mayo 3, 2018
El Señor dice que ningún pecado es imperdonable, excepto resistir al Espíritu Santo[1]. Hasta he pensado que es posible que Judas estuviera salvado. Es evidente que estaba muy arrepentido y que le pesó lo que había hecho, y que no soportaba vivir con la vergüenza y la humillación de saber que había traicionado a su Señor, por lo que se quitó la vida[2].
El rey Saúl también se suicidó, y era creyente[3]. Una de las razones por las que se suicidó fue que sabía que había fracasado y ya no era capaz de encarar la derrota y la vida; por tanto decidió quitársela. En cierto modo, es una forma de castigarse a sí mismo.
Sigo convencido de que no hay pecado sin perdón, excepto rechazar de plano al Señor y al Espíritu Santo. El Señor mismo da a entender que hay pecados que se perdonan no solo en este mundo, sino también en el otro. En ese mismo pasaje dice que «la blasfemia contra el Espíritu Santo —es decir, rechazar totalmente a Cristo y al Espíritu del Señor— no será perdonada ni en este siglo ni en el venidero»[4]. Esto parece dar a entender que hay pecados que sí serán perdonados en la otra vida.
Como creemos en la salvación eterna —una vez salvado, estás salvado para siempre—, pase lo pase, el Señor y la salvación no se pierden. Es posible que uno se descarríe, se desoriente o quebrante Sus mandamientos. Sin embargo, si la persona de verdad cree en Jesús y no ha rechazado al Señor ni al Espíritu Santo en lo que respecta a la fe, no pierde la salvación.
La iglesia Católica profesa que el suicidio es pecado mortal y que a quien se suicida le espera el infierno, la condenación eterna. Otras denominaciones adoptan una postura más moderada, y a mí me parece que hay varios versículos y pasajes de la Biblia que sustentan esa creencia.
El suicidio no es un pecado imperdonable. Hay un solo pecado que no tiene perdón: rechazar al Señor. No simplemente rechazar Su voluntad o el plan que Él tenga para nuestra vida, ni siquiera rechazar Sus mandamientos, sino rechazarlo a Él al rechazar Su Espíritu Santo.
Fijémonos en Pablo; él detenía a cristianos inocentes y los entregaba al verdugo[5]. O en David, que hizo que mataran a Urías[6]. También está el ejemplo de los dos ladrones que crucificaron con Jesús. Sabemos que fueron perdonados los pecados de uno de los ladrones; y el Señor hasta dijo que no iba a tener que sufrir ningún castigo, que se iba a ir con Él al paraíso[7].
Volvemos a esas doctrinas sobre lo que tiene perdón y lo que no. No creo que se pueda encontrar ningún pasaje en la Biblia en que diga que el suicidio es imperdonable. El propio Jesús dijo que el único pecado que no tenía perdón era el pecado contra el Espíritu Santo. Es decir, endurecer el corazón al Espíritu de Dios, negarse a creer en Él y oponerse a Él. Eso hicieron los escribas y fariseos que crucificaron a Cristo. Endurecieron el corazón hasta el final mismo, aun viéndolo sufrir en la cruz: lo insultaron, lo denunciaron y resistieron a Su Espíritu[8]. Es más, Esteban les dijo: «¡Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo!»[9] Jesús dijo que eso no se les perdonaría ni en esta vida ni en la otra. No he encontrado ningún pasaje en que hable de ningún otro pecado imperdonable.
El único pecado imperdonable es rechazar la fe en Jesús, rechazar y resistir al Espíritu Santo cuando nos insta a creer y recibir a Jesús. La Biblia no dice en ninguna parte que el suicidio sea imperdonable. Es una postura difícil, porque la iglesia Católica es firme: profesa que si alguien se quita la vida se va al infierno y se queda ahí para siempre. Sin embargo, ¿cómo podemos reconciliar eso con lo que dijo Jesús, que no hay pecado que Dios no pueda perdonar, con la excepción de resistirse a Su Espíritu? Claro que algunos piensan que si esa persona se ha resistido al Espíritu y a la voluntad de Dios, se ha apartado de Él y se ha descarriado, que ha pecado contra el Espíritu Santo y está irremediablemente perdida.
¿Qué es resistir al Espíritu Santo? Los cristianos pueden resistirlo casi todos los días en algún aspecto, pero Él los perdona. Si nos arrepentimos y reconocemos que no teníamos que haberlo hecho, el Señor nos perdona. Según lo que dijo Jesús, lo único imperdonable es la permanente y total resistencia al Espíritu Santo, al Espíritu de Dios. «No será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero»[10].
Algunos llegan a sentirse tan deprimidos y oprimidos que la vida les resulta insoportable y se la quieren quitar. O bien, sufren tal derrota y humillación que, por orgullo, no creen que puedan hacer frente a la vida y presentarse ante los demás, por lo cual prefieren matarse y presentarse ante Dios. Por lo visto, no tienen fe o fortaleza para aguantar un poco más y confiar en que el Señor los librará a Su manera. Y así, se quitan la vida, se causan ellos mismos la muerte. Estoy convencido de que Dios los perdonará y los juzgará según Su perfecta sabiduría.
En muchos casos, el suicido está muy mal e indudablemente merece castigo; y Dios será el que lo juzgue. Creo que depende de la persona y de las circunstancias. Y el Señor es el que decide. En algunos casos, el suicidio puede estar justificado. Por otro lado, hay también muchas excusas egoístas, injustificadas y poco válidas para suicidarse. De todos modos, aunque es posible que sufran un castigo por cometer esos actos, también pueden recibir perdón.
Siempre he sentido cierta compasión de los pobres suicidas. He tenido la esperanza de que fueran salvos y he orado por ello, que al menos tuvieran fe en el Señor, aunque ya no aguantaran más esta vida. Por supuesto, creo que es mucho mejor sufrir lo que sea necesario por el Señor, en vez de quitarse la vida. Lo que no puedo decir es que esto último sea un pecado imperdonable, porque es evidente que Jesús dijo que todos los pecados tienen perdón menos el de resistirse siempre al Espíritu Santo
¡Gracias a Dios por Su amor! El Señor es misericordioso. Su misericordia es desde la eternidad y hasta la eternidad. Para siempre y eternamente[11]. Aun en la otra vida puede perdonar, no importa el pecado que se haya cometido, siempre y cuando se le ame y se crea en Él.
Que Dios los bendiga y los ayude a seguir viviendo para Jesús, a presentar su cuerpo en sacrificio vivo en el altar del servicio diario a Él, a entregar la vida con amor por Él y por el prójimo[12].
Publicado por primera vez en febrero de 1992. Texto adaptado y publicado de nuevo en mayo de 2018.
[1] Mateo 12: 31-32.
[2] Mateo 27: 3-5.
[3] 1 Samuel 31: 4-5.
[4] Mateo 12: 31-32.
[5] Hechos 8: 1-3.
[6] 2 Samuel 11:15; Salmo 89: 30-34.
[7] Lucas 23:43.
[8] Mateo 27: 39-43.
[9] Hechos 7:51.
[10] Mateo 12: 32.
[11] Salmo 103: 17.
[12] Romanos 12:1.
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