Influencia a largo plazo

septiembre 18, 2019

Li Lian

[Long-term Influence]

En un viaje misionero, hablé con alguien de algunas cuestiones preocupantes que enfrenta con regularidad en su lugar de trabajo y en su barrio. En particular, se lamentó de que cuando intentaba poner en efecto un cambio positivo en su entorno, sus esfuerzos eran recibidos con un muro de resistencia.

Una y otra vez, trató de dirigir a sus pares en la dirección correcta, hacia valores espirituales y divinos, pero descubrió que muchos de ellos estaban demasiado centrados en su búsqueda personal de placer, poder, puesto, posesiones y popularidad como para poner atención a lo que él decía.

Llegó al punto en que le pareció que era inútil seguir intentando guiar a otros hacia la senda del discipulado. Después de enterarse de que algunas personas que él conoce habían hecho tratos comerciales poco éticos y que con ello consiguieron grandes ganancias, empezó a preguntarse cuál era la ventaja de defender sus convicciones cuando todos los que lo rodean solo buscan algo para sí mismos y sus bolsillos.

Después de escucharlo un rato, le recordé una anécdota que él conoce, de una mujer que vivía cerca de donde él nació: Mary Slessor[1].

Señalé que cuando Mary llegó a la misión de Calabar, en la costa de África Occidental, ella también enfrentó enormes desafíos. En esa época, la cultura de ese territorio estaba inmersa en embriaguez, superstición, guerras tribales, canibalismo, sacrificios humanos y hechicería.

Mary se enteró de que allí había una práctica detestable: el asesinato sistemático de los bebés que eran gemelos o mellizos. Detrás de esa práctica estaba la superstición. Se creía que tener dos bebés no era normal; por lo tanto, uno de los bebés no debía ser del padre, sino de un demonio. Como no tenían la certeza de cuál bebé era del padre y cuál del demonio, deberían matar a los dos para asegurarse de que no llegara el mal a la familia. En muchos casos, además la madre era desterrada a la selva, acusada de ser la culpable en todo ese asunto.

Mary quedó horrorizada al enterarse de que se llevaba a cabo esa práctica. Y quedó lo bastante horrorizada como para hacer algo al respecto. Su propósito fue sencillo. En sus propias palabras. «Esas personas… tienen que cambiar de costumbres. Será mejor que vaya a hablar con ellas».

Al principio, en muchos casos encontró resistencia. A muchos ancianos de las aldeas les preocupaba que si se permitía vivir a los gemelos, caería una terrible maldición en la aldea. Cuando ella trataba de razonar con ellos, a veces no la escuchaban o estaban tan ebrios o enfrascados en sus guerras tribales y disputas violentas que no ponían atención al mensaje de Mary.

A pesar de los desafíos que enfrentó, ella continuó su trabajo con determinación y no vaciló en corregir los males que veía a diario, incluso con el riesgo de perder la vida. Su carácter firme probó a los habitantes de ese lugar que ella se tomaba en serio su misión y objetivo; y a la larga ganó su respeto y a menudo la llamaban para que ayudara a resolver conflictos.

Cuando ella adoptó a dos gemelos no deseados (y más adelante, a muchos otros niños abandonados), los habitantes de ese lugar se dieron cuenta de que lo que ella enseñaba era verdad, y con el tiempo dejaron esas costumbres antiguas y perniciosas. Por medio del ejemplo de Mary, esas comunidades autóctonas llegaron a entender el verdadero valor de la vida humana y que los bebés (también los gemelos) son un extraordinario regalo de Dios.

Actualmente, han transcurrido más de 100 años, el efecto es extraordinario. En Nigeria, tener gemelos se considera una bendición. Es bastante frecuente escuchar a las recién casadas pedir oración para tener gemelos. Conozco una nigeriana que ha tenido gemelos, y a ellos se les considera lo más destacado de su familia. Pensar en lo que les habría pasado si hubieran nacido hace 100 años, invita a reflexionar.

Ese drástico cambio cultural fue causado directamente por una mujer, cuyo esfuerzo y persistencia para defender lo que está bien creó un impacto de largo plazo, duradero, que afectó la vida de miles de personas. Piénsalo. Parecería lógicamente imposible que una sola mujer cambiara una cultura para bien, pero lo hizo. Actualmente, en Nigeria viven muchas generaciones de gemelos que están eternamente agradecidos por las acciones positivas de una mujer.

Es difícil hacer algo diferente con respecto a la corriente principal, pero persistir en nuestras creencias y convicción de lo que está bien es lo que deja una huella perdurable en el mundo. Y quién sabe, en el futuro, cuántas vidas y almas se salvarán gracias a nuestras acciones.


[1] Mary Mitchell Slessor (2 de diciembre de 1848 – 13 de enero de 1915), escocesa. Fue misionera de la iglesia presbiteriana en Nigeria. Una vez en Nigeria, Slessor aprendió la lengua efik, y luego empezó a enseñar. Debido a su entendimiento del idioma nativo y su personalidad audaz, Slessor se ganó la confianza y aceptación de ese pueblo y logró difundir el cristianismo y, al mismo tiempo, promovía los derechos de las mujeres y la protección de los niños nativos. A ella se la conoce por haber detenido la práctica habitual de infanticidio de gemelos entre el pueblo ibibio; los ibibios viven en el sudeste de Nigeria. (Fuente: https://en.wikipedia.org/wiki/Mary_Slessor.)

 

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