agosto 1, 2018
Hace poco oraba por una situación personal que me ha preocupado desde hace mucho tiempo. Mis pensamientos iban a mil por hora, y sabía que o seguía transitando por el carril rápido de la agitación, o podía dirigirme hacia el camino de la paz. Sabiendo que lo primero me llevaría a un callejón sin salida, comencé a recordar y reflexionar sobre las escrituras acerca de la paz.
Mientras lo hacía, me di cuenta de que había llegado a la conclusión de que gozar de paz representaba un lujo que no siempre me podía dar. Pero me resultó evidente que, según la Palabra de Dios, la paz no es un «lujo» simplemente; es un regalo que Jesús nos ofrece por gracia, y debería ser un factor fundamental en mi relación con Él.
Jesús recalcó varias veces la paz en Su «discurso del aposento alto» en los capítulos 14 a 17 del libro de Juan. Esta conversación final con Sus discípulos antes de ser crucificado comienza con las palabras: «No se angustien»[1]. En el versículo 27 dice: «La paz les dejo; Mi paz les doy. Yo no se la doy a ustedes como la da el mundo. No se angustien, ni tengan miedo». En el capítulo 16, versículo 33, dice: «Yo les he dicho estas cosas para que en Mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo.»
La paz ocupa el tercer lugar en la lista de los frutos del Espíritu en Gálatas 5:22-23: «Pero el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz...»
Jesús no solo habló sobre la paz, sino que también la demostró cuando estaba en el mar en un bote con Sus discípulos. «Se desató entonces una fuerte tormenta, y las olas azotaban la barca, tanto que ya comenzaba a inundarse. Jesús, mientras tanto, estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal, así que los discípulos lo despertaron. “¡Maestro! —gritaron—, ¿no te importa que nos ahoguemos?” Él se levantó, reprendió al viento y ordenó al mar: “¡Silencio! ¡Cálmate!” El viento se calmó y todo quedó completamente tranquilo.»[2]
Los discípulos de Jesús interpretaron que estaba durmiendo por falta de interés; y probablemente yo, de haber estado entre ellos, hubiera sentido lo mismo. Esto me desconcertó sobremanera, ya que el Salmo 121: 3-4 dice: «Jamás duerme el que te cuida. Jamás duerme ni se adormece el que cuida de Israel».
La capacidad de Jesús para dormir durante la tormenta era una manifestación de la paz del Padre en Él. A pesar de que Su cuerpo físico dormía, estaba perfectamente consciente en espíritu, y realmente le preocupaba lo que estaba pasando. Podría haber hecho que la tormenta se detuviera, incluso mientras dormía. Esto ayuda a explicar Marcos 4:40: «¿Por qué tienen tanto miedo? —dijo a Sus discípulos—. ¿Todavía no tienen fe?» Pensé: Con razón Isaías predijo que Jesús sería llamado «Príncipe de paz»[3].
Un resultado de una búsqueda en línea que hice, revela que en una traducción de la Biblia, la palabra «paz» se usa 429 veces. Por eso me pregunté cómo era posible que yo concluyera que la paz era un mero lujo. Las escrituras que mencioné anteriormente, junto con muchas otras, indican claramente que Dios nos ofrece Su paz tan libremente como nos ofrece la salvación. Solo tenemos que aceptarla.
Hace algún tiempo, me topé con este juego de palabras a menudo citado: «Conoce a Jesús, conoce la paz. Sin Jesús, no hay paz». La única forma de disfrutar de paz duradera es «conocer a Jesús».
El Salmo 34:14 nos dice: «Busca la paz y síguela». En el mundo de hoy, con su trajín, tecnología, problemas, guerras, conflictos, etc., puede resultar difícil hallar paz mental, y a menudo es necesario «perseguirla» para obtenerla. Pero después de repasar las escrituras que se mencionan aquí, tomé la decisión de buscar ardientemente la paz de Dios en lugar de soportar innecesariamente preocupaciones, miedo y confusión sobre las cosas que me inquietan. Por la gracia de Dios, tendré una comunión más íntima y cercana con el Príncipe de Paz y me esforzaré por conocerlo mejor.
«Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús»[4].
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