octubre 9, 2019
Es muy probable que hayan escuchado el conocido refrán: «Cuando Dios cierra una puerta, abre una ventana». Numerosos personajes de la Biblia abandonaron lo viejo para buscar nuevos horizontes: Abraham, Noé y Moisés, entre muchos otros. El pueblo de Dios siempre ha estado yendo de un lugar a otro, dejando atrás antiguas moradas para descubrir nuevas tierras. Las aventuras de su fe se encuentran registradas en el capítulo 11 de Hebreos.
Ha habido momentos en mi vida en los que me chocado contra una pared, por así decir. La puerta de las oportunidades en mi vida y trabajo parecieron cerrarse en mis narices. Nada me salía bien. Pero en esos momentos, he descubierto que la oración es mi espada más afilada y mi mejor aliada.
Me llega a la memoria cierta ocasión en que vivíamos en la India. Trabajábamos para una exitosa empresa de eventos que dirigía mi hija. Nos encontrábamos a la vanguardia en nuestro campo de acción y casi que creábamos tendencias entre nuestros competidores. Hasta que un día, mi hija nos anunció que se retiraría luego de 15 años al frente de la empresa. Estaba decidida a empezar de nuevo en otro país.
Mi esposa y yo nos encontramos de repente en la posición de buscar una nueva vivienda y nuestra visa en la India estaba por caducar. Se nos estaban cerrando las puertas. ¿A dónde debíamos ir? Era el momento de orar para que se abriera otra puerta. Empezamos a comunicarnos con todos los que conocíamos, en busca del lugar donde seríamos más útiles y donde tendríamos nuestro hueco.
Recibimos una invitación a una pequeña comunidad en los Balcanes, y allí nos fuimos. No conocíamos el idioma, y a las tres semanas nos dimos cuenta que sería mucho más trabajo del imaginado. Se presentaban pocas oportunidades, no nos habían dado las visas requeridas y parecía que la puerta nuevamente se estaba cerrando.
Entonces mi esposa recordó a un amigo en Alemania que se nos había pasado por alto. Otro incentivo es que ambos hablamos un poco de alemán. Le escribimos a nuestro amigo y nos invitó con mucho entusiasmo a viajar allí, ayudarnos a empezar y enseñarnos a bandearnos por nuestra cuenta. Así que hicimos el esfuerzo de viajar a Alemania e intentarlo. Nuestro amigo cumplió con lo prometido, y al cabo de poco habíamos mejorado nuestro conocimiento del idioma y aprendido a sobrevivir y prosperar en ese país.
Luego de hacer nuestra residencia aquí por cuatro años, las puertas siguen abiertas de par en par y se presentan nuevas oportunidades todo el tiempo. Nos mantenemos activos y productivos. Todos los meses de diciembre trabajamos en el circo navideño durante un mes, y hemos descubierto que muchas personas aquí desean aprender inglés en universidades, en privado y en distintas empresas. También hemos entablado lazos con una iglesia que ministra a cristianos migrantes de Irán y Afganistán, donde hemos hecho buenas amistades. Hemos formado un grupo de teatro allí y solemos hacer representaciones de las parábolas y los relatos de la Biblia.
Esa experiencia nos enseñó que, a veces, se deben intentar cosas nuevas y ver qué funciona y qué no.
También nos enseñó a confiar en que Dios nos dirigirá al lugar donde seremos de mayor utilidad y nos sentiremos más satisfechos. Cuando llegamos a ese lugar, debemos descubrir qué falta y satisfacer esa necesidad con las habilidades y los talentos que hemos adquirido. Sobre todo, nunca olvidar que Dios es quien obra en nosotros Su buena voluntad. Nuestro trabajo es escuchar y seguir la guía de Su Espíritu para dar fruto en cada nueva aventura.
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