noviembre 19, 2019
Has recibido el espléndido regalo de la gracia: un favor inmerecido. Nadie y ninguna circunstancia podrán despojarte de este generoso regalo. ¡Me perteneces eternamente! En toda la creación, nada podrá separarte de Mi amor. Jesús[1]
La confesión es una dependencia radical en la gracia. Proclamar nuestra confianza en la bondad de Dios. Decir: «Reconozco que lo que hice estuvo mal, pero Tu gracia es mayor que mi pecado, así que lo confieso». Si nuestra comprensión de la gracia es pequeña, también lo será nuestra confesión: será renuente, vacilante, rodeada de excusas y salvedades, llena de temor al castigo. Sin embargo, una gracia enorme crea una confesión sincera. […]
Toda nave que llega a la orilla de la gracia ha zarpado del puerto del pecado. Debemos comenzar donde Dios empieza. No apreciaremos lo que hace la gracia hasta que comprendamos quiénes somos. Somos rebeldes. Somos Barrabás. Al igual que él, merecemos morir. Nos rodean cuatro paredes de prisión, engrosadas con temor, dolor y odio. Estamos encarcelados por nuestro pasado, por nuestras malas decisiones, y por nuestro gran orgullo. Hemos sido hallados culpables. Sentados en el piso de una celda cubierta de polvo, esperamos el momento final.
En los muros de piedra se oyen los pasos de nuestro verdugo. Con la cabeza entre las rodillas, no levantamos la mirada mientras él abre la puerta. Empieza a hablar. Sabemos lo que va a decir: «Llegó la hora de que pagues por tus pecados». Pero el verdugo dice otra cosa: «Eres libre, puedes irte. Se llevaron a Jesús, en vez de llevarte a ti.» La puerta se abre y el guardia grita: «¡Sal!» Seguidamente, nos encontramos a la luz del sol matinal. Sin grilletes. Se han perdonado todos los crímenes o delitos. Nos preguntamos: «¿Qué ha pasado?» Es la gracia, eso es lo que ha ocurrido. Max Lucado[2]
El evangelio de los andrajosos se hizo popular por un libro influyente y exitoso, publicado por primera vez en 1990. El autor, Brennan Manning, fue sacerdote católico y, en sus propias palabras, escribió el libro «para los desaliñados, andrajosos y agotados» y no para los que se consideran «muy espirituales». […]
Manning… hace hincapié en la gracia de Jesús para apacentar a los andrajosos —los harapientos, los de mala fama de Su época—, los enfermos, los recaudadores de impuestos y los pecadores, la mujer sorprendida en adulterio. Jesús a menudo atendía a esos «andrajosos», mientras que los líderes religiosos de aquella época estaban en contra de Él y no querían ensuciarse las manos con los problemas de la sociedad. […]
Manning dice: «No podemos ganar la aprobación de Dios, más de lo que podemos ganar nuestra salvación. Sin embargo, Él nos la da de buen grado, no importa quiénes somos ni lo que hayamos hecho. Todos somos andrajosos. Cada uno de nosotros llega andrajoso y agotado, harapiento y sucio, a sentarse a los pies de nuestro Padre. Y Él nos sonríe, a nosotros, que somos objeto de Su intenso amor». En otros términos, Jesús acepta a los quebrantados. Acepta a los que saben que jamás serán perfectos. El evangelio de los andrajosos dice que al estar en nuestro pecado podemos llegar a Dios y pedir perdón. En Isaías 1:18 Dios invita a acercarnos, diciéndonos que aunque nuestros pecados sean como la grana, Él los hará blancos como la nieve. Dios desea que los pecadores se acerquen a Él así como son, de modo que Él pueda limpiarlos.
Jesús vino a salvar a los pecadores[3]. «Jesús no vino para los súper espirituales, sino para los de rodillas débiles y temblorosas que saben que no tienen todo bajo control, y que no son tan orgullosos como para no aceptar la dádiva de la gracia asombrosa»[4]. Al igual que con muchos temas de la Biblia, es importante entender el delicado equilibrio que Dios presenta: Su gracia nos toma como somos y nuestra disposición a no quedarnos como estamos.
Para entender completamente la gracia y el equilibrio que presenta la Palabra de Dios, necesitamos tomar en cuenta quiénes éramos sin Cristo y en quiénes nos hemos convertido con Cristo. Nacimos en pecado[5], y somos culpables de infringir la ley de Dios[6]. Éramos enemigos de Dios[7], merecíamos la muerte[8]. No podíamos salvarnos a nosotros mismos[9]. Espiritualmente, éramos indigentes, ciegos, inmundos y estábamos muertos. Nuestra alma merece el castigo eterno. Decir que todos somos andrajosos es quedarse corto.
Pero entonces llegó la gracia. Dios nos ofreció Su favor. La gracia es lo que nos salva[10]. La gracia es la esencia del evangelio[11]. La gracia nos da la victoria sobre el pecado[12]. La gracia nos da «consuelo eterno y una buena esperanza»[13].
La Biblia repetidamente llama a la gracia «un don»[14]. La gracia es un acto benevolente, en curso, de Dios que obra en nosotros, sin lo cual no podemos hacer nada[15]. La gracia es mayor que nuestro pecado[16], más abundante de lo que esperamos[17], y demasiado maravillosa para expresarlo con palabras[18].
Así pues, cómo evitamos que la gracia se convierta en algo barato, en una gracia que promete todos los beneficios del cristianismo sin el arrepentimiento ni la obediencia. La gracia barata busca ocultar el costo del discipulado, anular nuestra disposición para recibir el regalo de gracia que Dios nos hace. Aunque creemos que la gracia de Dios cubre todos nuestros pecados, también podemos aceptar que la fe se manifiesta en arrepentimiento, en obediencia y en un corazón transformado. Los creyentes son nuevas criaturas.
Llegamos a Dios como andrajosos y aceptamos Su gracia, y Dios nos llama a la renovación. A medida que aceptamos la gracia de Dios en el transcurso de nuestra vida, no nos quedamos en el pecado. Buscamos ser transformados en la imagen de Cristo. Él nos recibe así como somos y luego empieza a cambiarnos a medida que nos sometemos a Él con obediencia. Sí, el evangelio es para los andrajosos. No, Dios no deja a las personas como andrajosas. Tomado de gotquestions.org[19]
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Lo que a diario me da más esperanza es la gracia de Dios; saber que Su gracia me dará las fuerzas para lo sea que enfrento, y que para Dios nada es una sorpresa. Rick Warren
La ley mosaica nos convierte a todos en pecadores, porque nadie es capaz de cumplirla. «Por las obras de la Ley ningún ser humano será justificado delante de Él, ya que por medio de la Ley es el conocimiento del pecado»[20]. Es más, según las leyes de Moisés es imposible que uno esté libre de pecado.
La ley fue nuestro maestro, nuestro instructor o guía, para mostrarnos que somos pecadores, para hacernos acudir a Dios en busca de misericordia y mostrarnos Su absoluta perfección y rectitud total, imposibles de alcanzar para nosotros: «La Ley ha sido nuestro guía para llevarnos a Cristo, a fin de que fuéramos justificados por la fe»[21].
Luego vino Jesús con Su gracia, misericordia, perdón, amor y verdad; nuestra salvación. «La Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo»[22]. Vino para mostrarnos que la salvación y la justicia verdadera no eran por obras, sino por gracia.
Primero tenemos que recibir a Jesús; luego Su Espíritu en nosotros nos impulsa a hacer lo humanamente imposible: amar a Dios y a nuestros semejantes. Nuestra salvación es verdaderamente por gracia, y mediante la gracia disfrutamos de una vida de amor por el Señor, ¡llena de gracia! No tiene nada que ver con no pecar, ni con ser perfectos, ni con hacer obras o cumplir la Ley por nosotros mismos. Todos nos equivocamos, todos pecamos, y si tenemos algo de justos se debe únicamente a la gracia de Dios, es exclusivamente por Su amor, misericordia y gracia. David Brandt Berg
Publicado en Áncora en noviembre de 2019.
[1] Sarah Young, Jesus Always (Thomas Nelson, 2017).
[2] Max Lucado, Grace: More Than We Deserve, Greater Than We Imagine (Thomas Nelson, 2012).
[3] 1 Timoteo 1:15.
[4] Brennan Manning, The Ragamuffin Gospel.
[5] Salmo 51:5.
[6] Romanos 3:9-20, 23; 1 Juan 1:8-10.
[7] Romanos 5:6, 10; 8:7; Colosenses 1:21.
[8] Romanos 6:23a.
[9] Romanos 3:20.
[10] Efesios 2:8.
[11] Hechos 20:24.
[12] Santiago 4:6.
[13] 2 Tesalonicenses 2:16 (NVI).
[14] Por ejemplo, Efesios 4:7.
[15] Juan 15:5.
[16] Romanos 5:20.
[17] 1 Timoteo 1:14.
[18] 2 Corintios 9:15.
[19] https://www.gotquestions.org/ragamuffin-gospel.html.
[20] Romanos 3:20.
[21] Gálatas 3:24.
[22] Juan 1:17.
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