octubre 8, 2019
Dios camina y habla en medio de nosotros como parte del reino de Dios que está entre nosotros[1]. Nuestra relación con Dios no es una relación consumista, ni los cristianos entienden su fe como una religión consumista. No consumimos los méritos de Cristo o los servicios de la iglesia. Somos participantes, no espectadores. Por lo tanto, procuramos que nuestra relación con Dios sea de escuchar y hablar. […] Ese intercambio es parte de nuestra amistad con Dios.
A fin de cuentas, nada es más fundamental para la vida práctica del cristiano que la confianza en que Dios trata de manera individual con cada persona. […] El relato bíblico presenta siempre la relación entre Dios y el creyente más como una amistad o vínculo familiar que solo una persona que se encarga de atender las necesidades de otra. […]
Dios podría haber creado un mundo de robots en vez de personas libres que lo aman y que entienden su participación en el reino y su obra. Pero en ese caso no habría conversaciones. Simplemente habría mando y conformidad. Ese panorama quita a las personas la iniciativa y la libertad que hay en una verdadera amistad con Dios, la creatividad cooperativa. ¿Hay subordinación a Dios? Sí, pero no hay un mando enérgico que no permita la posibilidad de iniciativa por parte de la persona. […]
Si interpretas la conversación simplemente como Dios diciéndote qué hacer, no ves la importancia de hablar con Dios y escucharlo. Sin embargo, la oración es un intercambio sincero entre quienes hacen algo juntos. Dios y yo trabajamos juntos; y necesito invocar Su poder en esa actividad. La actividad conjunta es clave para entender cómo fluye la conversación. En esas conversaciones, hablamos de otras cosas además de lo que Dios quiere que se haga hoy. Hablamos de lo que pasa, lo que es interesante, o lo que es triste. La mayoría de las conversaciones entre Dios y los humanos son para ayudarnos a entender las cosas. Dios se relaciona con su pueblo de manera que pueda ayudarlo a crecer y desarrollarse.
Concretamente, en nuestros intentos de entender cómo Dios nos habla y nos guía, debemos, sobre todo, aferrarnos al hecho de que aprender a escuchar a Dios solo se busca como parte de una clase de vida, una vida en la que se cuenta con la amorosa compañía del Rey y sus otros súbditos en el reino de los cielos. Nunca debemos olvidar de que Dios nos habla con el fin de que cultivemos una relación inteligente, de libre cooperación, entre personas maduras que se aman con la riqueza de un verdadero amor ágape. Por lo tanto, nuestra meta principal no debe ser escuchar la voz de Dios, sino ser personas maduras que tienen una relación amorosa con Él. Solo de esa manera escucharemos bien a Dios. Dallas Willard
Dios nos pide a todos que seamos una luz para los que están en la oscuridad, pero a veces Él tiene que llevarnos a través de nuestra propia oscuridad para que aprendamos a depender completamente de Su luz.
Oswald Chambers dijo: «Si voy a acercarme al lugar sagrado, debo tener el estado de ánimo adecuado, la excelencia de un corazón quebrantado». Se nos desgarra el corazón cuando pensamos que perdimos nuestro destino. Sufrimos por un propósito que no se hizo realidad. Pero Dios perfecciona nuestro corazón cuando sufrimos. Nos vuelve humildes y compasivos, y debemos tener esas dos cualidades para tener éxito en el llamado que Él nos hace.
No tengas miedo del proceso de perfeccionamiento que te prepara para avanzar al llamamiento de Dios en tu vida. Te afirmará, te fortalecerá y establecerá[2]. Mantente firme cuando pases por el fuego y serás purificado, moldeado, humillado, y te prepararás para lo que Él quiere que hagas. Si paso a paso caminas con Dios, al pasar ese tiempo saldrás con la sensación de haber estado en Su presencia y poder, y eso hará que todo valga la pena. Te pondrá en el camino que lleva hacia la grandeza… Un gran ser humano es un servidor: «Pero entre ustedes no debe ser así. Más bien, aquel de ustedes que quiera hacerse grande será su servidor»[3].
Cuando reconocemos la grandeza de Dios por medio de la adoración a Él, invitamos a que more en nosotros Su grandeza. Cuando obedecemos a Dios y lo servimos, entonces Él hace grandes cosas por medio de nosotros. Esa es la clase de grandeza a la que Dios nos ha llamado. Si hace años escuchaste el llamado de Dios a la grandeza y lo has seguido fielmente, eso no significa que no escucharás ahora un nuevo llamado. O tal vez Dios definirá nuevamente el antiguo llamado. Cualquiera que sea el caso, es necesario tener oídos para prestar atención. Si tu corazón no late con mayor celeridad por la expectativa de lo que Dios hará por medio de ti, es posible que no escuches bien debido a los procesos de la vida. Busca tiempo para estar con el Señor y permite que te vuelva a hablar. Stormie Omartian
¿Enfrentas opciones y decisiones, pero no tienes idea de qué dirección tomar? Es posible que ni sepas exactamente qué es lo que quieres. Sabes que quieres ir en la dirección que el Señor guíe, pero no sabes exactamente cuál es esa dirección. Vas a trompicones, sin saber a dónde te diriges, qué hacer o cómo hacerlo. No puedes ver muy lejos hacia adelante para saber cuál será el resultado de cada decisión y a dónde conducirá. Te parece que aún no tienes suficiente información para tomar decisiones. Estás bajo presión para decidir algo pronto; ves las ventajas y desventajas de cada opción, pero no tienes una clara indicación de cuál será la mejor, y el Señor aún no te lo ha revelado con claridad.
Una vez que le pedimos al Señor que nos diera unas instrucciones, nos dijo: «Cuando conducen en una zona de niebla y no logran ver a dónde van, lo mejor que pueden hacer es detenerse y esperar un rato a que se levante la niebla. Si intentan avanzar, corren un riesgo. Este periodo de tiempo es un poquito así; no saben exactamente qué está delante, hasta que se levante la niebla. Simplemente es un tiempo en que la niebla ha bajado, pero se levantará. Es un tiempo en que deben aferrarse a Mí y confiar. Limítense a confiar, a tener fe, a mirarme a Mí, y a esperar».
Después de escuchar ese consejo de quien todo lo sabe y todo lo ve, suspiramos con alivio. Nos recordó este versículo: «Aguarda al Señor; esfuérzate, y aliéntese tu corazón; sí, espera al Señor»[4]. Sabíamos que hacíamos lo correcto al esperar que Él disipara la niebla, en vez de tomar decisiones cuando no podíamos ver claramente lo que estaba delante. Y Jesús nos animó, como lo prometió, y nos dio Su paz.
Tengo la certeza de que ustedes pueden recordar ocasiones en que debían tomar una decisión, pero les daba la impresión de que no recibían respuestas; sin embargo, esperaron con oración y fe, confiando en que el Señor no les fallaría, y Él a la larga les abrió camino y se alegraron mucho de haber esperado y confiado. Esperar es un elemento importante de llevar una vida de fe. No es fácil, pero es parte del proceso del que se vale Dios para instruirnos, para enseñarnos paciencia y formar nuestro carácter y acercarnos más a Él.
La próxima vez que se encuentren a la espera, recuerden algunos de los versículos anteriores y cobren ánimo. La niebla se levantará, ¡siempre es así! María Fontaine
Publicado en Áncora en octubre de 2019.
[1] Lucas 17:21.
[2] 1 Pedro 5:10.
[3] Mateo 20:26 (RVC).
[4] Salmo 27:14 (RVR 1960).
[5] RVR 1960.
[6] NVI.
[7] RVR 1995.
[8] RVR 1960.
[9] RVR 1960.
[10] RVR 1995.
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