julio 11, 2019
Al leer los cuatro Evangelios se evidencia que existen diferencias entre ellos, tanto en la forma como en el fondo. El Evangelio de Juan no cuenta los hechos de la misma manera que los evangelios sinópticos. Omite muchos de los relatos que incluyen los evangelistas sinópticos, a la vez que refiere detalles y palabras de Jesús que los escritores sinópticos no mencionan. Por otra parte, si bien los evangelios sinópticos tienen muchas similitudes, también hay diferencias entre ellos en cuanto a los hechos narrados, el orden en que se disponen, las palabras y acciones de Jesús, y la forma de encuadrar la presentación de cada uno de los autores.
De todos modos, a pesar de esas diferencias el mensaje general de los cuatro evangelios es el mismo: Jesús es el Hijo de Dios, el Mesías al que se referían los textos del Antiguo Testamento, enviado por Su Padre para que, mediante Su muerte expiatoria y Su resurrección, redimiera a la humanidad y la condujera a una renovada relación con Dios.
Si bien lo que escribieron los evangelistas fue por inspiración del Espíritu Santo, cada uno tenía su propia personalidad, experiencia, contexto cultural, fuentes, estilo y público, todo lo cual se refleja en los evangelios. Se basaron en lo que ellos mismos recordaban o en lo que les contaron testigos presenciales (Mateo y Juan probablemente en lo que recordaban, y Lucas y Marcos en lo que les dijeron testigos oculares). Con la guía del Espíritu Santo, elaboraron su presentación de la vida y las enseñanzas de Jesús de una manera que cuadrara con su propio estilo literario y con el público al que se dirigían. Así pues, es lógico que haya algunas diferencias entre un evangelio y otro.
Aunque haya diferencias en algunos pasajes de los evangelios, debe entenderse que, como los evangelistas transmitieron testimonios personales —el suyo propio o el de otras personas—, es normal que haya diferencias en algunos detalles, ya que eso es lo que ocurre con los testimonios personales. En un juicio, los testigos casi nunca concuerdan en cada detalle; cuando lo hacen, se suele considerar que están contaminados o incluso que se han coludido para engañar al tribunal. Por lo general, las declaraciones de los testigos presenciales difieren en cierta medida unas de otras, e incluyen u omiten aspectos que otros testigos mencionan. Tales disparidades no vuelven poco fiables las declaraciones.
Algunos pasajes de los evangelios refieren un suceso de forma incompleta o abreviada; tales descripciones no dejan de ser ciertas por el hecho de que no incluyan todos los detalles. Oí a alguien presentar una ilustración que a mi modo de ver explica bien esta cuestión: Le preguntaron a un joven en distintos momentos cuándo había conocido a su esposa. En una ocasión respondió que fue en un sofá; en otra, en un desván; y la tercera vez dijo que fue en una reunión para estudiar la Biblia. Todas esas contestaciones eran ciertas, puesto que se sentó al lado de ella en un sofá en el curso de una reunión para estudiar la Biblia que se celebró en el desván de un amigo. Al comparar distintos pasajes de los evangelios conviene recordar que una información incompleta no es necesariamente falsa.
¿Deberían preocuparnos las diferencias que hay en la presentación de la vida de Jesús por parte de cada uno de los evangelistas? ¿Significan que los evangelios son inexactos o falsos? De ninguna manera. Cada evangelista contó la vida de Jesús con el objetivo de dar a conocer la buena nueva de quién era Él y qué había enseñado, de modo que sus lectores entendieran la maravilla que Dios había hecho y creyeran. Aunque los cuatro evangelistas narraron la misma vida, cada uno quiso hacer hincapié o centrarse en distintos aspectos y preparó su libro en consecuencia[1].
Por ejemplo, Mateo enfatiza que la venida de Jesús fue planeada y predicha por Dios a lo largo de las escrituras judías (el Antiguo Testamento) siglos antes de Su nacimiento. Su nacimiento, vida, enseñanzas, milagros y muerte cumplieron profecías específicas del Antiguo Testamento. Once veces en su evangelio Mateo incluye profecías y su cumplimiento[2]. Eso indica que probablemente escribió su evangelio pensando en un público judío o judeocristiano, y presentó el material de una manera que ayudara a esa clase de público a abrazar la fe.
Marcos, que fue quien escribió el evangelio más breve, enfocó el relato de otra manera. No incluyó grandes porciones de discursos como Mateo. Su presentación se centra más en la acción. Este evangelio recorre velozmente la vida de Jesús. Por ejemplo, el bautismo de Jesús, el descenso del Espíritu sobre Él y las tentaciones en el desierto se narran en apenas cuatro versículos. Mateo cuenta lo mismo en dieciséis versículos; Lucas, en quince. Con Marcos, todo parece estar lleno de intensidad y acción. Las cosas suceden inmediatamente. En su evangelio la gente corre[3].
Marcos se centra en el hecho de que Jesús es el Hijo de Dios. Comienza su evangelio con las palabras: «Principio del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios»[4], y también deja constancia de que al morir Jesús el centurión romano que estaba frente a Él dijo: «¡Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios!»[5]
En Su juicio, cuando le preguntan si es el Mesías, el Hijo de Dios, responde: «Yo soy. Y veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del poder de Dios y viniendo en las nubes del cielo»[6]. A lo largo del Evangelio de Marcos, Jesús es retratado como el Hijo de Dios, con autoridad y poder sobre enfermedades, demonios y la naturaleza.
Lucas hace hincapié en el hecho de que Jesús vino para todos, incluidos los gentiles. Simeón llamó a Jesús «luz para revelación a los gentiles»[7]. Lucas menciona que Jesús se refirió a gentiles del Antiguo Testamento que se beneficiaron de la gracia de Dios, como la viuda de Sarepta y Naamán el sirio[8]. Muestra asimismo que Jesús habló bien de un samaritano y de un centurión romano[9].
Lucas también enfatiza el papel del Espíritu Santo: el Espíritu cubrió a María con Su sombra[10]; Juan el Bautista fue lleno del Espíritu, así como su madre y su padre[11]; Jesús fue especialmente lleno del Espíritu en Su bautismo, y en Su vida se manifestó una y otra vez la presencia del Espíritu[12].
El Evangelio de Juan presenta a Jesús como la encarnación de Dios, Dios hecho hombre. Personifica la vida: «En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres»[13]. Personifica la luz: «Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida»[14]. Personifica la verdad: «Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por Mí»[15].
En este evangelio, Jesús es también la expresión personal de Dios como Hijo. «Sepan y entiendan que el Padre está en Mí y Yo en el Padre»[16]. «El Padre y Yo uno somos»[17].
Si bien todos los evangelios cuentan básicamente lo mismo, cada uno lo hace a su manera; así que tenemos cuatro versiones de la vida de Jesús. Incluso entre los evangelios sinópticos —los de Mateo, Marcos y Lucas, que son bastante similares— hay diferencias en cuanto al orden y el lugar de diversos episodios. Por ejemplo, Mateo habla de un sermón dado en un monte, mientras que Lucas reseña uno pronunciado en un lugar llano[18]. El contenido de esos dos sermones, a pesar de ser parecido, no coincide exactamente. Los lectores debemos tener presente que las palabras que dijo Jesús, los sermones que predicó, no se grabaron ni se transcribieron luego. De todos modos, probablemente los repitió en distintos momentos y distintos lugares.
Al igual que otros maestros judíos de Su tiempo, Jesús fue un maestro itinerante. Iba de pueblo en pueblo con Sus discípulos a la zaga. Predicaba y enseñaba dondequiera que se le presentara la oportunidad. Sin lugar a dudas repitió los mismos sermones y las mismas enseñanzas numerosas veces, a distintos públicos; y aunque fueran los mismos sermones o enseñanzas, lo más probable es que no siempre empleara exactamente las mismas palabras que había usado en otras ocasiones y en otros sitios. Sus discípulos debían de estar muy acostumbrados a lo que decía, habiéndolo oído muchas veces, y seguramente eran capaces de recordar y transmitir con bastante precisión lo que Él enseñaba, aunque hubiera diferencias en cuanto a los términos empleados. Tales diferencias se reflejan en los evangelios.
Aunque cada evangelista haga hincapié en distintos aspectos de las enseñanzas de Jesús e incluya en su evangelio porciones que son originales, todos escribieron magníficas biografías de Jesús que han servido para conducir a miles de millones de almas al reino de Dios. Valoremos sus transformadores relatos y démoslos a conocer a las personas que Dios ponga en nuestro camino.
Artículo publicado por primera vez en marzo de 2015. Pasajes seleccionados y publicados de nuevo en julio de 2019.
[1] Los puntos sobre los cuatro evangelios se han tomado de Al encuentro del Nuevo Testamento, de Elwell y Yarbrough (Editorial Caribe, 2008).
[2] Mateo 1:22–23; 2:15,17, 23; 4:14–16; 8:17; 12:17–18; 13:35; 21:4–5; 26:53–54; 27:9–10.
[3] Marcos 5:6; 6:33; 6:54-55, 15:36.
[4] Marcos 1:1.
[5] Marcos 15:39.
[6] Marcos 14:62.
[7] Lucas 2:32.
[8] Lucas 4:26, 27.
[9] Lucas 10:30–37, 7:2–10.
[10] Lucas 1:35.
[11] Lucas 1:15, 1:41, 1:67.
[12] Lucas 3:22, 4:1, 4:14.
[13] Juan 1:4.
[14] Juan 8:12.
[15] Juan 14:6.
[16] Juan 10:38 (NBLH).
[17] Juan 10:30.
[18] Mateo 5:1; Lucas 6:17.
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