febrero 20, 2020
Nunca dudes que un pequeño grupo de ciudadanos considerados y comprometidos puede cambiar el mundo. Verdaderamente, es lo único que lo ha logrado. Margaret Mead
Pablo nos enseña que «nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo»[1]. «Ciudadanía» se deriva del término polis, del griego para ciudad-estado. El territorio de Grecia es tan montañoso que tales centros poblados evolucionaron, siendo cada uno independiente y distinto de todos los demás.
La afirmación de Pablo indica que nuestro hogar, el lugar y pueblo al que pertenecemos, está «en el cielo». Su declaración también significa que nuestra salvación no proviene de este mundo, dado que «aguardamos al Salvador» que vendrá del cielo.
Como resultado, «…no tenemos aquí ciudad permanente»[2]. Entonces, ¿cuál es la razón por la que el Señor nos deja aquí? Envió a Su Hijo a morir para que pudiéramos vivir con Él en el paraíso[3]. ¿Por qué el Señor pagaría un precio tan elevado con el fin de que viviéramos en el cielo para luego dejarnos en la tierra?
La respuesta que aprendí en mis primeros años de cristiano fue sencilla: Él desea que yo conquiste a tantas personas para Jesús como me sea posible. Alguien me dijo que Dios me podía preguntar en el cielo: «¿A quién trajiste contigo?»El Señor nos salva y nos deja en la tierra para valerse de nosotros para salvar a otros.
Obviamente, esto es cierto. Pero hay más.
Si a Dios solo le importaran nuestras almas, su Hijo no habría sanado a tanta gente. No nos habría encargado atender personalmente a los hambrientos, a los pobres, a los enfermos y a los encarcelados[4].
Debemos comprometernos en temas relacionados con nuestra cultura porque Dios se interesa por cada aspecto de la misma. Podemos salvar bebés por medio de ministerios en favor de la vida. Podemos alimentar a los hambrientos, atender a los enfermos y servir a los encarcelados. Podemos dejar una huella en esta tierra que el cielo celebre. Tomado de Denison Forum
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Sé el cambio que deseas ver en el mundo. Mahatma Gandhi
Si a veces te sientes impotente al ver la situación en que se encuentra el mundo, no te dejes vencer. Dicen que son los grandes imperios, los gobiernos, los ejércitos y las guerras los que producen alteraciones en el curso de la Historia y cambian la faz de la Tierra. De ahí que a veces nos deprimamos y pensemos que no somos nada o que nada podemos hacer. La situación nos parece irremediable y caemos en la desesperanza. Nos da la impresión de que una sola persona nada puede hacer para mejorar las cosas. Terminamos creyendo que ni vale la pena intentarlo, que de nada sirve malgastar esfuerzos y nos vemos inclinados a desistir.
Es posible que no lleguemos a transformar todo el país, tal vez ni siquiera esta ciudad. Desde luego jamás conseguiremos que cambien todos sus habitantes. Pero no me cabe duda de que todos los días sembramos las semillas de la verdad, las semillas del amor de Dios, en el corazón de la gente, y es inevitable que de algunas de ellas brote nueva vida.
Puede que no hayamos cambiado toda la ciudad o todo el país, y mucho menos todo el mundo, pero hemos transformado parte de él. Si se transforma una vida, se ha transformado parte del mundo y con ello queda demostrado que hay esperanzas de cambiarlo todo. Si se puede transformar una vida, es indudable que se puede hacer lo mismo con muchísimas otras. Es posible regenerar regiones enteras hasta transformar el mundo entero, todo a partir de una sola persona… que tal vez seas tú.
No me digas que es imposible cambiar el mundo. ¿Por qué no intentas cambiar la parte del mundo en que vives, tu mundo, el mundo en el que te desenvuelves: tu familia, tu casa, tus vecinos, tu ciudad? Y puede que te sorprendas al ver lo que sucede.
No vayas a pensar que no vale la pena abocarse al intento, que solo no puedes hacer mucho porque no eres gran cosa.
Puedes empezar a transformar el mundo hoy mismo. Algunos ya lo han hecho, han cambiado gran parte del mundo: el mundo de su vida, el de su familia, su hogar; las vidas, familias y hogares de quienes los rodean; su comunidad, su ciudad y los países a los que han ido.
¿Que no se puede cambiar el mundo? Claro que se puede. Y si perseveras en ello, un día de estos, cuando llegue el momento de tu retribución, Dios te recompensará. Te dirá: «Bien, buen siervo y fiel. Entra en el gozo de tu Señor»[5].
«No nos cansemos de hacer el bien, porque a su tiempo segaremos si no desmayamos»[6].
Empieza hoy mismo. Transforma tu vida, tu hogar, tu ciudad, tu país. ¡Cambia el mundo! David Brandt Berg
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Soy un fragmento de un espejo cuyo diseño y forma desconozco. No obstante, con lo que tengo, puedo reflejar luz en los lugares oscuros de este mundo —los lugares entenebrecidos en el corazón del hombre— y cambiar algunas cosas. Quizás otras personas observen y hagan lo mismo. Este es el significado de mi vida. Alexander Papaderous.
Publicado en Áncora en febrero de 2020.
[1] Filipenses 3:20.
[2] Hebreos 13:14.
[3] Juan 3:16.
[4] Mateo 25:35–40.
[5] Mateo 25:21.
[6] Gálatas 6:9.
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