diciembre 26, 2019
Las frases iniciales de Historia de dos ciudades han dado al mundo literario una de las mejores declaraciones preliminares de todas las épocas. «Eran los mejores tiempos, eran los peores tiempos, era el siglo de la razón, era el siglo de la locura, era la edad de la fe, era la edad de la incredulidad, era la época de la luz, era la época de las tinieblas, era la primavera de la esperanza, era el invierno de la desesperación […]». Esas famosas palabras de Charles Dickens marcan algunas de las mejores frases de la literatura, y reflejan con destreza la tensión central de la novela entre los pares de opuestos y los altibajos de una época.
En estos días antes del año nuevo, también nos inclinamos a reflexionar, a echar un vistazo hacia atrás, así como mirar hacia adelante, con pensamientos y palabras que nos ayudan a examinar cuidadosamente los relatos que se desarrollan frente a nosotros. […] Es inevitable que tenemos delante de nosotros el mes que marca el inicio de otro año, aunque se vea solo como el momento de comprar un nuevo calendario o de unirnos a otro gimnasio o club deportivo.
Provistos de buenos propósitos para el año nuevo y elevados objetivos, y tal vez uno o dos libros de autoayuda, muchos miran los siguientes 365 días con esperanza y expectativa, a veces con temor, otras veces con determinación, y en otros casos, con emoción. Y los días que quedaron atrás los vemos con ojo atento por lo que ya pasó, a veces con nostalgia por todo lo que se ha ido, o con pesar por todo lo que anhelábamos que resultara de otra forma, pero ojalá con sabiduría para los días venideros. ¿Cuáles fueron los éxitos y fracasos del año? ¿Qué lograré este año? ¿Dónde he estado? ¿Cuánto hemos avanzado?
Sin embargo, el año que empieza también es momento de preguntar quizá con angustia existencial: «¿A dónde me dirijo?» O tal vez: «¿De dónde venimos?» En año nuevo, en las páginas de un importante periódico se presentaban artículos sobre prometedores libros de autoayuda y descubrimiento personal. Entre los consejos para aprender a acoger plenamente la vida y recuperar el estilo, la autora observaba la inconsistencia del bien comercializado mundo de libros de autoayuda y reflexionaba: «Si se cuenta con todos esos libros, ¿por qué no estamos bien?» Y la pregunta sigue allí. Por estas fechas, vale la pena hacerse esas preguntas.
Algunas celebraciones de Navidad, con sus colores y luces, nos recuerdan que el nacimiento de Cristo marcó el comienzo de una nueva era. Asimismo, esas celebraciones, nos animan a que no perdamos la ocasión para reflexionar. Porque para el cristiano, que Dios se haya acercado lo cambió todo, y sigue cambiándolo.
Ya sea que miremos el pasado o el futuro... la presencia de un Dios amoroso es una ayuda y una esperanza. Jill Carattini[1]
A medida que se acerca el fin de año y te preparas para el siguiente, es posible que, siendo realista, te preguntes qué puedes llegar a ser o lograr en los próximos años. Tu respuesta dependerá en parte de cómo definas la palabra realista. Nadie sabe mejor que Dios de qué somos capaces. Para Él, ser realista significa tener en cuenta nuestro potencial. Él está al corriente de cuáles son nuestras limitaciones. «Conoce nuestra condición; se acuerda de que somos polvo»[2]. Pero también mira nuestro corazón y ve continuamente lo que podemos llegar a ser.
Espera que pongamos de nuestra parte, pero tampoco nos pide que seamos perfectos. Sabe que nunca lo lograremos. Lo más sensato que podemos hacer es darnos cuenta de que es una tontería pretender o fingir ser perfectos. Tenemos que esforzarnos, sí; pero no se trata de alcanzar la perfección. Eso es lo hermoso de los designios divinos.
Si hemos aceptado a Jesús como nuestro Salvador, Él vive en nosotros. Y si somos conscientes de nuestra incapacidad e imperfección, sin Él[3], Él puede manifestarse en nosotros y ser nuestro todo. «Tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros»[4].
A Dios le encanta obrar de formas asombrosas y extraordinarias por medio de personas muy insospechadas e imperfectas. No tiene nada que ver con lo buenos o capaces que seamos como personas. Es todo por obra de Dios, Su bondad y Su poder.
Dios sabe que a pesar de nuestro pasado y de nuestra situación, defectos o desafíos presentes, podemos cambiar. Él puede hacer de nosotros mejores personas. Necesitamos aprender a vernos desde la perspectiva de lo que podemos llegar a ser por Su gracia y lo que el poder de Dios puede hacer para transformarnos.
No te preocupes, pues, si no eres perfecto. ¡Qué más da! Al fin y al cabo, ¿quién lo es? Si te abres al Espíritu de Dios y dejas que obre en ti, Su Espíritu limará las asperezas y compensará tus defectos e imperfecciones. A Dios no le hace falta que seamos perfectos para obrar Su voluntad y Sus maravillas.
Démosle una oportunidad a Dios. Dejemos de centrarnos en nuestros defectos e imperfecciones, y Él nos ayudará a desarrollar todo nuestro potencial para que lleguemos a ser quienes Dios creó y lo que Él creó. Peter Amsterdam
Para muchos, el Año Nuevo es solo otro día festivo. Para otros, es momento de profunda reflexión, tanto sobre el año que terminó como del que empieza. Para los seguidores de Jesús, el Año Nuevo no tiene un significado extraordinario. En la narrativa bíblica no se da orientación acerca de nuestras celebraciones.
Pero eso no significa que los cristianos no deberían hacer una pausa y reflexionar al inicio de un nuevo año en el calendario. Moisés pidió al Señor: «Enséñanos a contar de tal modo nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría»[5]. El tiempo —segundos, minutos, horas, días, semanas, meses, años— es un regalo que nos entrega un Dios bueno. Entonces, seguir a Dios sabiamente es aprovechar bien nuestro tiempo[6].
Asimismo, el Año Nuevo nos puede recordar un nuevo nacimiento. En cierto modo, cada día con Jesús es una oportunidad de pasar la página de nuestro anterior estilo de vida y adoptar uno nuevo. Al fin y al cabo, somos una nueva creación y servimos al Rey que a diario nos renueva por medio del Espíritu Santo.
Establecer metas para un nuevo año es una señal importante de que tenemos intención de glorificar a Dios en nuestra profesión y llamamiento: en el trabajo y los negocios, en el hogar y la iglesia, en privado y al dar testimonio públicamente. Cuando trabajamos y planificamos, incluso en las tareas aparentemente insignificantes, cumplimos el mandato cultural[7]. En esta época, tenemos la bendición de contar con una abundancia de recursos que nos ayudan a aprovechar al máximo nuestro tiempo: instrumentos digitales, expertos en productividad y blogs edificantes.
Sin embargo, antes de escribir nuestras metas, deberíamos empezar con el corazón. Para los cristianos, la tentación es elaborar nuestros planes y añadir arriba una porción de Jesús, en vez de dejar que Él cree en nosotros los deseos y motivaciones para hacer Su trabajo. […]
El hombre sabio de Eclesiastés dijo: «Acuérdate, pues, de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y se acerquen los años en que digas: “No tengo en ellos placer”»[8]. En enero, el año es joven y las oportunidades parecen nuevas. Muchos gurús de la productividad predican un evangelio de empoderarse, pero como seguidores del Evangelio de Cristo, conocemos la fragilidad de la vida humana. Sabemos que cada respiración es un milagro, un regalo que nos da nuestro Creador. […]
Es posible que hayamos fallado en nuestro esfuerzo de alcanzar metas emocionantes [el año pasado]. Jesús nos ama de todos modos, a pesar de nuestros fracasos, de las casillas que no marcamos, y de la decepción en la báscula. El evangelio nos dice que Dios nos ama en medio de todo eso.
Así pues, al elaborar nuestros planes [para el año nuevo], recordemos que incluso en nuestros fracasos, servimos a Dios, al que recuerda nuestra condición y sabe que somos polvo[9]. Planificamos, pero no nos aferramos a esos planes. No confiamos nuestro futuro a la aplicación Evernote ni al calendario de Google, ni a una lista de lecturas, sino al Rey que tiene el mundo en Sus manos. Daniel Darling[10]
Publicado en Áncora en diciembre de 2019. Leído por Gabriel García Valdivieso.
[1] https://www.rzim.org/read/a-slice-of-infinity/help-for-another-year.
[2] Salmo 103:14.
[3] Juan 15:5.
[4] 2 Corintios 4:7.
[5] Salmo 90:12 (NBLA).
[6] Efesios 5:16.
[7] Génesis 1:28.
[8] Eclesiastés 12:1 (NBLA).
[9] Salmo 103:14.
[10] https://www.thegospelcoalition.org/article/4-ways-to-approach-the-new-year-with-jesus.
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