destino. El dragón a vencer es el pecado en todas sus formas. Todo lo que dañe nuestra relación con Dios y otras personas, Dios dice: «Córtalo»[4]. De lo contrario será una carga en tu vida. La imagen es que estamos corriendo una maratón y no necesitamos llevar peso adicional.

No es una vida cómoda, porque tomamos decisiones en contra de la comodidad, de los sentimientos y la cultura para hacer que los propósitos de Dios se manifiesten en nuestra vida. Al hacerlo, al ganar una batalla tras otra, con frecuencia cada día, empezamos a volvernos más como Cristo.  Kenny Luck[5]

Publicado en Áncora en noviembre de 2020.


[1] NTV.

[2] NVI.

[3] RVR1960.

[4] Mateo 18:8–9.

[5] https://www.crosswalk.com/faith/men/slaying-the-dragon-the-journey-of-the-slayer.html.

 

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