No se avergüenza de ser llamado nuestro Dios

enero 7, 2020

Recopilación

[Not Ashamed to Be Called Our God]

En los salmos, en los profetas, en los evangelios y las epístolas, la Biblia nos insta constantemente a mirar hacia atrás y recordar las grandes cosas que Dios ha hecho. Él es el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, el que liberó a los hebreos de la esclavitud en Egipto. Él es el Dios que, por amor, envió a Su Hijo a morir, y que luego lo resucitó de la muerte.

Al centrarnos miopemente en lo que queremos que Dios haga por nosotros, podemos perder de vista la importancia de lo que ya ha hecho. Del mismo modo, la Biblia nos señala el futuro. Los profetas visualizan un estado futuro de paz, justicia y felicidad; y nos llaman a vivir a la luz del futuro que imaginan. [...] La mayoría de estos personajes del Antiguo Testamento aparecen en el cuadro de honor de Hebreos 11, un capítulo que algunos han etiquetado como «El salón de la fama de la fe». Yo prefiero llamarlo «Sobrevivientes de la niebla», ya que muchos de los héroes mencionados vivieron una experiencia común: un momento terrible de pruebas como el de Job, un momento en que la niebla desciende y todo se queda en blanco. Tortura, burlas, flagelaciones, cadenas, lapidaciones, aserrados por la mitad: hebreos registra con sombrío detalle las pruebas que pueden sufrir las personas con mucha fe.

Los santos se convierten en santos al aferrarse de alguna manera a la obstinada convicción de que las cosas no son lo que parecen, y que el mundo invisible es tan sólido y confiable como el mundo visible que los rodea. Dios merece confianza, incluso cuando parece que el mundo se está desmoronando. «El mundo no era digno de ellos», concluye Hebreos 11 sobre su asombrosa colección, y agrega este comentario intrigante: «Por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos».

Los favoritos de Dios, especialmente los favoritos de Dios, no son inmunes a los tiempos desconcertantes en que Dios parece callar. Como dijo Paul Tournier: «Donde ya no hay ninguna oportunidad para la duda, tampoco hay ninguna oportunidad para la fe». La fe exige incertidumbre, confusión. La Biblia incluye muchas pruebas de la preocupación de Dios, algunas bastante espectaculares, pero no ofrece garantías. Después de todo, una garantía excluiría la fe.  Philip Yancey[1]

Creado para una patria mejor

Las personas que se nombran en el capítulo 11 de Hebreos no recibieron en la tierra lo que buscaban. «Anhelaban una patria mejor». No nos satisface este mundo. No nos satisface todo lo que tenemos ahora. Esperamos con ilusión una patria mejor: el Cielo.

«Por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos». Para mí esa es una de las afirmaciones más asombrosas de toda la Biblia. ¿Qué significa eso? Si Dios no se avergüenza de ti, ¿cómo se siente? Está orgulloso de ti. ¿Por qué? Porque no te satisface este mundo, porque no tratas de establecerte en la tierra. Este mundo no es tu hogar. Porque buscas una patria mejor, una ciudad mejor que tiene fundamentos, un país mejor.

Este mundo no satisface tu corazón. No es la realización de tus anhelos, de tu ansia de lo celestial. Trabajas mucho, estás dispuesto a ser peregrino y extranjero, ir a donde sea que Dios te llame. Y como estás dispuesto a que Dios te diseñe como mejor lo considere, está orgulloso de ti. Dios está agradecido por ti. No sé qué otra palabra podría emplear para expresar ese concepto. Lo mismo ocurre cuando sientes orgullo por un buen desempeño de tus hijos.

Pasas por este mundo; esa es otra señal de progreso. Estás dispuesto a marcharte, a quedarte, a cumplir Su voluntad. De modo que Dios está orgulloso de ti. Lo dice aquí mismo: «Por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos».  David Brandt Berg

El Dios que no se avergüenza

Me encantaría que Dios me dijera lo que dijo sobre Abraham, Isaac y Jacob: «No me avergüenza ser llamarme Dios de ustedes». Por arriesgado que parezca, ¿esto no significa que Dios pueda sentirse «orgulloso» de ser llamado mi Dios? Tal vez Él diría: «No solo no me da vergüenza ser llamado tu Dios, estoy orgulloso de ser llamado tu Dios». Por eso me gustaría saber qué haría que Dios se sintiera orgulloso de ser llamado mi Dios. Afortunadamente, esta maravillosa posibilidad está rodeada (en Hebreos 11:16) de razones: una antes y otra después.

Toma en cuenta primero la que sigue: «Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos, porque les ha preparado una ciudad». La primera razón por la que no se avergüenza de llamarse Dios de ellos es que ha hecho algo por ellos. Les hizo una ciudad, la ciudad celestial, «cuyo arquitecto y constructor es Dios»[2]. [...]

Ahora considera la razón que da al comienzo. Dice así: «Anhelan una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergüenza de ser llamado su Dios.» Por lo tanto indica que acaba de dar una razón por la cual no está avergonzado. La razón es su anhelo. Desean una patria mejor, es decir, un país mejor que el terrenal en el que viven, o sea uno celestial. Esto es lo mismo que decir que anhelan el cielo, o que desean la ciudad que Dios ha hecho para ellos.

Y, ¡qué ciudad! Sin contaminación, sin graffiti, sin basura, sin pintura descascarada o garajes podridos, sin hierba muerta o botellas rotas, sin discusiones en la calle, sin confrontaciones directas, sin conflictos o violencia doméstica, sin peligros en la noche, sin incendios, sin mentir, robar o matar, sin vandalismo y sin fealdad. La ciudad de Dios será perfecta, porque Dios estará en ella. Él caminará en ella y hablará en ella y se manifestará en cada parte de ella. Todo lo bueno, bello, santo, pacífico, verdadero y feliz estará allí, porque Dios estará allí. Habrá justicia perfecta y recompensa mil veces mayor por cada dolor sufrido en obediencia a Cristo. Y nunca se deteriorará. De hecho, brillará más y más a medida que la eternidad se extienda en eras interminables de alegría creciente.

Cuando deseamos esa ciudad más de lo que deseamos todo lo que ofrece este mundo, Dios no se avergüenza de ser llamado nuestro Dios.  John Piper[3]

Publicado en Áncora en enero de 2020.


[1] Philip Yancey, Disappointment with God (Zondervan, 1988).

[2] Hebreos 11:10.

[3] https://www.desiringgod.org/articles/the-unashamed-god.

 

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