La omnisciencia de Dios

noviembre 21, 2019

Peter Amsterdam

[God’s Omniscience]

Siendo Dios el Ser supremo e infinito, Su conocimiento no tiene límites. Lo sabe absolutamente todo. El término teológico de uso corriente para expresar ese concepto es omnisciencia, del latín omnis (todo) y scientia (conocimiento). Las Escrituras nos enseñan que el conocimiento de Dios es perfecto[1]: Él lo sabe todo[2].

La esencia de Dios es distinta de la nuestra, y por tanto la naturaleza de Su conocimiento también es diferente de la del nuestro. Él intrínsecamente lo sabe todo. Su conocimiento no es adquirido; no proviene de fuentes externas, de la observación, de la experiencia o del razonamiento. Dios no aprende, porque ya lo sabe todo. La Biblia pregunta si alguien enseñará a Dios[3], o si necesita quien le dé consejos[4]. Son preguntas retóricas, y la respuesta implícita es que no necesita consejeros ni maestros. Su conocimiento es infinito[5].

A diferencia de Dios, nosotros adquirimos conocimientos mediante el aprendizaje: obtenemos información de lo que está fuera de nosotros, punto por punto, información que se añade a nuestra base de conocimientos. La suma de nuestros conocimientos es muy superior a la porción de conocimientos de la que tenemos conciencia en un momento dado, ya que la mayor parte de lo que sabemos yace en nuestro subconsciente, y cuando nos hace falta un dato, accedemos mentalmente a él y nos vuelve al pensamiento.

En el caso de Dios es distinto, en el sentido de que Su conocimiento está siempre delante de Él. No tiene necesidad de traerlo a la memoria. Él lo sabe todo y es siempre consciente de todo lo que sabe. No necesita recabar información que yace en Su subconsciente. Su sapiencia es perfecta. Su conocimiento y Sus modos de pensar trascienden con mucho los nuestros[6].

El teólogo Kenneth Keathley explica:

Como Dios es omnisciente, lo sabe todo de manera innata; es decir que no sigue los mismos procesos mentales que realizamos los seres finitos para «descifrar» o «explicarnos» las cosas. Dios nunca «aprende», nunca «se le ocurren» cosas. Ya conoce todas las verdades. El hecho de que sea omnisciente no solo significa que Sus conocimientos son infinitamente superiores a los nuestros, sino que son de otro tipo, de otra índole[7].

El conocimiento que tiene Dios de Sí mismo y de Su creación

Dios no es un simple banco de datos, un gigantesco computador que contiene toda la información del universo, pero que al carecer de conocimiento de sí mismo no puede actuar inteligentemente basado en la información que posee. Él es mucho más que eso.

Dios lo sabe todo sobre Sí mismo, tal como Pablo dio a entender: «El Espíritu todo lo escudriña, aun las profundidades de Dios. Porque entre los hombres, ¿quién conoce los pensamientos de un hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Asimismo, nadie conoce los pensamientos de Dios, sino el Espíritu de Dios.»[8]

También sabe todo lo que está fuera de Él, cada detalle del universo y de Su creación, como se evidencia por Su conocimiento de la muerte de cada gorrión y del número de cabellos que tiene cada persona[9]. Ninguna cosa creada le es oculta[10]. Sabe todo lo que existe y todo lo que sucede[11].

Lo sabe todo acerca de todos: el pasado, el presente y el futuro. Él sabe lo que vamos a decir antes que lo digamos[12]. Aun antes de nacer una persona, Él lo sabe todo sobre ella, inclusive cuánto tiempo va a vivir[13].

Dios está al tanto de cada acción y cada gesto nuestro. La Biblia nos revela que el Señor «observa desde el cielo y ve a toda la humanidad y […] conoce a fondo todas Sus acciones»[14]. Además de estar al tanto de nuestras acciones, Dios conoce nuestras intenciones. Su conocimiento de nosotros no se restringe a nuestros actos visibles: Él sabe lo que los motiva. Conoce nuestros pensamientos más profundos. «El hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero el Señor mira el corazón»[15].

El conocimiento de Dios es infinito y abarca el conocimiento de cada persona, tanto de lo que hay en su corazón como de lo que hace. Tal conocimiento hace que los juicios que emite Dios sobre las personas sean verdaderos y acertados. Nada le es oculto. Uno puede engañar a los demás (y hasta engañarse a sí mismo) en cuanto a sus actos e intenciones, pero ante Dios todo está expuesto. Él juzga con justicia, porque tiene un conocimiento perfecto de las acciones e intenciones de todos, de lo bueno y de lo malo.

Lewis y Demarest expresan así el infinito conocimiento de Dios:

Dios conoce toda la energía de la naturaleza: la materia, las leyes, los animales y los espíritus finitos. También conoce a las personas vivas, no solo sus características físicas, sino también sus pensamientos íntimos, sus luchas internas, sus motivos, sus decisiones voluntarias y la expresión de esas resoluciones mediante palabras, actos, sucesos y acontecimientos. Él lo sabe todo[16].

No solo conoce el pasado y el presente, sino también el futuro. El libro de Isaías expresa que una de las características del Dios verdadero es Su pleno conocimiento del porvenir y Su capacidad para anunciar acontecimientos futuros. «Yo soy Dios; y no hay otro Dios, ni nada hay semejante a Mí, que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: “Mi plan permanecerá y haré todo lo que quiero”.»[17]

Jesús también anunció cosas que iban a suceder: Dijo a Sus discípulos que sería entregado en manos de personas que lo matarían y que luego resucitaría[18]; mandó a Pedro que fuera al mar y atrapara un pez para pagar un impuesto[19]; declaró que Judas lo iba a traicionar[20], y predijo que los discípulos serían expulsados de las sinagogas, perseguidos y muertos[21].

Conocimiento futurible

Dios conoce todo lo que ocurre —pasado, presente y futuro—, así como los pensamientos y las intenciones de los seres humanos. En teología eso se expresa como el conocimiento de las cosas reales. Dios conoce todas las cosas reales. También conoce todas las cosas posibles, o sea, lo que ocurriría o podría ocurrir en ciertas circunstancias, pero no ocurre; es decir, los contingentes condicionados. Esto es lo que algunos llaman conocimiento futurible[22].

Veamos un ejemplo. Cuando David huía de Saúl, en cierto momento le avisaron que los filisteos estaban atacando la ciudad de Keila. Consultó al Señor, el cual le dijo que se enfrentara a los filisteos y liberara la ciudad. David y sus hombres hicieron eso y salvaron a los habitantes de Keila.

Posteriormente Saúl se enteró de que David estaba en Keila y dijo: «Dios lo ha entregado en mis manos, pues él mismo se ha encerrado al entrar en una ciudad con puertas y cerraduras»[23]. Así que convocó a su gente para ir a la guerra y sitiar a David y sus hombres. Dios sabía lo que iba a pasar si David y sus hombres permanecían en Keila, y se lo reveló a David. Sabía que en esa situación los hombres de Keila entregarían a David en manos de Saúl. Eso no sucedió porque David partió de Keila; pero si no lo hubiera hecho, lo habrían entregado.

Otro ejemplo de que Dios conoce las cosas posibles fue cuando Jesús reprendió a las ciudades de Corazín, Betsaida y Capernaúm porque no se arrepintieron después que había hecho en ellas tantos milagros. Jesús dijo que si Él hubiera hecho Sus milagros en Tiro, en Sidón y en Sodoma, esas ciudades se habrían arrepentido, y Sodoma todavía existiría[24].

Esos ejemplos muestran que Dios no solo sabe lo que ocurre y lo que ocurrirá, sino también lo que ocurriría en cada situación si intervinieran otros factores. Conoce todas las cosas, reales y posibles.

William Lane Craig presenta una ilustración muy útil de lo que es el conocimiento futurible:

Creo que una de las mejores ilustraciones de esto se halla en la novela Un cuento de Navidad, de Charles Dickens, cuando a Scrooge se le aparece el fantasma de las Navidades futuras y le muestra cantidad de cosas horribles, como la muerte de Tiny Tim y su propia tumba. Esas visiones, esas sombras, impresionan tanto a Scrooge que cae a los pies del espectro y dice: «Dime, espíritu, ¿estas son sombras de cosas que serán o tan solo de cosas que podrían ser?»

Lo que el fantasma le mostraba no eran sombras de cosas que iban a ser. Conociendo cómo termina la novela, sabemos que Tiny Tim no muere y que Scrooge se arrepiente. […] Lo que el espíritu le estaba enseñando era un conocimiento futurible de lo que sucedería en caso de que no se arrepintiera. Eso fue lo que le comunicó. No le transmitió la presciencia del futuro, sino el conocimiento de un futurible, de lo que ocurriría si Scrooge no se arrepentía[25].

La omnisciencia de Dios, como otras de Sus cualidades, no resulta plenamente comprensible para nuestro entendimiento humano. Sus pensamientos son más altos que los nuestros, como cabría esperar del Ser infinito, que creó el mundo y todo lo que hay en él, que vive en la eternidad y conoce el pasado, el presente y el futuro.

Artículo publicado por primera vez en mayo de 2012. Texto adaptado y publicado de nuevo en noviembre de 2019.


[1] Job 37:16 (NBLH). A menos que se indique otra cosa, los versículos citados proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995.

[2] 1 Juan 3:20.

[3] Job 21:22 (NVI).

[4] Romanos 11:34 (DHH).

[5] Salmo 147:5.

[6] Isaías 55:8,9; Romanos 11:33.

[7] Keathley, Kenneth: Salvation and Sovereignty, B & H Publishing Group, 2010, p. 16.

[8] 1 Corintios 2:10,11 (NBLH).

[9] Mateo 10:29,30 (NTV).

[10] Hebreos 4:13 (NTV).

[11] Job 28:24.

[12] Salmo 139:1–6.

[13] Salmo 139:13–16 (NBLH).

[14] Salmo 33:13–15 (NVI).

[15] 1 Samuel 16:7.

[16] Lewis, Gordon R., y Demarest, Bruce A.: Integrative Theology, Zondervan, Grand Rapids, 1996, vol. 1, p. 231.

[17] Isaías 46:9,10.

[18] Marcos 9:31.

[19] Mateo 17:27.

[20] Marcos 14:18–20.

[21] Juan 16:2.

[22] Dicho de una cosa: Que podría existir o producirse en el futuro, especialmente si se diese una condición determinada. (RAE)

[23] 1 Samuel 23:7.

[24] Mateo 11:21–23.

[25] Craig, William Lane: The Doctrine of God, charla 7 de la serie «Defenders».

 

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