mayo 26, 2020
Cuando pases por una temporada difícil, para poder ver las cosas objetivamente te vendrá bien tener en cuenta lo que han padecido otras personas.
Fijémonos por ejemplo en el apóstol Pablo. Sufrió bastante. «Cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno —escribió—. Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar; en caminos muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos.»[1]
Habiendo pasado por todo eso, uno pensaría que Pablo tendría más motivos que nadie para quejarse o pensar que Dios lo había abandonado. Por el contrario, no dejó de confiar en Dios a pesar de sus tribulaciones. Dijo: «He aprendido a contentarme cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad.»[2] ¿Cuál fue la clave que lo ayudó a superar semejantes obstáculos? Nos la revela el versículo que sigue: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece»[3]. El apóstol Pablo se apoyó en Cristo, y Él le dio fuerzas. A raíz de ello, llegó a ser un gran hombre de Dios que desde entonces ha sido fuente de aliento para millones de personas.
David Livingstone, llamado el apóstol de África, nació en la pobreza y desde pequeño tuvo que esforzarse mucho para hacerse de unos estudios mientras mantenía a su familia. Ya de joven, cuando decidió dedicarse de lleno a las misiones, fue objeto de burlas y escarnios. Hasta sus seres queridos intentaron disuadirlo. Al llegar finalmente a África, enfrentó un escollo tras otro. No solamente las dificultades de la existencia cotidiana y los peligros naturales, sino también muchas pruebas espirituales.
Sin embargo, puso la mirada más allá de su coyuntura, como lo reflejan las palabras que dirigió a estudiantes de la Universidad de Cambridge: «La ansiedad, la enfermedad, el sufrimiento, los ocasionales riesgos y la nostalgia de las comodidades y beneficios de la vida podrán entorpecer nuestra marcha, hacer que nuestro espíritu vacile y nuestro ánimo decaiga. Pero solo por breves momentos. Esas cosas no son comparables en nada con la gloria que más adelante ha de ser revelada en nosotros y para nosotros [en el cielo]. ¡Jamás he realizado sacrificio alguno!»[4]
Adoniram Judson, iniciador de las misiones en Birmania, perseveró durante 30 años a pesar de enfermedades y persecución constantes. Tardó seis años en lograr la primera conversión. No obstante, al cabo de 100 años más de 200.000 birmanos habían abrazado el cristianismo, en gran parte gracias a la obra que él comenzó.
Hudson Taylor, otro gran misionero que trabajó en la China y sufrió muchas penalidades y quebrantos, dijo lo siguiente sobre las pruebas y tribulaciones: «Todo lo que Dios nos envía abunda en bendiciones. Dios es bueno, obra el bien y únicamente el bien; y lo hace de continuo. Podemos tener la certeza de que tanto los tiempos de prosperidad como los momentos adversos abundan en bendiciones. No es necesario aguardar hasta ver el motivo por el que Dios nos ha afligido. El simple conocimiento de que todas las cosas redundan en bien a los que aman a Dios debiera satisfacernos.»[5] Shannon Shayler
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Maya Angelou es una famosa poeta y escritora norteamericana. Su abuela la crió desde los tres hasta los siete años. Aquel fue un período de calma y estabilidad en lo que sería una niñez muy traumática.
Su abuela tenía una tienda de comestibles y algo que la molestaba era que la gente se quejara. Se quejaban del calor, del frío y de una infinidad de cosas que para la abuela de Maya eran triviales. Cada vez que eso ocurría la abuela de Maya esperaba hasta que la persona en cuestión se fuera para llamar a Maya, y le decía: «¿Escuchaste de lo que se quejaba el hermano tal y cual o la hermana tal y cual? Por todo el mundo hay personas que anoche se fueron a dormir, pobres y ricos, blancos y negros, que nunca se despertarán. Y esos muertos darían lo que fuera por solo cinco minutos de ese clima del que se quejaba esa persona.
»Así que cuidado con quejarse. Lo que debes hacer cuando algo no te gusta es cambiarlo. Si no puedes cambiarlo, cambia la manera de verlo. Pero no te quejes.» Tomado de storiesforpreaching.com
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Cuando te sientas tentado a quejarte, ven a Mí y háblalo conmigo. Al abrirte a Mí, pondré en ti Mis pensamientos y una canción en tu corazón.
Hay muchas cosas que te gustaría cambiar en ti, en otros y en el mundo. La tendencia natural es cavilar sobre esos asuntos en vez hablarlos conmigo. Cuanto más te centres en lo negativo, tanto más será tu descontento. Aun cuando controles lo que digas en voz alta, por dentro te estarás quejando. Déjame ayudarte a ver las cosas como Yo las veo.
Confía en Mí y acude a Mí con regularidad. No esperes a estar desanimado para presentarme tus preocupaciones. Y cuando trates estos temas conmigo, recuerda darme las gracias. No importa cómo te sientas, puedes agradecerme porque te escucho y me intereso; y también, por amarte tanto que morí por ti. Tu gratitud generará un contexto favorable para las cosas que te preocupan. Cuando hablemos de esas cosas, deja que la luz de Mi rostro resplandezca sobre ti. Al final, esta luz celestial atravesará la niebla de tu mente, y te permitirá ver las cosas desde Mi perspectiva.
La comunión que tengas conmigo te bendecirá de otra forma también: Encontrarás en Mi presencia un gozo incontenible. Sea que Yo cambie tus circunstancias o no, descubrirás que te habré dado una nueva canción, un himno de alabanza. Jesús[6]
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Gracias a Dios por Su don inefable. 2 Corintios 9:15
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Me hiciste conocer los caminos de la vida; me llenarás de gozo con Tu presencia. Hechos 2:28
Publicado en Áncora en mayo de 2020.
[1] 2 Corintios 11:24–26.
[2] Filipenses 4:11–12.
[3] Filipenses 4:13.
[4] Discurso a alumnos de la Universidad de Cambridge (4 de diciembre de 1857).
[5] J. Hudson Taylor, A Ribband of Blue and Other Bible Studies (London: China Inland Mission, 1897).
[6] Sarah Young, Jesus Lives (Thomas Nelson, 2009).
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