noviembre 10, 2020
Con respecto al pasado, podemos regocijarnos en la paz de Dios. Con respecto al futuro, podemos regocijarnos en la esperanza de la gloria de Dios. Pero, ¿y nuestro presente? Pablo escribió: «Nos alegramos al enfrentar dificultades»[1]. La dificultad es una respuesta para la que seguramente no esperamos encontrar motivos para alegrarnos en el presente.
A decir verdad, ¿quién quiere afrontar dificultades, mucho menos regocijarse en ellas? En casi todas las librerías encontramos manuales sobre cómo enfrentar, evitar, reducir o librarnos de problemas, pero probablemente nunca veremos libros sobre cómo celebrar los problemas. Sin embargo, eso es exactamente de lo que habla Pablo.
Para disfrutar de la gloria de Dios, vamos a tener que aprender a convivir con el sufrimiento. Pablo nos explica el motivo. «Y si somos hijos, somos también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con Él, para que juntamente con Él seamos glorificados»[2]. En otras palabras, participar de Su sufrimiento contribuirá a que participemos de Su gloria. Continúa: «Pues no tengo dudas de que las aflicciones del tiempo presente en nada se comparan con la gloria venidera que habrá de revelarse en nosotros»[3].
Cuando vemos las dificultades desde la perspectiva correcta, descubrimos que nuestro sufrimiento presente no es nada comparado con lo que nos espera: la gloria de Dios. Si nuestro objetivo es que la justicia divina se exprese enteramente en nuestra vida, entonces el cincel que produce ese cambio es el sufrimiento.
Conviene recordar que el sufrimiento tiene dignidad en el Nuevo Testamento. El autor de Hebreos nos indica: «Aunque era Hijo, aprendió a obedecer mediante el sufrimiento»[4]. Ello no quiere decir que Jesús fuera desobediente alguna vez, sino que, al volverse hombre, evitó la vía rápida o placentera en la vida. Fue tentado en todo —al igual que nosotros—, pero aprendió obediencia como resultado de Su sufrimiento.
Los tiempos difíciles pueden producir buenos resultados. Las lágrimas son mucho mejor maestro que la risa. Salmo 56:8 afirma que Dios guarda nota de nuestras lágrimas[5]. ¿Por qué querría Dios llevar cuenta de nuestras lágrimas? Porque nuestros lamentos, una y otra vez, han sido una inversión en nuestro crecimiento y madurez en la producción del carácter de Dios y en el moldeado de nuestra vida a imagen de Cristo.
Espero que siempre nos regocijemos en el sufrimiento, sabiendo que Dios nunca desperdicia nuestro dolor, sino que lo utiliza para moldearnos a Su semejanza. Brett McBride
«Nos regocijamos […] también en nuestros sufrimientos, porque sabemos que el sufrimiento produce perseverancia; la perseverancia, entereza de carácter; la entereza de carácter, esperanza. Y esta esperanza no nos defrauda, porque Dios ha derramado Su amor en nuestro corazón por el Espíritu Santo que nos ha dado»[6].
Aunque el pasaje anterior es uno de mis preferidos de la Biblia, durante largo tiempo me costó comprender cómo era posible que la entereza de carácter produjera esperanza. Lo entendía hasta donde dice que la perseverancia produce entereza de carácter; pero ¿cómo era posible que las experiencias difíciles que forjan el carácter nos infundieran esperanza?
Mi desconfianza innata me decía que era más probable que fuera al revés. Era consciente de que la vida me iba a poner en situaciones complicadas; no esperaba que todo fuera a ser de color de rosa. Tampoco veía eso como algo malo, pero no esperaba que me fuera a infundir esperanza.
Hace poco me di cuenta de que a menudo me conformo con el sentido superfluo de esa palabra: «Espero que haga buen tiempo mañana», «espero que todo te resulte bien». El sentido que se le ha dado al término esperanza le confiere un tono casi fatalista. Lo que esperamos puede producirse o no. De ahí que cuando tenemos poco o ningún control sobre el desenlace más nos vale esperar, pues es prácticamente lo único que podemos hacer.
Pero en ese pasaje el apóstol Pablo no habla de una esperanza que es poco más que un deseo ilusionado. Se refiere a la esperanza del Evangelio, una esperanza que se funda en la fe en el amor de Dios y en Su amoroso plan para nosotros, tanto a nivel individual como para la humanidad en su conjunto. En su epístola a los hebreos, Pablo escribe: «Tenemos como ancla del alma, una esperanza segura y firme»[7]. Es precisamente en las dificultades y en los momentos tristes y vacíos de la vida cuando la esperanza brilla en su sentido más profundo y genuino. Es así como la profundización y el fortalecimiento de nuestro carácter producen esperanza.
Si tenemos esperanza, no rehuiremos las pruebas de la vida ni nos volveremos aprensivos en tiempos de incertidumbre. Y la esperanza «no nos defrauda». ¿Por qué? Porque nos llega a través del amor de Dios, que Él «ha derramado en nuestro corazón». De ese amor brotan la fe, la esperanza y todavía más amor. Es un ciclo perfecto y hermoso, un intercambio continuo de esperanza y confianza que Dios nos ha dado para sustentarnos a lo largo de la vida y acercarnos a Él. Avi Rue
Dios tiene un propósito para cada problema.
Él se vale de las circunstancias para desarrollar nuestro carácter. De hecho, se vale más de las circunstancias que de la lectura de la Biblia para hacernos más parecidos a Jesús. El motivo es obvio: enfrentamos situaciones todos los días, todo el tiempo.
Jesús nos advirtió que en esta vida tendríamos tribulación. Nadie es inmune al dolor o está aislado del sufrimiento. Nadie logra pasar por la vida libre de problemas. La vida es una serie de problemas; cada vez que solucionamos uno, otro aguarda para tomar su lugar. No todos son enormes, pero cada uno de ellos es significativo en el proceso de crecimiento que nos ha preparado Dios. Pedro nos asegura que los problemas son comunes. Dijo: «No se sorprendan de la prueba de fuego a que se ven sometidos, como si les estuviera sucediendo algo extraño».
Dios se vale de los problemas para acercarnos a Él. La Biblia dice: «Cercano está el Señor a los quebrantados de corazón y salva a los contritos de espíritu». Seguramente los momentos de más íntima y profunda adoración son también los de mayor oscuridad: cuando tenemos el corazón roto, cuando enfrentamos sentimientos de abandono, cuando nos quedamos sin opciones, cuando el dolor es insoportable. En esos momentos acudimos a Dios sin máscaras ni pretensiones. Durante el sufrimiento aprendemos a elevar nuestras plegarias más auténticas, sentidas y sinceras […]
Cada problema es una oportunidad de desarrollo personal. Mientras mayor el problema, mayor el potencial de aumentar músculo espiritual y fibra moral. Pablo dijo: «Los sufrimientos nos enseñan a ser pacientes. Si tenemos paciencia, nuestro carácter se fortalece.» Lo que sucede exteriormente es mucho menos importante que lo que se gesta en nuestro interior. Las circunstancias son temporales, pero el carácter que forjamos es eterno.
La Biblia a menudo compara las dificultades al fuego de una refinería, que se lleva consigo las impurezas. Pedro aseguró que las pruebas son para demostrar que nuestra fe es pura. La fe pura es más valiosa que el oro. En cierta ocasión se le preguntó a un orfebre: «¿Cómo sabes que la plata es pura?», y respondió: «Cuando me veo reflejado en ella». Rick Warren[8]
[Romanos 5:3-5] es un pasaje de las Escrituras que se cita a menudo y que nunca deja de aplicarse a la vida. Me encanta la manera en que lo pone la versión de la Biblia PDT: «Podemos sentirnos felices aun cuando tenemos sufrimientos porque los sufrimientos nos enseñan a ser pacientes. Si tenemos paciencia, nuestro carácter se fortalece y con un carácter así, nuestra esperanza aumenta. Esa esperanza no nos va a fallar.»
Incluso al vernos cercados de problemas, gritamos nuestras alabanzas porque sabemos que las dificultades tienen un propósito.
Es una lectura sensacional, pero —para ser honesto— a veces difícil de recordar. Mi vida ha sido bendecida en todo sentido: tengo una esposa e hijos fantásticos, y me encanta mi trabajo. Pero a veces es difícil.
Algunos días hasta me parece demasiado difícil, pero la lectura de ese pasaje me recuerda que persista, que siga sonriendo y centrándome en Dios, porque las dificultades forjarán mi carácter. A fin de cuentas, lo que Dios quiere ver crecer y continuar desarrollándose es mi carácter. De manera que, la siguiente vez que el camino se ponga difícil, recordaré esos versículos, respiraré profundo y meditaré en la paciencia, el carácter y la esperanza que producirán esos problemas.
Señor, por favor ayúdame a no acobardarme ante las dificultades, sino a recordar que son parte de la vida y que continuarán desarrollando mi carácter. Gary[9]
Publicado en Áncora en noviembre de 2020.
[1] Romanos 5:3 (RVC).
[2] Romanos 8:17 (RVC).
[3] Romanos 8:18 (RVC).
[4] Hebreos 5:8 (RVC).
[5] RVC.
[6] Romanos 5:3-5 (NVI).
[7] Hebreos 6:19 (NVI).
[8] Rick Warren, Una vida con propósito (Grand Rapids, MI: Zondervan, 2002).
[9] https://www.lifechristianchurch.org.au/2017/11/29/hard-times-develop-character.
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