El bálsamo del perdón

junio 27, 2019

Palabras de Jesús

[The Healing Touch of Forgiveness]

«Perdonaos unos a otros, si alguno tiene queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros».  Colosenses 3:13[1]

Cuando el dolor o el agravio han calado hondo, el perdón puede parecer humanamente imposible, absurdo o ilógico. De ahí que para hacer lo que en apariencia es humanamente imposible se requiera a veces un amor y una perspectiva sobrenaturales.

Uno de los testimonios más impresionantes de los primeros cristianos, que les hizo ganar montones de conversos, fue su perdón, su capacidad de hacer frente a una muerte cruel e injusta a manos de sus perseguidores y, con todo, perdonarlos. Cuanto mayor era la crueldad con que sus opresores los trataban, los perseguían y les causaban daño, más intensamente brillaban su fe y su perdón y mayor era el entusiasmo que contagiaban a otros.

Fue un milagro del Espíritu Santo, el Consolador, enviado a sanar su corazón para que fueran capaces de responder con amor sobrenatural. El perdón y el amor son mucho mayores y más poderosos que todo lo que puede dañar y lastimar. El perdón puede ser un testimonio irresistible de Mi amor.

El perdón es independiente de las circunstancias, la gravedad de la ofensa y la actitud de quien cometió el agravio. En presencia de algo aparentemente imperdonable, sé lo que cuesta creer que el perdón es el milagro que se necesita. Si te ha ocurrido una terrible tragedia o un allegado tuyo ha sufrido lo impensable, es probable que el perdón no sea la solución que tu mente busca, y que de buenas a primeras no consideres que vaya a servir para que sanen y se cierren las heridas y haya comprensión entre las partes.

Tienes el corazón abatido. Te parece que quizá nunca volverá a estar despreocupado y alegre, y te resulta muy difícil albergar esperanza o entender por qué pasó algo tan doloroso. Te cuesta imaginar que llegarás a superarlo. Las circunstancias han quedado alteradas para siempre, y el daño o la herida no se pueden reparar. Tu pareja, que falleció por culpa de un conductor borracho, no volverá a estar en tus brazos hasta que vengas al Cielo conmigo. Ese ser querido que quedó discapacitado por un error ajeno no se recuperará en esta vida de su deficiencia física. Lo mismo sucede con las ocasiones perdidas, los desastres económicos, las mentiras y calumnias que se han dicho y que afectarán para siempre tu vida y tus oportunidades; nada de eso se arregla por mucho que uno se arrepienta.

Entiendo que en esas circunstancias te cueste aceptar que el remedio es el perdón, porque sabes que no alterará la situación ni volverá el tiempo atrás. No hará revivir a un ser querido. No rebobinará la película de tu vida. No deshará lo ocurrido. No eliminará el sufrimiento ni las consecuencias a largo plazo.

Desde esa perspectiva, el perdón puede parecer un simple ejercicio de obediencia, que haces porque sabes que es tu obligación. Yo te mandé amar incluso a quienes te odian y hacer el bien a quienes te persiguen[2]. Pero aunque al principio no sea más que un simple acto de obediencia, al dar ese paso te darás cuenta de que el perdón no solo obra en tu corazón y sana el dolor, la herida o el pesar, sino que también restablece la vida, la esperanza y la alegría.

El perdón quitará el dolor, la sensación de tragedia, el daño y la pesadumbre que hay en tu corazón, y lo cubrirá con Mi bálsamo sanador. Aunque no quede como antes de sufrir la herida, sanará, y tendrás un corazón más fuerte, lleno de los gozos secretos y la profundidad que da el perdón.

Decídete a perdonar

«Cuando estén orando, primero perdonen a todo aquel contra quien guarden rencor, para que su Padre que está en el cielo también les perdone a ustedes sus pecados».  Marcos 11:25[3]

Por mucho que analices lo sucedido para dilucidar lo que estuvo bien y lo que no, tratando de sacar cuentas y repartir culpas, no lograrás responder a los interrogantes que asaltan tu mente y tu corazón. Tampoco te ayudarán la angustia, el odio o el desconcierto. La solución nunca será suficientemente equitativa y justa para darte la sanación que necesitas.

La sanación viene a raíz de la decisión de perdonar, porque perdonar es optar por abrir tu vida a la curación milagrosa que puede obrar Mi amor. Entonces Yo puedo entrar y hacer desaparecer la confusión, el enojo, el dolor y la angustia. Decidirte a perdonar es invitarme a dar inicio al proceso curativo en tu corazón, mente y espíritu.

Esa disposición a perdonar no se alcanza esperando que todo se arregle con el tiempo. Es más, el tiempo puede obrar en contra de ti, porque cuanto más permanezcas en ese estado de agitación y confusión, albergando resentimiento o rabia contra alguien, más hondos se harán los surcos en tu espíritu y más te costará decidirte a perdonar.

El primer paso hacia el perdón consiste en poner en Mis manos todo pensamiento angustiado, toda emoción negativa, todo resentimiento, ira, angustia, confusión y desespero. Toma todos tus pensamientos y emociones y deposítalos en Mis manos, sabiendo que me encargaré de ellos, que desharé todos los entuertos y haré que toda circunstancia que afecte tu vida sea un instrumento de bien.

A los que aman Mi Palabra les he prometido mucha paz, y que nada los hará tropezar u ofenderse[4]. Invoca esa promesa que te hice, porque tienes derecho a disfrutar de mucha paz en toda circunstancia, cualquiera que sea el daño que sufras.

Pídeme que te ayude a perdonar. Dime que deseas hacerlo, que optas por el perdón. Para tomar esa decisión, no esperes a que te invada un gran alivio o una fuerza sobrenatural. Hazlo por fe. Decídete a perdonar, sabiendo que sientas lo que sientas, una vez que lo hagas podré empezar a sanar tu espíritu, y el regalo del perdón podrá obrar un milagro en ti.

El perdón es para ti

«No paguen mal por mal. No respondan con insultos cuando la gente los insulte. Por el contrario, contesten con una bendición. A esto los ha llamado Dios, y Él les concederá Su bendición».  1 Pedro 3:9[5]

Aunque la persona que te agravió nunca te haya pedido perdón ni haya dado señales de estar arrepentida de lo que hizo, el perdón es para ti, para tu corazón y tu espíritu. Si no dejas que Mi perdón sane y cierre la herida, tu espíritu seguirá afligido; tu mente, atormentada y confusa, y tu corazón no se recuperará. Te convertirás en víctima de las circunstancias en vez de remontarlas con Mi milagroso poder.

Aunque te parezca imposible avenirte a perdonar a quienes no anhelan perdón, recuerda que la capacidad de perdonar es para tu bien, para que encuentres sanación, alivio y paz, independientemente de las decisiones que tomen o dejen de tomar los demás.

Tu capacidad de perdonar y superar lo ocurrido da testimonio de Mi amor. Si tomas la decisión de perdonar, verás que esta cruz es capaz de transportarte a un plano más elevado en el que podrás influir en otros y ser un testimonio vivo de Mi poder.

Mensajes publicados por primera vez en agosto de 2008. Adaptados y publicados de nuevo en junio de 2019.


[1] RVR 95.

[2] Mateo 5:43–48.

[3] NTV.

[4] Salmo 119:165.

[5] NTV.

 

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