Gratitud = Paz

junio 26, 2018

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[Thankful = Peaceful]

La persona verdaderamente agradecida es una persona verdaderamente apacible. Los agradecidos se han formado el hábito, pase lo que pase, de observar, pausar y optar. Observar y notar algo por lo que se puede agradecer, sin importar las circunstancias en que se encuentren. Pausar para reconocer que ese algo les recuerda la presencia de Dios. Optar por concentrarse en la presencia de Dios hasta que se libere Su formidable paz. ¿Seremos observadores? ¿Pausadores? ¿Optadores? ¿Gente de gratitud, independientemente de las circunstancias que afrontemos?

Una y otra vez descubro en la Escritura esta verdad sobre el poder de la gratitud. ¿En qué consistió la oración que hizo Daniel momentos antes de ser arrojado al foso de los leones y ser testigo de aquel milagro en que Dios cierra la boca de los leones? En acción de gracias.

Luego de pasar tres días en el vientre de un enorme pez, ¿en qué consistió el grito del alma de Jonás antes que el pez lo vomitara finalmente en la costa? En acción de gracias.

¿Cómo se nos instruye a orar en Filipenses 4:6 cuando estemos angustiados? Con acción de gracias.

¿Y cuál es la consecuencia de cada una de esas situaciones en que se proclama una acción de gracias? La paz. Una paz formidable, inexplicable, incontenible. «Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús»[1].

El diccionario de la Real Academia de la lengua española define así la frase acción de gracias: «Expresión o manifestación pública de agradecimiento normalmente dirigida a la divinidad».

Me pregunto cómo celebraríamos hoy en día la bondad divina. ¿Qué pasaría si optáramos, en medio de nuestras circunstancias cotidianas, observar, pausar y optar por algo que realmente suscite nuestra gratitud?  Lysa TerKeurst[2]

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Uno de los factores más importantes para la sanación es la fe, la certeza de que Dios nos ama y velará por nosotros pase lo que pase. La fe elimina el temor y la tensión, dos de las principales causas de la enfermedad y la mala salud. Esas y otras actitudes negativas como la ansiedad, el odio y el rencor contribuyen a generar diversos trastornos sico­lógicos y nerviosos. Favorecen asimismo la aparición de desórdenes fisiológicos; por ejemplo afecciones cardia­cas, artritis y úlceras estomacales.

El pesimismo puede tener efectos perjudiciales en el organismo. No obstante, si hacemos frente a la negatividad, hallaremos paz interior, la cual reduce la tensión a la que están sometidos los órganos vitales y promueve la buena salud. De ahí que meditar en un ambiente sereno, asumir una actitud positiva y albergar buenos pensamientos tenga un efecto sensacional tanto en la mente como en el cuerpo. «Todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad»[3].

La Biblia nos reitera en muchos pasajes que no debemos afanarnos ni abrigar temores, sino más bien pedir a Dios que resuelva los problemas y confiar en que lo hará. «Te he mandado que seas fuerte y valiente. No tengas, pues, miedo ni te acobardes, porque el Señor tu Dios estará contigo dondequiera que vayas»[4]. «Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar»[5]. «En Dios he confiado; no temeré; ¿qué puede hacerme el hombre?»[6] «La paz os dejo, Mi paz os doy; Yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo»[7]. «No temas, cree solamente»[8].

La fe en Dios nos brinda paz interior, satisfacción emocional y una sensación de bienestar espiritual, factores que tienden a mejorar considerablemente nuestra salud.  David Brandt Berg[9]

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Nuestra ansiedad no alivia el mañana de sus penas; solo lo priva de sus fuerzas.  Charles Haddon Spurgeon

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La paz interior está siempre a nuestro alcance: Basta que abriguemos un solo pensamiento agradecido.  David Steindl-Rast

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Cada día sin falta tenemos muchísimas cosas que agradecer en esta vida. La realidad, sin embargo, es que a veces las constantes exigencias, luchas y afanes con que lidiamos en la vida dan más pie al derrotismo que a un corazón lleno de gratitud. O se da también el caso de que en medio del ajetreo y las presiones nos olvidamos de detenernos a dar gracias por todo lo que Dios ha hecho y continúa haciendo en nuestra vida.

A veces exige un gran sacrificio ofrecer alabanzas y agradecimientos. Quizá no tenemos ganas. Andamos afanados. Agotados. O tal vez nos parece que Dios nos ha defraudado. Nos da la impresión de que está distanciado de nosotros, lejano o que en verdad no le importa lo que nos tiene preocupados o afligidos. Pérdidas y golpes dolorosos de la vida nos precipitaron hace poco en caída libre.

Empero, he aquí lo que puede tener un efecto positivo duradero. Cada día podemos optar por agradecer a Dios. Entonces con un corazón agradecido tomamos conciencia de que, enfrentemos lo que enfrentemos, Dios no solamente obra para mejorar nuestra situación y ayudarnos a resolver nuestros problemas. Él va más allá. Nos transforma el corazón. Su poder —que obra en corazones llenos de gratitud y mentes enfocadas en Él— nos libera del dominio al que nos someten nuestros conflictos. Su paz nos fortalece, Su gozo nos reabastece.  Debbie McDaniel[10]

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Inadvertidamente, la expresión y los sentimientos de gratitud tienen una virtud extraordinaria de purificarnos y sanarnos. La gratitud brinda calidez tanto al dador como al receptor. [...] La gratitud expresada en oración a nuestro Padre Celestial por lo que tenemos produce una paz sosegadora, una paz que nos permite evitar que nuestra alma se enferme a raíz de lo que no tenemos. La gratitud nos aporta una paz que nos ayuda a sobreponernos al dolor producto de la adversidad y el fracaso. La gratitud en el día a día significa que expresamos agradecimiento por lo que tenemos ahora sin reservas por lo que tuvimos en el pasado o deseamos tener en un futuro.  Robert D. Hales

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Hay una calma, una dicha apacible, aparejada a una vida conducida con gratitud.  Ralph H. Blum

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Coróname como tu Príncipe de Paz. Te ofrezco continuamente el don de la serenidad, aun en medio del caos. Alábame, y sosegaré tu corazón. Mi paz no se basa en circunstancias perfectas. Es una paz que procede de vivir en Mi presencia. Cuando te preocupas por lo que pueda suceder saboteas tu tranquilidad. No permitas, pues, que tu mente se instale en la preocupación. Disciplina tus pensamientos. No les des rienda suelta. Apenas te empieces a preocupar, responde con alabanza. Hijo mío, hija mía, tienes la opción de permitir que Mi paz gobierne tu corazón. Agradéceme porque Yo presido amorosamente sobre toda circunstancia de tu vida. A medida que me alabes, Mi Espíritu acrecentará en tu corazón la capacidad de confiar más en Mí. Ese es el mejor antídoto para la ansiedad. Venérame como el Señor de la paz y Yo te envolveré de una calma sobrenatural.  Jesús[11]

Publicado en Áncora en junio de 2018. Leído por Gabriel García Valdivieso.


[1] Filipenses 4:7 (NVI).

[2] https://proverbs31.org/read/devotions/full-post/2017/10/04/the-treasure-of-thrown-away-food.

[3] Filipenses 4:8.

[4] Josué 1:9 (BLPH).

[5] Salmo 46:1,2.

[6] Salmo 56:11.

[7] Juan 14:27.

[8] Marcos 5:36.

[9] Adaptación de un texto de David Brandt Berg.

[10] http://debbiemcdaniel.com/2016/11/04/power-grateful-heart-21-verses-thanks-god.

[11] Becky Harling, The 30-Day Praise Challenge (David C. Cook, 2013). Los versículos aludidos en este pasaje son Isaías 9:6; Mateo 6:34; Colosenses 3:15, y 2 Tesalonicenses 3:16.

 

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