¡Confía en el Señor! ¡Siempre!

octubre 31, 2019

Recopilación

[Trust the Lord! Always!]

Ocurra lo que ocurra, o sea lo que sea que salga mal o fracase, Yo nunca fallo y siempre estoy presente. No abandono a Mis hijos, sino que los llevo en brazos y velo por ellos como un Padre amoroso y paciente. Me encanta dar cosas buenas a Mis hijos fieles.

Soy el sanador y el restaurador de corazones, esperanzas, sueños y vidas deshechos. Nunca abandono a Mis hijos ni los dejo desamparados. Las respuestas a sus oraciones y la provisión de sus necesidades a veces llegan por vías inesperadas, por un medio distinto o según un calendario más largo de lo que te esperabas o habías pedido en oración, pero Yo siempre respondo. No permito que Mis hijos pasen necesidad.  Jesús, hablando en profecía

*

Un buen amigo me contó algo que le sucedió en su cumpleaños. Su auto estaba en reparación y precisamente ese día llevó a alguien a una excursión. Fue en el auto de esa persona y la excursión duró todo el día. Como planeaba recoger su auto del taller después de aquel viaje largo, había llevado una buena cantidad de dinero para pagar las reparaciones.

Sin embargo, cuando fue a recoger su auto se quedó horrorizado al ver que el sobre que contenía el dinero de las reparaciones no estaba en su bolsa, donde lo había guardado cuidadosamente. Con el pánico que llega cuando se descubre que se ha perdido algo valioso, rápidamente llamó al dueño del auto que había conducido para ver si tal vez el sobre se había salido de su bolsa y había quedado en el interior del auto.

—No, lo lamento mucho. No lo veo —fue la respuesta.

Mi amigo dijo que la terrible desazón, junto con el agotamiento después de un largo día de conducir, fue abrumadora. No tenía muchos fondos; y no sabía cómo reponer el dinero que se cayó o había sido robado durante el viaje. No se podía hacer nada, sino acudir al Señor y rogarle que ese dinero fuera devuelto de alguna forma. Sin embargo, las posibilidades eran muy pocas como para tener esa esperanza.

Afortunadamente, con el dinero que había recibido por el trabajo de ese día pagó lo suficiente de las reparaciones para llevarse su auto a casa.

Estaba acongojado y acosado por una intensa migraña. Y por si fuera poco, era su cumpleaños y había resultado un desastre. Se sentía mal por la migraña y estaba preocupado por el dinero. Además, se culpaba por haber permitido que se perdiera ese dinero. Pasó varias horas tratando de entender por qué había sucedido. Por fin, optó por dejarle todo el asunto al Señor y confiar en que la persona que tenía ahora el dinero debía necesitarlo mucho más que él. Oró para que el Señor aprovechara esos fondos para que esa persona se acercara a Jesús.

Al día siguiente fue a trabajar con tranquilidad; el Señor haría que todo fuera para bien. A media mañana lo llamaron por teléfono. Era la señora para la que había conducido el día anterior. Le dijo: «Encontramos el sobre con el dinero cuando volvimos a buscar en el interior del auto. Así que aquí lo tenemos para entregárselo a usted».

¡Qué alivio! Y un motivo para alabar a Aquel que había devuelto lo que estaba perdido. Mi amigo quedó feliz de haber optado por confiarle todo al Señor.

Podría haber cedido a la desesperación o la ansiedad. Sin embargo, decidió alabar al Señor en todas las circunstancias. No fue lo que Dios hizo o no hizo por él, ni si parecía que Dios era «bueno» o «malo» con él. Lo que importaba era que confiaba en que Jesús haría lo que fuera mejor para él. Estaba seguro de que siempre podía confiar en el amor de Dios, independientemente de los desafíos o pérdidas que enfrentara, porque Jesús lo había dado todo, hasta Su vida, por él.

Ser seguidor de Jesús no garantiza que todo siempre saldrá de la manera que queremos. Sin embargo, una vez que hemos hecho lo que está dentro de nuestras posibilidades, podemos dejar todo en manos del Señor para que haga lo que Él sabe que es mejor. Aunque algo se pierda o se lo lleven, Dios siempre puede proveer, o dirigirnos por otra ruta, o indicarnos cómo podemos prescindir de algo que pensábamos que era necesario. Pese a todo, necesitamos confiar en que el Señor nunca falla y en que Él hace que todo redunde en nuestro bien.  María Fontaine

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Se cuenta el relato de un naufragio que ilustra este concepto. La tripulación y los pasajeros de un navío se vieron obligados a abandonar la nave y hacerse a la mar en pequeños botes. El mar estaba embravecido. La navegación de los sobrecargados barquitos precisaba de muchísimo cuidado. No se trataba de olas comunes y fáciles de sortear, sino de enormes olas transatlánticas. El desánimo se apoderó de todos al ver que la noche se aproximaba. Se preguntaban qué hacer cuando las tinieblas les impidieran ver las terribles olas. Pero para su alegría, al caer la noche descubrieron que se encontraban en aguas fosforescentes. La creciente luz en cada amenazante ola facilitó la visión y les permitió llegar a puerto seguro.

De la misma manera, las temidas experiencias de la vida encierran la luz que ahuyenta el peligro y el temor. La tristeza de la noche es acompañada por la alegría del consuelo. La hora de la debilidad encierra el secreto de la fuerza. […]

La moraleja es que no podemos avanzar en el peregrinaje de la vida sin Cristo. Pero con Cristo a nuestro lado, podemos afrontar todo lo que nos deparen los días y las épocas por venir.  J. R. Miller

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Había una buena mujer que recibió la visita de un ministro de Dios. Mientras la señora se encontraba en la cocina preparando el té, el ministro tomó la Biblia de ella, que estaba muy gastada, y distraídamente empezó a hojear las páginas. Entonces, notó que en los márgenes aparecían de vez en cuando estas dos letras: P.C. Cuando regresó la señora con el té, el ministro comentó:

—Tía, me encantó hojear su Biblia. ¿Qué significan esas letras que ha escrito en tantos sitios: P.C.? Vea, aquí también aparecen.

—Hermano —respondió ella, con el rostro iluminado de dicha—, eso quiere decir: probado y comprobado. En momentos de gran necesidad he tomado esas promesas y las he invocado como si fueran dirigidas a mí. Esas son las que he puesto a prueba y he comprobado que son verdad.

En efecto, son valiosísimas. Esa es exactamente la manera en que el Señor quiere que nos sirvamos de ellas. Desea que pongamos a prueba y nos sirvamos de Su Palabra en los momentos de necesidad. «Probadme ahora en esto, dice el Señor», hasta que con fuerza, fe y dulce confianza anotemos al margen de muchos versículos: «probado y comprobado».

La Palabra de Dios dice: «Por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas». ¡Abundante provisión! ¡Recursos ilimitados! «Arroyos que nunca se secan». «Esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe».  Virginia Brandt Berg

Publicado en Áncora en octubre de 2019.

 

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