Amor incomparable

septiembre 14, 2020

Peter Amsterdam

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[Surpassing Love]

En los evangelios, Jesús cita dos mandamientos del Antiguo Testamento. El primero es del libro de Deuteronomio: «Amarás al Señor, tu Dios, de todo tu corazón, de toda tu alma y con todas tus fuerzas»[1]. Y el segundo, del libro de Levítico: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo»[2].

Para los judíos, el prójimo eran los demás judíos. Cierto autor explica: «En el judaísmo, el prójimo eran los que tenían creencias religiosas similares, no los que tenían concepciones opuestas y eran hostiles. […] Dentro del judaísmo, en algunos movimientos se enseñaba justo lo contrario, como en Qumrán, donde se reconocía el derecho a odiar a los enemigos religiosos»[3].

El hecho de que algunos judíos interpretaran las Escrituras de otra manera explica, quizá, que en el Evangelio de Mateo Jesús aluda a un dicho que no se halla en la Biblia: «Ustedes han oído que se dijo: “Amaras a tu prójimo y odiarás a tu enemigo”. Pero Yo les digo: amen a sus enemigos y oren por los que los persiguen, para que ustedes sean hijos de su Padre que está en los cielos»[4].

En el Evangelio de Lucas, Jesús amplía el concepto de amar a nuestros enemigos dando algunos ejemplos de cómo Sus seguidores pueden manifestar tal amor. Dice que las expresiones de nuestro amor por los demás tienen que llegar más lejos que las del común de la gente. Jesús dice: «A vosotros los que oís, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odian; bendecid a los que os maldicen y orad por los que os calumnian»[5].

Algunos pasajes del Antiguo Testamento contienen instrucciones para hacer el bien a los enemigos que uno tenga[6]. Si bien versículos como estos del Antiguo Testamento exhortaban a los creyentes a tratar amablemente a sus enemigos, Jesús fue bastante más lejos y mandó a Sus seguidores que los amaran y perdonaran.

Él mismo lo predicó con Su ejemplo, como evidencian las palabras que pronunció estando en la cruz: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen»[7]. Sus seguidores también lo hicieron. Cuando Esteban, el primer mártir, estaba siendo apedreado, exclamó: «Señor, no les tomes en cuenta este pecado»[8]. El apóstol Pedro dijo: «No devolváis mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados a heredar bendición»[9].

Tras expresar el principio general de que uno debe amar a sus enemigos, Jesús entra en detalles: «Haced bien a los que os odian»[10]. Está llamando a Sus seguidores no solo a amar a sus enemigos en principio o de un modo pasivo, sino a manifestarles amor con sus actos.

Jesús también exhortó a Sus seguidores: «Bendecid a los que os maldicen»[11], esto es, a los que nos agreden con insultos, expresiones de desprecio o violencia verbal. Lo natural es responder de la misma manera, pero Jesús enseñó a Sus discípulos a romper el ciclo de ira y odio y bendecir a los que los vilipendien.

Si bien a veces es lícito contestar a alguien que nos ataca verbalmente, las Escrituras enseñan que debemos hacerlo con sabiduría y amor. «Si nos maldicen, bendecimos; si nos persiguen, lo soportamos; si nos calumnian, los tratamos con gentileza»[12].

Jesús también dijo: «Oren por aquellos que los lastiman»[13]. La versión BLPH dice «por los que los injurian», y otras versiones «por los que los maltratan». La exhortación a orar por los que los maltraten que hace Jesús a Sus discípulos representa una forma sobrenatural de amor, es un reflejo del amor de Dios por la humanidad. Por supuesto que el llamado de Jesús a amar a los que nos maltratan y abusan de nosotros y orar por ellos no significa que debamos tolerar continuamente dichos maltratos.

Tras decir a Sus discípulos que amen a sus enemigos, que hagan bien a los que los aborrecen, a los que los maldicen, y que oren por los que los maltraten, insulten y amenacen, Jesús da cuatro ilustraciones de cómo se puede amar a una persona aunque actúe de formas que a uno le duelan o le causen perjuicio. La primera es: «Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra»[14]. Una faceta del amor consiste en no procurar vengarse de las ofensas, desaires e insultos recibidos. En vez de devolver el golpe, el discípulo está dispuesto a romper el ciclo de represalias.

La segunda parte del versículo 29 es un poco similar a la primera: «Al que te quite la capa, ni aun la túnica le niegues». De nuevo, manda no tomar represalias ni buscar vengarse, sino amar a nuestro enemigo y estar dispuestos a sufrir un perjuicio en vez de desquitarnos.

Seguidamente Jesús dice: «A cualquiera que te pida, dale»[15]. Jesús señaló aquí que una faceta del amor era estar dispuestos a ayudar sin prejuicios a los indigentes, puesto que dice que debemos ayudar a cualquiera que nos lo pida.

La cuarta ilustración del amor es: «Al que tome lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva»[16]. Aquí Jesús dice a Sus discípulos que no busquen compensación por los agravios que sufran.

Después de que Jesús enseñó a Sus discípulos el principio de amar a sus enemigos, dándoles ejemplos de conductas con las que podían ponerlo en práctica, dijo: «Como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos»[17].

Este concepto viene enunciado también en otros textos judíos antiguos, como: «Lo que para ti es odioso, no se lo hagas a tu prójimo, pues eso es toda la Torá. Lo que detestas, no se lo hagas a nadie. Nadie debe hacerle a su prójimo lo que no le gusta para sí».

Si bien estos dichos son parecidos a la frase de Jesús, lo que enseñan es que uno debe evitar tratar a los demás injustamente, de una manera que no desea para sí mismo. Sobre la forma en que Jesús expresó este concepto, cierto autor escribe: «No es un mero mandamiento de no tratar injustamente a los demás, de maneras que uno no desea para sí. Es un mandamiento de tratarlos con la misma consideración y sensibilidad con la que uno quiere que lo traten»[18].

Seguidamente Jesús pone tres ejemplos para mostrar que el amor que Él espera de Sus discípulos debe llegar más lejos de lo que dictan las típicas normas sobre el amor. Comienza cada ilustración preguntándoles qué tiene de especial que para manifestar amor realicen acciones que haría cualquier persona, aun un pecador, tras lo cual los exhorta a amar en mayor medida.

«Si ustedes aman solamente a quienes los aman a ustedes, ¿qué hacen de extraordinario? Hasta los pecadores se portan así»[19]. Jesús argumenta que la mayoría de los seres humanos aman a quienes los aman, ese es el comportamiento normal y natural. Pero Él pide a Sus discípulos que hagan más que eso.

El principio que formula Jesús es que debemos amar no solo a los que nos aman, sino incluso a los que nos odian, nos roban, nos maldicen y nos maltratan. Jesús está poniendo el listón del amor más alto de lo que se considera normal en este mundo.

«Si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores hacen lo mismo»[20]. De nuevo, Jesús señala que un amor que nos motive a hacer el bien solamente a los que nos hacen el bien a nosotros no se diferencia en nada del amor que tiene la mayoría de la gente. Jesús nos pide un amor que sea superior al amor y la amabilidad natural que hay entre las personas, que sea extraordinario.

«Amad, pues, a vuestros enemigos, haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque Él es benigno para con los ingratos y malos»[21]. Conducirse amorosamente, tal como Él lo ha descrito, prueba que uno es hijo de Dios.

Jesús termina este segmento de enseñanzas diciendo a Sus seguidores que deben emular la misericordia del Padre. «Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso»[22].

Jesús está exhortando a Sus seguidores a no limitarse a la manera general de pensar, la ética y las acciones de los judíos de Su época, que al restringir la definición de prójimo reducían el número de personas a las que debían tratar con amor. Él invita a Sus discípulos de todos los tiempos a amar de formas que se salgan de lo común, de formas más difíciles, pero sublimes.

El amor que Él proclama es la clase de amor por la que debemos regirnos nosotros una vez que nuestros pecados han sido perdonados; un amor atento, generoso, misericordioso, abnegado y perdonador.

Artículo publicado por primera vez en junio de 2018. Texto adaptado y publicado de nuevo en septiembre de 2020. Leído por Gabriel García Valdivieso.


[1] Deuteronomio 6:5. A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de la versión RVR 1995.

[2] Levítico 19:18.

[3] Darrell L. Bock, Luke Volume 1: 1:1–9:50 (Grand Rapids: Baker Academic, 1994), 588.

[4] Mateo 5:43-45 (NBLH).

[5] Lucas 6:27, 28.

[6] V. Éxodo 23:4,5; Proverbios 24:17,18; 25:21-22.

[7] Lucas 23:34.

[8] Hechos 7:60.

[9] 1 Pedro 3:9.

[10] Lucas 6:27.

[11] Lucas 6:28.

[12] 1 Corintios 4:12,13 (NVI).

[13] Lucas 6:28 (NTV).

[14] Lucas 6:29.

[15] Lucas 6:30.

[16] Lucas 6:30.

[17] Lucas 6:31.

[18] Bock, Luke Volume 1: 1:1–9:50, 596.

[19] Lucas 6:32 (DHH).

[20] Lucas 6:33.

[21] Lucas 6:35.

[22] Lucas 6:36.

 

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