Somos más que vencedores

agosto 7, 2018

Recopilación

[We Are More Than Conquerors]

Romanos 8:37 (NVI) dice: «Somos más que vencedores por medio de Aquel que nos amó».  Vencer es salir victorioso sobre un adversario. Ser más que vencedores significa que no solo logramos una victoria, sino que fue una aplastante victoria. […]

En el Antiguo Testamento hay muchos ejemplos en los que Dios milagrosamente da una victoria a Su pueblo, Israel. Hablando humanamente, Israel no podía enfrentar a sus enemigos. Sin embargo, Dios les advirtió que no tuvieran miedo, les dijo que Él combatiría sus batallas en lugar de ellos. Éxodo 14:14 (NVI) dice: «Ustedes quédense quietos, que el Señor presentará batalla por ustedes». El Señor le dijo a Jeremías que Él traería ejércitos que combatieran contra los israelitas como castigo por su desobediencia; pero incluso entonces: «“no podrán vencerte, porque Yo estoy contigo para librarte”, afirma el Señor»[1]. En un caso, un ejército completo huyó de su propio campamento cuando Dios hizo que escucharan los sonidos de un gran ejército que se acercaba. Los israelitas, devastados por el hambre, pudieron saquear el campamento enemigo y proveer para sus familias, aunque no fue por un acto de ellos[2]. No solo se salvaron de un ejército que se acercaba, sino que en realidad se beneficiaron de esa amenaza. Fueron «más que vencedores».

Satanás es nuestro adversario. Lanza toda clase de ataques para derrotar, robar la alegría, ataques que amenazan el bienestar y la fe de los hijos de Dios. Muchos de esos ataques se nombran en Romanos 8:35-39: tribulación, angustia, persecución, hambre, indigencia y violencia. Pablo nos anima a mantenernos firmes en nuestra fe cuando lleguen esos ataques, recordándonos que no solo ganaremos al final, sino que ahora Jesús hace posible que ganemos. Satanás no tiene poder para robar nuestro destino eterno, y no puede separarnos del amor de Dios ahora mismo. Nada de lo que enfrentemos preocupa a Dios en absoluto. Si somos Sus hijos por medio de la fe en Su Hijo, entonces tenemos Su promesa de amor y protección. En Juan 10:27-29 (NVI), Jesús dijo: «Mis ovejas oyen Mi voz; Yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna, y nunca perecerán, ni nadie podrá arrebatármelas de la mano. Mi Padre, que me las ha dado, es más grande que todos; y de la mano del Padre nadie las puede arrebatar».

Ser más que vencedores significa que enfrentamos los padecimientos de la vida con la certeza de que no estamos solos. Tenemos un Padre poderoso que combate por nosotros. Nos acercamos a los valles más oscuros con confianza, sabiendo que nada nos puede ocurrir que no haya permitido nuestro amoroso Padre para nuestro bien[3]. Tenemos Su promesa de vida eterna[4] y la presencia del Dios Todopoderoso cada momento de todos los días hasta que lo veamos frente a frente[5]. Ningún pecado nuestro ni ningún intento del enemigo puede robar de nuestra vida el cuidado amoroso de Dios, y eso nos hace más que vencedores por medio de Cristo que nos ama.  Tomado de GotQuestions.org

Tengan por sumo gozo

Las batallas los fortalecen. Las penurias les enseñan determinación y perseverancia. Los estrujones exprimen lo malo y hacen resaltar lo bueno. Los fuegos de las pruebas eliminan las impurezas y los purifican. La soledad los acerca más a Mí. La deficiencia los ayuda a darse cuenta de lo mucho que me necesitan. La tristeza les da compasión. Las dificultades hacen que me alaben y me den gracias por los buenos tiempos. La lluvia de adversidad ayuda a aclararles la vista a medida que fijan la mirada en Mí.

Así pues, tengan «por sumo gozo» cuando enfrenten pruebas y tentaciones, sabiendo que en todo eso conmigo serán más que vencedores.  Jesús, hablando en profecía

Superación de los obstáculos

Si bien puede que las circunstancias no cambien —al menos no inmediatamente—, Dios es capaz de ayudarte a remontarlas. Si los obstáculos no se quitan del camino, te ayudará a sortearlos, ya por arriba, ya por abajo, ya por el costado. Es posible que no elimine todos tus problemas, pero te ayudará a salir airoso de ellos.

La vida del cristiano no se vuelve más fácil, pero sí mejora. Puede ser maravillosa una vez que aprendas a valerte del poder y la gracia divinas para superar obstáculos. Esas piedras de tropiezo pueden tornarse en peldaños. Las alas se fortalecen con pesas. Es posible vencer las adversidades cotidianas, las aflicciones y los avatares de la vida.  Shannon Shayler[6]

Lo que Dios ha prometido

Dios no ha prometido
cielos siempre azules,
ni que la vida toda sea
senda de flores y perfumes.
Dios no ha prometido
sol sin chaparrones,
alegría sin dolor,
paz sin tribulaciones.

Dios no ha prometido
que jamás conoceremos
trabajos, tentaciones
y quebrantos extremos.
No ha dicho que no
llevaremos a cuestas
muchas cruces pesadas,
muchas cosas molestas.

Dios no ha prometido
espaciosas calzadas,
un viaje sin obstáculos
en rápidas jornadas,
sin toparnos jamás
con montañas rocosas
ni ríos de aguas
hondas y estruendosas.

Pero sí ha prometido
fuerzas para cada día,
descanso a su tiempo,
luz para la travesía,
gracia en las pruebas,
ayuda del Cielo,
inagotable compasión
y amor imperecedero.

Annie Johnson Flint

Fuerzas para la batalla

El destacado defensor de los derechos civiles, el estadounidense Martin Luther King, hijo, fue una persona de valentía extraordinaria. Soportó vilipendio, golpes, encarcelamiento, amenazas de muerte. Su casa fue bombardeada y, como todos sabemos, finalmente fue asesinado.

Así pues, ¿qué lo motivó a seguir adelante? Un profundo sentido del llamado de Dios en su vida. King solo tenía 26 años cuando lo nombraron líder de la campaña por la defensa de los derechos civiles en Montgomery, Alabama. Además de las amenazas aterradoras por parte del Ku Klux Klan, King fue acosado por la policía. Lo detuvieron por conducir 8 kilómetros sobre el límite de velocidad y así fue que pasó su primer período en la cárcel. La noche después de su liberación estaba en su casa y sonó el teléfono. Una voz amenazadora al otro lado de la línea le dijo: «Estamos cansados de usted y sus líos. Y si no sale de la ciudad en tres días, vamos a volarle los sesos y haremos explotar su casa».

King estaba turbado y con mucho miedo, por lo que le podría ocurrir a él, a su esposa y a sus hijos pequeños. Poco después de esa llamada telefónica, estaba en la cocina, sentado a la mesa y bebía una taza de café. Contó: «Me senté a la mesa y pensé en esa niñita y en que me la podrían quitar en cualquier momento. Empecé a pensar en mi esposa —dedicada, devota, leal—, que dormía… y llegó un momento en que ya no lo soportaba. Estaba débil…

»Y entonces descubrí que la religión tenía que ser algo real para mí, y que debía conocer a Dios por experiencia propia. Y frente a esa taza de café, me incliné para orar. Jamás lo olvidaré… Oré: “Señor, trato de hacer lo correcto. Creo tener razón. Creo que la causa que represento es buena. Sin embargo, Señor, debo confesar que ahora soy débil. Que flaqueo. Pierdo el valor”. […] Y en ese momento me pareció que podía escuchar una voz interna diciéndome: “Martin Luther, defiende la rectitud. Defiende la justicia. Defiende la verdad. Y he aquí estaré contigo hasta el fin del mundo”. […] Oí la voz de Jesús que seguía diciendo que no dejara de luchar. Prometió no dejarme nunca, que nunca me dejaría solo. No, nunca estaría solo. No, nunca estaría solo. Prometió que nunca me dejaría, que nunca me dejaría solo».

Tres noches después, se cumplió la amenaza que le hicieron por teléfono: una bomba explotó frente al porche de la casa de King. Gracias a Dios, nadie salió herido. Sin embargo, King logró superarlo: «La experiencia religiosa que tuve aquella noche, poco antes, me dio las fuerzas para enfrentar esa situación». Una y otra vez en el ministerio de Martin Luther King recordaba aquella experiencia para fortalecerse al enfrentar esas terribles dificultades.  Tomado de storiesforpreaching.com[7]

Publicado en Áncora en agosto de 2018.


[1] Jeremías 1:19 (NVI).

[2] 2 Reyes 7.

[3] Salmo 23:4; Romanos 8:28.

[4] Juan 3:16; Tito 1:2; 1 Juan 5:11.

[5] Salmo 139:7–12; Deuteronomio 31:8; Hebreos 13:5; Mateo 28:20.

[6] Cada obstáculo, una oportunidad (Aurora Production, 2010).

[7] https://storiesforpreaching.com/category/sermonillustrations/finishing-the-race.

 

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