octubre 17, 2018
Es indiscutible que el Señor es un dador realmente extravagante. A menudo está más dispuesto a dar que nosotros a recibir. Al mismo tiempo, también creo que estar dispuestos a recibir no es algo que se nos dificulte a muchos de nosotros. ¿Quién vacilaría antes de recibir más bendiciones de sanidad, salud, finanzas, seguridad en el trabajo, testificación eficaz y demás?
Cuando abundan esas bendiciones, no es difícil encontrar motivo para alabar y glorificar al Señor. Sin embargo, recientemente escuché la canción «Simplemente porque eres», de Phillip Sandifer:
Padre del mundo,
Tú eres la vida dentro de mí.
Dios de toda la creación,
vives en mi corazón.
Te alabaré, Señor,
sin que dependa de Tu bendición.
Porque Tú eres digno de mi alabanza, Señor,
simplemente porque eres.
Simplemente porque eres,
por siempre te alabaré.
Simplemente porque eres,
Tu nombre glorificaré.
Simplemente porque eres,
pongo mi vida en Tus manos.
Padre, te adoro,
simplemente porque eres.
(Traducción literal. Para escuchar la canción, diríjanse a este enlace).
Escuché esta hermosa canción por primera vez cuando era un adolescente, y me encantó por las buenísimas voces y el arreglo musical. Pero hace solo unos meses, durante un momento difícil en mi vida, mientras oraba por un milagro de curación que no sabía cómo ocurriría, sentí ganas de escuchar esta canción otra vez y esta vez me concentré en la letra. En ese momento cobró mucho sentido. No podría haber sido más adecuada en ese momento[1].
Le había estado repitiendo una y otra vez al Señor que lo alabaría como nunca antes si Él cumplía Su promesa para mí. Pero mientras escuchaba la canción, escuché que me decía: «¿Por qué esperar hasta entonces para alabarme? ¿Por qué no me alabas ahora, simplemente por soy?»
Luego el Señor me dio la siguiente analogía. En un matrimonio o en una relación, ¿qué mujer no agradece cuando su hombre le manifiesta físicamente su amor comprándole regalos, haciendo cosas divertidas con ella, etc.? A fin de cuentas, si la relación es auténtica, esas manifestaciones físicas no son la razón principal por la que ella lo ama. Ella lo ama por ser quien es. Entendí que así es cómo debería ser mi relación con Jesús. Si bien debo creerle cuando promete bendecirme y obrar milagros para mí, de la manera que María creyó al ángel que anunció la promesa del nacimiento de Jesús[2], también debería amarlo, alabarlo y glorificarlo sin reservas, sin importar Su bendición o cuánto debo esperar para palparla. Debo «bendecir al Señor en todo tiempo»[3].
Al fin y al cabo, Jesús me ama no por lo que le doy o hago por Él. Él me ama tal como soy, porque soy. ¿Por qué no habría de esperar que yo lo ame a Él del mismo modo? No cabe duda que es estupendo recibir regalos desde lo alto. Pero ahora se me estaba recordando que debo anhelar al donante pon encima de los dones.
Al compartir esto, no estoy dando a entender que he descartado la acción de orar y esperar la respuesta a mis oraciones. Sin embargo, sí estoy intercalando las oraciones de petición con un montón de oraciones de alabanza, para que sepa que lo amo, lo glorifico y lo adoro, no solo por lo que me da o hace por mí, sino simplemente porque Él es.
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