noviembre 25, 2019
¿Te suenan alguno de los siguientes pensamientos?
«Acá estoy, aguantando y haciendo todo lo posible. Pero a veces pareciera que casi no hay avances. Prácticamente todo aquello con lo que contaba se desvaneció. Ando corto de dinero y tengo que vérmelas con el desánimo; me pregunto si es que hice algo mal.
»¿Y ahora qué? ¿Cuál es el próximo paso? ¿Continúo en la dirección que el Señor me indicó inicialmente, o cambio de planes? ¿Cuánto tiempo quiere que aguante en esta situación, cuando es evidente que lo que esperaba no está materializándose?»
Si has enfrentado o estás enfrentando alguna variación de la situación planteada en los párrafos anteriores, tal vez parezca que lo que sucede no debería estar pasando. Quizás pienses que como el Señor había dado Su sello de aprobación a los planes que le habías presentado, ya deberías estar viendo la manifestación física de Sus bendiciones, ya sea en forma de provisión y oportunidades, o de progresos claros con relación a tus metas.
El panorama puede llegar a verse bastante sombrío cuando uno se encuentra en ese punto. Sin embargo, a menudo sucede que los resultados que se esperan sencillamente tardan un poco más de la cuenta. Puede que haga falta más tiempo. Y hasta que eso suceda, quizás el Señor quiera que prestes atención a otra cosa. También cabe la posibilidad de que el Señor tenga otros planes. A lo mejor te encaminó originalmente en una dirección en particular para que te ubiques en determinada situación, y una vez allí te revelará cuál es el próximo paso a tomar, algo diferente de lo que anticipabas o tenías planeado.
Pero es importante recordar que incluso las cosas pequeñas y las personas con las que te topas, todo ello es parte del proceso de transformar el mundo. Es una forma de ayudar a las personas y dejar huella en su vida, ¡corazón por corazón! Nuestra labor por el Señor no consiste necesariamente en grandes logros y obras monumentales. Las obras grandes y prominentes por lo general surgen de muchos pequeños actos realizados con constancia. Queremos influir positivamente en la gente, y si bien eso a veces sucede con mucho aspaviento, otras veces se da de maneras muy discretas. La Biblia dice que Jesús iba por todas partes haciendo el bien[1]. Sanó a cantidad de gente, alimentó a las multitudes y caminó sobre el agua, pero también dedicó mucho tiempo a alentar y orar individualmente por las personas, y a enseñarles.
Todo toma tiempo. Requiere paciencia incursionar en algo nuevo, ya sea que se trate de un emprendimiento personal o de uno laboral. Rara vez se perciben los frutos de inmediato. Como dice en un mensaje devocional que leí esta mañana: «¡Qué penoso sería el ascenso si, al escalar, fijaras la vista en cada piedra y cada dificultad que enfrentas, y no vieras lo demás. Mientras que si considerases cada paso como un escalón que te conducirá a la cima de los logros, donde vislumbrarás un panorama bello y glorioso, entonces la escalada sería muy distinta»[2].
Me da la sensación de que tal vez el Señor quiera que tomes conciencia de lo importantes que son algunas de esas cosas que haces y que aparentemente son pequeñas. ¿Quizá no percibes el valor de todo lo que haces día a día, porque lo comparas con las «grandes obras» que desearías estar haciendo y que sabes que eres capaz de realizar? Tal vez esa sea la razón por la que te parece que pierdes el tiempo y no avanzas mientras haces esas otras cosas, en vez de que te des cuenta de lo valiosas que son. Es incalculable la cantidad de oportunidades que pueden darse simplemente porque «haces el bien» y enseñas a otros mediante tu ejemplo. Como dijo Pablo: «Imítenme a mí, como yo imito a Cristo»[3].
Aunque quizás no estés impactando de manera colectiva a tantas personas como tal vez suceda más adelante cuando tengas un ministerio de mayor alcance, quién sabe si una o dos personas con las que entablas relación hoy no vayan a tener impacto en muchas otras.
Además, algo que me parece sumamente valioso e importante que se aprenda y se desarrolle, si bien no es fácil, es la capacidad de ver las cosas desde la óptica de Dios. Las cosas a las que damos poca importancia o de plano rechazamos, a los ojos de Dios tienen gran relevancia. Es una cuestión de fe, porque muchas veces aquello que el Señor valora no parece muy prometedor que digamos a primera vista. Sin embargo, si observamos todo lo que hemos estado haciendo últimamente a través de esa lente, tal vez veríamos algunos logros.
A veces, el Señor nos da la oportunidad de parar, mirar y escuchar. En algunos casos, Él nos obliga a aflojar la marcha —caemos enfermos o cambian las circunstancias— para que reflexionemos y determinamos cuáles son nuestros valores fundamentales, adónde queremos ir y cuál es el verdadero sentido de la vida. De lo contrario nos meteríamos de cabeza en cualquier cosa. El Señor se vale de ese tiempo para que veamos claramente cuáles son nuestras metas y para que tomemos decisiones acertadas. Quiere que nos llenemos de Él y entendamos que nos valora por lo que somos, y que valora el amor que le profesamos y se siente orgulloso de nosotros por hacer lo mejor que podemos en las circunstancias en que nos coloca.
Sin tan solo pudiéramos ver las cosas a través de los ojos del Señor, quizás nos daríamos cuenta de que estamos haciendo lo más importante con solo seguirlo y manifestar Su amor a los demás en el camino.
Nuestra misión no está constituida solo de cosas grandes e importantes. En realidad, en muchos casos son todas esas pequeñas iniciativas las que dan como resultado las cosas grandes. Por lo general todo lo grande es la suma de una multitud de cosas pequeñas. Si puedes ser paciente y tener fe, aun cuando no se te han presentado las oportunidades que esperabas, si eres capaz de darte cuenta de lo importante que es lo que estás haciendo para atraer a otros a Jesús y ayudarlos a acercarse a Él, eso traerá satisfacción.
Si buscas Su voluntad y haces todo lo que buenamente puedes, pero nada más se ha materializado, entonces me parece que puedes confiar en que estás donde Él quiere que estés, haciendo las cosas que quiere que hagas.
Cuando enfrentas tiempos de incertidumbre, eso puede poner a prueba tu fe. Sin embargo, cuando sigues avanzando y sigues adelante en tu servicio para el Señor, es algo de lo que puedes enorgullecerte. No hay motivo para pensar que Dios no obrará a tu favor hoy y te ayudará en el futuro. Él te ha traído hasta este punto a lo largo de los años. Todavía tiene más cosas para que hagas.
Por lo general, cuando uno cambia de trabajo o experimenta un vuelco en su vida o en su profesión, sigue un periodo de aprendizaje. Ese periodo intermedio constituye una etapa importante de preparación para lo que se viene. Hay que agarrarle la mano a las nuevas circunstancias y retos, y captar lo que el Señor quiere que hagamos. Si dedicas el tiempo que necesitas a averiguar qué te tiene deparado y permaneces unido a Él y cercano a Su Palabra, no me cabe duda de que no te fallará.
Más allá de que pienses que tienes mucho o poco impacto en las personas, al comunicar tu fe y Su amor, sabes que tu testificación transforma corazones, uno por uno. Cuando Jesús está en nuestra mente y corazón, podemos pedir esa perfecta paz que viene de saber que el Señor está obrando en nuestra vida y que Él nunca falla.
Artículo publicado por primera vez en abril de 2011. Texto adaptado y publicado de nuevo en noviembre de 2019.
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