Seguridad de recibir lo que se espera

diciembre 3, 2018

Virginia Brandt Berg

[Assurance of Things Hoped For]

¿Cómo sabemos cuándo no es preciso seguir orando por un asunto? ¿Se puede saber cuándo debes dejar de pedir algo a Dios y comenzar a darle las gracias por ello? Creo que sí.

Leamos de nuevo la definición que hace la Biblia sobre la palabra fe: «Tener fe es tener la plena seguridad de recibir lo que se espera; es estar convencidos de la realidad de cosas que no vemos»[1]. Cuando estás seguro de lo que esperas. Ya no tienes que seguir pidiendo. Has llegado al punto en que estás seguro. Es la experiencia de la fe, y a través de ella Dios nos habla cuando oramos.

Ahora viene la pregunta: ¿Cómo puedes estar seguro de que Dios te ha escuchado y estar convencido de que recibirás la respuesta? Si pides algo dentro de la voluntad de Dios, sabrás que ya no necesitas seguir orando por ello. ¿Por qué? Porque estás seguro de que Dios te ha escuchado y de que ya no hace falta seguir pidiéndolo. En realidad, es posible que ya no puedas orar más por ello porque tienes fe en que ya has recibido aquello que pediste.

Si meditas en Sus promesas hasta que tengas la plena seguridad de recibir lo que esperas, puedes acudir humildemente ante el Señor con tu petición y creer que ya lo tienes, que posees lo que pediste. Crees, como dice la Palabra de Dios que «todo aquel que pide, recibe»[2]. También crees la promesa: «Todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá»[3]. También crees 1 Juan 5:14 y 15: «Y esta es la confianza que tenemos en Él, que si pedimos alguna cosa conforme a Su voluntad, Él nos oye. Y si sabemos que Él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho».

La fe que demostraste cuando comenzaste a orar, se va tonificando y fortaleciendo, y la seguridad evita que sigas orando por lo mismo. Confías tanto en que Dios, tu Padre, te ha escuchado, que tu fe se transforma en propiedad y pertenencia. Pero recuerda, la fe es un don de Dios, y Él nos da el poder de recibir solo si somos fieles en orar y leer Su Palabra.

Con mucha frecuencia, pedimos pero no creemos a Dios, y por eso no recibimos nada. Una vez le pedí algo a Dios por mucho tiempo. Al meditar al respecto, el Señor me dijo: «¡Pues acéptalo! ¡Acéptalo! ¿Por qué no lo aceptas?»

Lo más importante es recordar cuán veraz es la Palabra de Dios. Debes creerla a pesar de todas las contradicciones que expresan las personas y las circunstancias y condiciones que te rodean. Dios siempre es fiel, pero con frecuencia el Diablo, que es mentiroso, nos tienta a aceptar y creer más en nuestras circunstancias y sentimientos que en la Palabra de Dios.

Tomemos el ejemplo de la curación del hijo del noble que escuchó que Jesús venía a Galilea. Fue en busca de Jesús para rogarle que curara a su hijo moribundo. Suele ocurrir que cuando oramos para ser liberados no estamos dispuestos a creerlo a menos que sintamos algo sobrenatural. A veces sentimos esa sensación extraordinaria, pero en otras ocasiones no sentimos ni escuchamos nada. Ese hombre rico no necesitó nada de eso. Era un caso de urgencia. Su hijo yacía moribundo y dijo: «Señor, desciende antes que mi hijo muera». Su fe lo motivó a insistir y a hacerlo con humildad. Y el Señor recompensó su fe y le dijo: «Ve, tu hijo vive»[4].

Y el noble simplemente se marchó. No había nada más a que aferrarse, solo tenía que creer la palabra de Cristo. No podía ver de inmediato a su hijo para constatar que había mejorado. No había ninguna confirmación visible, y no podía hacer otra cosa que creer que su hijo se había recuperado simplemente porque Jesús lo dijo y Su palabra era verdad. Ojalá pudiéramos creer que Cristo ha cumplido Sus promesas cuando las invocamos en Su nombre, incluso antes de que podamos ver ninguna circunstancia terrena que nos lo garantice.

Todavía tenemos que aprender lo distinto que es andar por fe de andar por vista. Limitamos a Dios al ver las cosas solo con nuestros cinco sentidos. Hemos leído que el hombre creyó lo que Jesús le dijo y volvió a su casa. No se fijó en cómo se sentía, lo que vio o escuchó. Simplemente creyó la Palabra del Señor. Me pregunto si nosotros habríamos dudado de la curación del hijo hasta que nos encontráramos con el sirviente que nos traía la buena noticia.

No entristezcamos a Dios pidiendo una señal, alguna prueba visible. Aceptemos Su Palabra, creámosla, y jamás nos fallará. Puedes apoyarte en la Palabra y habiendo acabado todo, pararte firme, porque Dios está en el trono y la oración cambia las cosas, y si crees las cambiará para ti.

Texto adaptado de una transcripción del programa Momentos de meditación. Publicado en Áncora en diciembre de 2018.


[1] Hebreos 11:1 (DHH).

[2] Mateo 7:8.

[3] Marcos 11:24.

[4] Juan 4:47-50.

 

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