mayo 16, 2019
Hay un grupo de personas que existen en todos los países del mundo. La mayoría procede de los estratos más pobres de la sociedad, sin embargo quienes acaban en ese grupo pueden también venir de las clases medias o incluso de las más altas. Sus vidas, en la mayoría de los casos se han convertido en un verdadero infierno en vida. No obstante, aun en las circunstancias a menudo brutales y extremas en que se ven obligados a vivir, existe un gran potencial para que la luz de Dios resplandezca en su oscuridad.
La gente es prisionera del pecado hasta que Jesús rompe sus ataduras por medio de Su sangre. Pero en el mundo hay quienes no solo viven presos del pecado sino que también están físicamente presos, encerrados en cárceles de verdad, tras barrotes y cercos de alambre de púas. Aunque no te sientas personalmente llamado a la retadora tarea de visitar o escribirle a los presos, de todos modos puedes hacer algo muy importante: comprometerte a orar por quienes se encuentran presos y que tanto necesitan a Jesús. Muchos reos endurecidos, inalcanzables, que experimentaron una transformación sobrenatural al conocer la luz y el amor de Cristo, atribuyen buena parte del milagro que ocurrió en su vida a cristianos que intercedieron por ellos en oración.
Ya sea que un recluso haya cometido crímenes o que haya acabado en la cárcel injustamente, por lo general caen presa de la amargura y la rabia, la soledad, el temor, el remordimiento y la depresión, entre otras emociones destructivas. Quienes se entregan al mal a menudo también atacan a otros prisioneros, abusan de ellos y los desmoralizan por completo, dejándolos en muchos casos sin esperanza alguna de salvación o incluso de supervivencia.
Desde joven me pesaba en el corazón la situación los presos. Mi tía a veces iba a visitar las cárceles con un grupo de la iglesia a la que pertenecía. Conoció a un hombre que se había salvado estando preso, así que me sugirió que le escribiera regularmente, para animarlo. Y lo hice. Me conmovió su situación y la de tantos otros presos en todas partes del mundo. Fue el primer contacto que tuve con un preso, aunque fuera a distancia. Nunca llegué a conocer al hombre al que le había escrito, pero tuve la oportunidad de animarlo espiritualmente.
Con el ministerio de las cárceles, al igual que con algunos otros, a menudo los avances son lentos. Es todo un reto ingresar a esos recintos; uno se topa con una serie de trabas burocráticas y aspectos relacionados con la seguridad para atravesar sus muros. Y luego hay toda otra serie de barreras en los presos mismos, que están endurecidos y amargados, presos del temor, la depresión y la desesperación. Pero si el Señor te pone ese deseo en el corazón, te abrirá también las puertas de par en par en tanto perseveres, y puede llegar a ser un ministerio muy gratificante en el cual el Señor puede servirse poderosamente de ti para transformar vidas poco a poco.
Hay aproximadamente once millones de personas confinadas en prisiones alrededor del mundo[1]. Esas personas constituyen un segmento de la sociedad que en su mayoría no cuenta con ningún tipo de apoyo, nadie a quien le importe si están vivos o se mueren. Si bien algunos son delincuentes violentos, buena parte se encuentra entre rejas por otros delitos no violentos. También existe un buen número de personas que han sido encarceladas a pesar de ser inocentes. En muchos lugares, sus «delitos» podrían ser no estar de acuerdo con quienes ostentan el poder, participar en manifestaciones contra el gobierno o formar parte de una minoría religiosa. En algunos países, incluso en aquellos que se consideran desarrollados o del primer mundo[2], mucha gente acaba presa durante años o hasta décadas sin que jamás se le haya comprobado crimen alguno.
Con esto les he dado apenas un vistazo al amplio tema de las cárceles. Es enorme la necesidad espiritual de esperanza, del Espíritu del Señor y de la Palabra. No podemos liberar a los presos en el plano físico, sin embargo podemos ayudar a liberar su espíritu de modo que creen una conexión con Dios, que los ama y quiere que se vuelvan parte de Su reino.
Jesús se planteó la misión de liberarnos. Podemos ayudar a liberar a otros cautivos ayudándolos a hacerse ciudadanos de Su reino.
La mayoría de las sociedades no ofrecen muchas oportunidades que digamos a los ex convictos para que puedan rehacer su vida y volverse miembros productivos de su sociedad. El estigma social les hace difícil incluso a quienes tienen facilidad para encontrar empleo que rehagan su vida. Necesitan fe y esperanza, y la fortaleza del Señor para ayudarlos a perseverar y sobreponerse a los múltiples retos que enfrentan estando presos.
Muchos ex convictos no cuentan con sitios a donde ir cuando son liberados. Lamentablemente, muchos recaen en vidas de crimen, violencia, drogas, etc., y sus vidas se van a pique. Si no cuentan con algo superior a que acudir, la mayoría carece de la motivación suficiente como para vencer las corrientes negativas del pasado. No obstante, como cristianos, nosotros tenemos la oportunidad de marcar una diferencia. El que nosotros hagamos lo que está en nuestras manos para ayudarles a encontrar fe en Jesús, Su Palabra y Su amor puede ayudarlos a romper el círculo vicioso y encontrar nueva vida.
Este mundo que han creado los pecados del hombre con su inhumanidad para con sus semejantes puede llegar a ser un lugar muy frío y cruel. Sin embargo, como dice la Biblia, allí donde abunda la iniquidad, sobreabunda la gracia[3]. Una de las razones por las que Jesús nos tiene en la Tierra es para que hagamos todo lo que está en nuestras manos para cumplir con la tarea que Él comenzó: «[…] sanar a los quebrantados de corazón, […] pregonar libertad a los cautivos y [dar] vista a los ciegos, poner en libertad a los oprimidos»[4].
Jesús dijo: «Estuve preso y me visitaste»[5]. Podemos visitar a Jesús en las cárceles del mundo por medio de las oraciones por tantas personas que no tienen esperanza ni amor, ni tienen luz alguna en la vida. A ustedes les pido que oren pidiendo que Dios haga llegar Su luz y Su vida al corazón de quienes se encuentran en cautiverio. Pídanle a Jesús que haga algo para que esas personas establezcan una relación con Él, a fin de que cambien las cosas, para infundirles esperanza y hacerles saber que a pesar de todo Jesús los ama entrañable e incondicionalmente.
«Acuérdense de los presos, como si ustedes fueran sus compañeros de cárcel, y también de los que son maltratados, como si fueran ustedes mismos los que sufren»[6].
Artículo publicado por primera vez en abril de 2014. Texto adaptado y publicado de nuevo en mayo de 2019.
[2] http://www.americasquarterly.org/aborn-prisons.
[3] Romanos 5:20.
[4] Lucas 4:18.
[5] Mateo 25:36.
[6] Hebreos 13:3 (NVI).
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