Valor incalculable

noviembre 5, 2019

Recopilación

[Untold Value]

Debo recordar con periodicidad el valor que Dios pone en otros seres humanos, incluso cuando yo no conozco a esa persona o cuando él o ella son muy diferentes a mí.

Seré franco, para mí no es algo que sea natural hacerlo. De vez en cuando, sin embargo, me llega un recordatorio. Como por ejemplo cuando leí acerca de algo que ocurrió en Carolina del Norte en 1995. Lawrence Shields, de diez años, hurgaba en un balde de escombros en una mina de piedras preciosas y una piedra despertó su interés. El chico dijo que le gustó la forma de la piedra. Cuando quitó la tierra y la suciedad de la piedra, y la frotó con su camisa para limpiarla, vio que era mucho más que una simple piedra. Resultó ser un zafiro, y no cualquier zafiro, ¡era uno de 1,061 quilates!

Esta es la cuestión: cuando vemos a otras personas, tenemos tendencia a fijarnos en el exterior, que está manchado por el pecado. Vemos la rebelión o el fracaso, el extraño estilo de vida o la actitud orgullosa, y a menudo pasamos por alto el valor verdadero que está en el interior: que cada uno de nosotros es una gema de valor incalculable, creada a la imagen de Dios omnipotente.

Como personas, tenemos tanto valor y somos tan amadas que Dios estuvo dispuesto a pagar el precio infinito de la muerte de Su Hijo para limpiar nuestros pecados y restituirnos a Dios. Así pues, cuando veas a alguien con una vida corrompida por el pecado, puedes decir para tus adentros: «La situación de su vida puede ser terrible, ¡pero es magnífica la imagen de Dios dentro de esa persona!»

¿Puedes mirar a quienes tal vez has devaluado porque son diferentes a ti, o más pobres que tú, o menos educados que tú, e imaginar el valor supremo que Dios les otorga a pesar de sus circunstancias? Heaven’s Eyes[1], de Phill McHugh, es una de mis canciones favoritas. En ella, se describen personas que se presentan delante de Dios y allí no se encuentran perdedores sin valor ni casos perdidos.

Cuando vemos a las personas desde la perspectiva de Dios, de repente tenemos una nueva inspiración para tratarlas con la misma dignidad, respeto y honor que deseamos para nosotros mismos. ¿Parece ingenuo? Tal vez lo es. Pero aparte de esa percepción divinamente alterada, no tengo la oportunidad de ser obediente al mandamiento de Cristo de que ame al prójimo como a mí mismo. Eso sencillamente no va a suceder.

Es una de las razones por la que un lema de la iglesia en la que me convertí al cristianismo es que las personas le importan a Dios. Todas las personas. Para todos nosotros es un recordatorio de que necesitamos ver que a los ojos de Jesús todos tenemos un valor incalculable.  Lee Strobel[2]

«Dios no hace acepción de personas»

La discriminación en contra de las minorías raciales, religiosas y de otra índole es cosa de todos los días. Los gobiernos las reprimen y persiguen, y los prejuiciados hacen chistes groseros sobre ellas y les manifiestan hostilidad. ¡Qué contraste con el modo de ser de Dios y la forma en que espera que nos conduzcamos! La Biblia, la Palabra de Dios, nos dice que «Dios no hace acepción de personas», lo cual literalmente significa que no es parcial con nadie[3].

En prácticamente todos los países la distinción está muy clara entre los ricos y los pobres, entre los cultos y los incultos, entre la raza predominante y las minorías. La corriente principal y mayoritaria denigra y desprecia invariablemente a las minorías.

La Biblia dice que en los Postreros Días «el amor de muchos se enfriará»[4], lo cual se hace patente en la sociedad actual, en la que el odio va ganando cada vez más terreno. La prensa abunda en titulares que dan testimonio de la intolerancia y crueldad del mundo y de los crímenes que se cometen por odio a quienes son diferentes o sostienen opiniones no mayoritarias.

Los cristianos no debemos dejarnos influir por el modo en que la sociedad aborda las diferencias entre seres humanos. Dios nos ha dado una solución mejor: amar al prójimo. Pero no podemos amar a alguien —ni siquiera tener compasión de él— si primero no tratamos de entenderlo. Y eso no es posible si no nos ponemos en su lugar ni procuramos ver las cosas desde su perspectiva.

Dios dispuso que cada ser humano fuera diferente, pero todos somos objeto de Su amor. Él manifiesta Su gran amor y Su gracia a todas Sus criaturas. Alguien dijo: «Dios esparce la gracia como un niño de cuatro años unta mermelada en su tostada. Es decir, la derrama por todas partes».

Dios no creó a personas a las que ama menos y a otras a las que ama más. No ama a la gente de cierto color de tez más que a la de otro. Debe de dolerle mucho que alberguemos prejuicios de ese tipo y que despreciemos y denigremos a los demás.

Debemos amar a todas las personas brindándoles el amor de Dios. Jesús entregó Su vida por toda la humanidad. A todos les manifestó el máximo amor posible al morir por cada persona. Así nos ama Dios. ¿Somos capaces de amar de la misma manera?  María Fontaine

Valor intrínseco de todo ser humano

Los cristianos creemos en el valor intrínseco de todo ser humano porque fuimos creados a imagen de Dios. Nada niega esa imagen y el valor que inspira en todo ser humano, ni siquiera el pecado. Todo ser humano tiene ese valor durante su vida. Por esa razón, todo lo que no respete ese valor es un mal y es pecado. […]

La raza se ha utilizado como excusa en la historia de la humanidad para subyugar y maltratar a otros seres humanos. La Biblia nos dice que todos nosotros podemos determinar nuestro linaje hasta llegar al hombre y la mujer creados por Dios. Entonces, la raza no importa para valorar, porque todos llevamos la imagen de Dios y tenemos los mismos antepasados en la creación original de Dios. Todos somos seres humanos que tenemos el mismo valor. Y sin duda nuestros puntos de vista no hacen que tengamos menos valor que otras personas. […]

Todos hemos pecado y estamos destituidos de la gloria de Dios. Aunque pedimos a la gente que se reconcilie con Dios, no estamos diciendo que unos pecados hagan que algunas personas sean menos merecedoras, que tengan menos valor. En realidad, es en virtud del valor inherente de toda persona como creación de Dios que no podemos aprobar el pecado, pero también creemos que todos somos tan amados que Jesús se entregó a Sí mismo para redimirnos de nuestro pecado. La Biblia no quita valor a las personas al identificar nuestro pecado. Dios nos pide que reconozcamos nuestro pecado precisamente porque somos Su creación, amada y valiosa, y quiere que nos reconciliemos con Él. Y aunque alguien rechace ese ofrecimiento, no se puede negar el valor intrínseco de esa persona.

Debido a que la Biblia nos dice que todos somos creaciones de Dios con la misma dignidad y valor, el cristianismo como cosmovisión es superior a cualquier otra en lo que respecta al apoyo de la igualdad entre los seres humanos. Actualmente, el materialismo tiene mucha influencia en nuestro mundo. Se ve a los humanos como solo productos de procesos físicos al azar, sin sentido. El único valor y dignidad posible es subjetivo, lo que alguien quiera asignarle. Esa clase de valor puede ser otorgado o ser retirado; y es algo de todos los días. Esa clase de cosmovisión no puede apoyar la igualdad de todo ser humano. Incluso si algunos que afirman ser cristianos no han seguido sistemáticamente la cosmovisión bíblica, eso no significa que esta ha fracasado; significa que no se ha seguido de manera sistemática.

Debemos examinar las cosmovisiones para ver lo que se desprende de vivirlas constantemente. El materialismo justifica que algunas vidas se consideren  menos valiosas que otras, porque no hay otro valor que el que asignamos subjetivamente. No todas las religiones le dan el gran valor a la vida humana que el cristianismo le da. La cosmovisión bíblica es el único fundamento para valorar a todas las personas.

Los seres humanos son especiales porque no son accidentes de la evolución, sino creaciones, Dios los creó intencionalmente; Él puso Su imagen en nosotros. Desea tener comunión con nosotros. Somos tan amados y valorados que nos ofrece una relación que no depende de que vivamos de acuerdo con las normas; por misericordia y gracia nos la ofrece gratuitamente. […]

El evangelio cristiano responde al clamor más hondo de nuestro corazón: ser amados y aceptados, ser valorados incondicionalmente.  Melinda Penner[5]

Publicado en Áncora en noviembre de 2019.


[1] https://www.youtube.com/watch?v=389e0aLJJzU.

[2] Lee Strobel, God’s Outrageous Claims (Zondervan, 2009).

[3] Hechos 10:34.

[4] Mateo 24:12.

[5] https://www.str.org/blog/intrinsic-human-value-same-all-and-can-never-be-lost#.XC4n1M17lPY.

 

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