Solo una vida que pronto pasará

octubre 9, 2018

Recopilación

[Only One Life, ’Twill Soon Be Past]

Cuando lleguemos al Cielo, una de las mayores sorpresas que nos llevaremos será descubrir las cosas que realmente son importantes para Jesús y cuáles eran irrelevantes para Él.

C.T. Studd, que dedicó su vida a la obra misionera, escribió un poema con esta frase memorable: «Solo una vida que pronto pasará; solo lo hecho por Cristo, perdurará».

En la actualidad muchas personas dedican su tiempo a labores infructuosas, malgastando su tiempo, dinero y energía en trabajos, actividades y pasatiempos perecederos, que no tendrán ningún valor en la otra vida. Uno de estos días, esas personas descubrirán que se pasaron toda la vida trabajando en algo que desaparecerá en un momento. En un abrir y cerrar de ojos, paf, todo eso habrá desaparecido. Se habrá evaporado.

Por eso, Jesús dijo: «Trabajen, pero no por la comida que es perecedera, sino por la que permanece para vida eterna»[1]. Y: «No almacenes tesoros aquí en la tierra, donde las polillas se los comen y el óxido los destruye, y donde los ladrones entran y roban. Almacena tus tesoros en el cielo, donde las polillas y el óxido no pueden destruir, y los ladrones no entran a robar»[2]. Jesús nos aconseja invertir nuestro tiempo y energía en algo que podamos llevarnos con nosotros a la otra vida. Nos dice que invirtamos en nuestro futuro celestial, en cosas que tengan un valor eterno, en aspectos que estén basados en el amor.  Christi S. Lynch[3]

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El sentido de la vida —según las palabras de Jesús (en la parábola del rico insensato, Lucas 12:13-21)— es asombrosamente simple: ser rico hacia Dios. Cuando termina el juego (de la vida), lo único que importará es la valoración que Él haga de nuestra vida. Inversionistas de capital, estrellas de Hollywood, conserjes de escuelas y cazadores somalíes harán fila en igualdad de condiciones ante Dios.

Ser rico hacia Dios significa darle prioridad al alma para que cada vez sea más saludable y mejor.

Ser rico hacia Dios significa amar y disfrutar de las personas que te rodean.

Ser rico hacia Dios significa aprender sobre tus dones y pasiones y obrar bien para generar un cambio positivo en el mundo.

Ser rico hacia Dios significa ser generoso con lo que tienes.

Ser rico hacia Dios significa convertir lo temporal en siervo de las cosas que son eternas.

Cada una de estas dimensiones de riqueza importan. Pero Jesús las condensó en dos importantes mandamientos, cada uno edificado en base a una palabra: Amor.

Ama a Dios con todo tu corazón, alma, mente y fuerzas, dijo. Ama a tu prójimo como a ti mismo… Nadie puede obrar de esa manera y ser pobre a los ojos de Dios. Nadie puede abandonar ese propósito y ser rico a los ojos de Dios.  John Ortberg[4]

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Todos conocemos el viejo adagio de que cuando te mueres no te llevas nada contigo. Es absolutamente cierto cuando de bienes materiales se trata. La vida corpórea queda atrás junto con todo lo que es tangible. «Lo que es nacido de la carne es carne; lo que es nacido del espíritu es espíritu»[5]. Las cosas materiales de esta vida, que hoy valen tanto, no tendrán valor alguno en la vida venidera.

Viene al caso un chiste que me contó un amigo hace un tiempo: Un hombre acaudalado que estaba próximo a morir recibió la visita de un ángel. Le preguntó a este si podría llevarse algunos de sus bienes consigo al Cielo. El ángel respondió que no era lo acostumbrado, pero que de todos modos consultaría. Al regresar le dijo que le daban permiso para llevarse una maleta llena de valores. Al morir, el hombre llegó a las puertas del Cielo con su maleta y el ángel fue a su encuentro. Curioso por saber qué había traído consigo, el ángel le preguntó si no le importaría que echara un vistazo en la maleta. El hombre la abrió y estaba llena de lingotes de oro. El ángel miró fijamente al hombre y le preguntó: «¿Trajiste pavimento?»

Lo que hacemos en esta vida terrenal —el fruto de nuestra relación con el Señor, de nuestro discipulado, de seguir la Palabra de Dios, de nuestro servicio a Él y a los demás, de nuestros actos de amor— es una inversión en la eternidad, que hace una gran diferencia en la otra vida. La carencia de esas inversiones también tiene incidencia. La vida que llevamos, las decisiones que tomamos, el bien que hacemos, el amor que manifestamos; todo eso incide en nuestro futuro eterno.

Aunque cada uno de nosotros por ser cristiano está salvado y tiene vida eterna, todos tendremos que dar cuenta de nuestra vida, de si seguimos a Dios y Su Palabra o de cómo lo hicimos; y recibiremos nuestra recompensa dependiendo de lo que hayamos hecho o dejado de hacer en nuestra vida terrenal.

«He aquí Yo vengo pronto, y Mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra»[6].  Peter Ámsterdam

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Conocí a una señora que se pasó años trabajando esforzadamente y ahorrando para construir y decorar una casita donde vivir con comodidad cuando se retirara. Con mucha pena para ella, pocos meses después de terminarla se enfermó de gravedad y le dijeron que le quedaba poco tiempo de vida. Un día fui a visitarla. Me senté junto a su cama y me dijo: «El tiempo se me está acabando. Me gasté lo poco que tenía en cosas que carecen de valor en el mundo al que voy». Había adquirido un sentido de lo realmente valioso, pero demasiado tarde.

Si pudiéramos ver todos nuestros actos enmarcados en los efectos que producen a la postre, nuestra existencia cambiaría radicalmente. No trataríamos de justificar el tiempo que perdemos en actividades de escaso valor y trascendencia, ni nos detendríamos en trivialidades cuando lo eterno requiere nuestra atención.  Virginia Brandt Berg

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Jimmy Carter es ex presidente de los Estados Unidos de América. También es un cristiano consagrado. Todos los años, la Iglesia Bautista de Plains —a la que asiste Carter— inicia una semana de misión, en la que la congregación se dirige a la comunidad para invitar a personas laicas a asistir a las reuniones de reavivación de la iglesia.

En cierta ocasión, Carter fue invitado a hablar en otra iglesia de Georgia. Mientras se preparaba, decidió relatar su participación en las semanas de misión de su iglesia local. Al hacer memoria, concluyó que en el curso de 14 años había visitado más de 140 hogares de su comunidad.

Aquel logro llenó de orgullo a Carter, hasta que comparó su testificación con sus campañas de elección política. Carter se dio cuenta de que, en el año 1966, mientras hacía campaña para ser elegido gobernador de Georgia, se reunió con al menos 300.000 personas para convencerlas de que votaran por él. «Aquella comparación me llenó de asombro: ¡300.000 visitas para mí en tres meses comparadas con 140 visitas para Dios en 14 años!»  Extracto de la autobiografía de Jimmy Carter

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Jesús dijo: «El reino de los Cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas, el cual habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía y la compró»[7]. ¿Te has puesto a pensar en cuántas personas vieron esa perla antes que el mercader, sin percatarse de su valor? Otros tal vez ansiaron adquirirla, pero ya habían malgastado todos sus recursos en objetos de mucha menor valía. A otros simplemente les pareció que no merecía la pena pagar tanto por ella.

¿Cuál es tu perla preciosa? ¿Qué sacrificarías para obtenerla? Esas decisiones pertenecen a tu fuero interno; solo tú las puedes tomar, con la ayuda de Dios.  Keith Phillips

Publicado en Áncora en octubre de 2018.


[1] Juan 6:27 (NVI).

[2] Mateo 6:19-20 (NTV).

[3] http://www.mywonderstudio.com/level-2/2013/1/4/the-things-that-really-count.html. Contribución de Christi S. Lynch, adaptado de los escritos de María Fontaine.

[4] John Ortberg, When the Game Is Over It All Goes Back in the Box (Zondervan, 2015).

[5] Juan 3:6.

[6] Apocalipsis 22:12.

[7] Mateo 13:45-46.

 

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