abril 12, 2018
Quiero hablarles de un método de evangelizar y de ganar discípulos que ha sido eficaz para predicar el evangelio desde que Jesús lo empleó por primera vez. Hablo de contar de viva voz relatos de la Biblia. A lo largo de los siglos ese método se ha puesto en práctica de alguna forma. Sin embargo, en esta época moderna se extiende rápidamente por el mundo. A continuación entregamos unos puntos de cómo se lleva a cabo; también damos varios ejemplos —entre muchos— de personas cuyas vidas han cambiado. Dichos ejemplos han sido recopilados por expertos que han tenido mucho éxito con ese método.
Millones de personas en el mundo no saben leer; además hay millones que no leen muy bien, o que provienen de culturas que se conocen como orales. En esas culturas, el estilo principal de aprendizaje no es por medio de obras escritas; y la palabra impresa no moldea su pensamiento en gran medida. Los que aprenden oralmente pueden asimilar las mismas ideas y conceptos que los que saben leer y escribir, siempre que las enseñanzas se les presenten de manera que puedan conservarlas en la memoria.
Muchos de los pueblos menos evangelizados del mundo típicamente se comunican y aprenden oralmente. Eso hace que sea difícil comunicarles el evangelio; no se les puede dar simplemente una Biblia o un folleto para que lo lean. Sin embargo, se les puede dar el mensaje de la misma manera que los cristianos de todas las épocas lo han transmitido a los que aprenden oralmente: por medio de relatos, lo que ha sido eficaz desde el principio. Según la Biblia, al dirigirse a las multitudes Jesús siempre contó relatos y dio ejemplos[1].
Dios nos hizo de manera que prestáramos atención a los relatos. Cuando alguien dice: «Voy a contarles algo…» Todos prestan atención. Stephen Stringer, un cuentacuentos veterano, dijo: «Una imagen vale más que mil palabras; un relato vale más que mil imágenes».
En un país de África Central, los misioneros trabajaron con una tribu por 25 años y solo lograron convertir a 25 personas. Sin embargo, cuando unos jóvenes cristianos de la tribu pusieron el evangelio en cantos, el mensaje se divulgó rápidamente y, al poco tiempo, un cuarto de millón de su gente se convirtió al cristianismo. El mensaje que se había dado antes era el mismo; lo que había cambiado era la presentación, pues se había adaptado a su estilo de aprendizaje oral.
Ese método de transmitir el evangelio consiste en narrar relatos para enseñar la Biblia: se cuentan relatos esenciales oralmente. A menudo también se emplea música, baile, representaciones teatrales y fotos a fin de evangelizar, hacer discípulos y fundar iglesias «hasta lo último de la tierra»[2].
Si eres una persona instruida, eso significa que tal vez debas adaptar tu manera de enseñar si quieres llevar el mensaje a los que aprenden oralmente. En las culturas alfabetizadas hay tendencia a resumir los relatos con declaraciones de las cuestiones principales: principios, resúmenes y una lista de pasos. A los instruidos tal vez les molesten los relatos largos; solo quieren lo esencial del asunto. Los que aprenden oralmente funcionan de otro modo. Los que aprenden oralmente llevan su conocimiento en los relatos, proverbios o imágenes mentales de los sucesos, los que pueden recordar y poner en práctica cuando enfrenten situaciones de la vida. Dependen de su memoria. En muchos casos, son personas con gran habilidad para aprender de memoria largos relatos y para utilizarlos o recitarlos. Los pueblos antiguos aprendían oralmente.
Para transmitir de manera eficaz el mensaje del evangelio a las culturas que aprenden oralmente, es una ventaja muy valiosa —y a veces esencial— ser eficientes al narrar de viva voz los relatos de la Biblia. Contar relatos de la Biblia en orden cronológico —ir tejiendo un relato extenso, en vez de hacerlo de forma inconexa— puede contribuir a que los oyentes empiecen a entender cada relato en el contexto de la gran historia de Dios.
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Mangal es un creyente de 33 años. Tiene esposa y cinco hijos; además, ama a los perdidos. Se encuentra en un campo de refugiados donde viven miles de personas, pues sus aldeas fueron destruidas debido a las guerras tribales. Puede leer un poco, pero él y los de su tribu aprenden oralmente. Asimismo, Mangal sabe transmitir el evangelio al contar de viva voz relatos de la Biblia, desde el Génesis hasta el Apocalipsis, y cantar canciones que coincidan con los relatos.
Mangal no sabía cuál sería la mejor forma de testificar. Así pues, empezó a trabajar en los campos con otros, mientras les contaba relatos. Además, cantaba sus canciones. Poco a poco las personas empezaron a interesarse. Un día, al anochecer, Mangal cantaba para sí mismo y una mujer le preguntó qué hacía. Contestó que alababa a su Dios. Ella le preguntó si conocía otras canciones y si podía enseñárselas a ellos. Así lo hizo. Cada noche, después de la cena, la gente se reunía para cantar con él.
Unos días después, se enfermó un niño y Mangal preguntó a la familia del pequeño si creían que Dios podría sanarlo, como en los relatos. La familia del niño tenía que creer en Dios. Les dijo que si creían y oraban con él, el niño podría curarse. En una semana el niño se encontraba bien. La familia del niño dijo: «Creemos en tu Dios. Queremos seguirlo».
Otras personas que trabajaban con Mangal en los campos lo invitaron a contarles relatos. Dijeron que ellos harían el trabajo, pero que él debía quedarse y narrarles sus historias mientras trabajaban[3].
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Mark y Gloria Zook, misioneros de New Tribes Mission, empezaron a llevar el mensaje del evangelio a la tribu mouk de Papúa Nueva Guinea en 1983. No sabían cómo hacerlo, así que optaron por contar los relatos de la Biblia en orden cronológico a toda la aldea de 310 personas que se reunían cada mañana y cada noche. En las siguientes semanas los mouk llegaron a venerar sinceramente a Dios. Escuchaban los relatos del Antiguo Testamento, pero temían que Dios los destruyera debido a sus pecados. Finalmente, Mark habló de Jesús, del bebé nacido en Belén, y Él se convirtió en su héroe.
Se molestaron cuando escucharon el relato de Judas y de la manera en que traicionó a Jesús. Sin embargo, tenían fe en que Jesús podría escapar.
A la mañana siguiente, Mark contó a los aldeanos el relato de la crucifixión y resurrección de Jesús. Y repasó otros relatos de la Biblia para unir toda la historia. En ese momento, se encendieron de verdad las luces [en el corazón de los pobladores] y empezaron a gritar: «¡EE-Taow! ¡EE-Taow!» [«Es cierto (o bueno); ¡es muy cierto!»]
Ese día casi toda la aldea aceptó a Jesús. Y ellos, que normalmente son personas moderadas, celebraron por dos horas y media.
Entonces, Mark preguntó:
—¿Cuándo van a ir a contar las buenas nuevas a los habitantes de las otras aldeas?
Todos guardaron silencio.
Finalmente, un hombre se acercó y dijo:
—Sí, iremos. Pero no sabemos cómo contar las buenas nuevas.
—Les enseñaré cómo hacerlo —respondió Mark.
De manera espontánea empezó de nuevo la celebración. Después de unos días de aprendizaje, emprendieron camino los hombres que aprendían a enseñar a otros. Y la Palabra llegó a doce tribus vecinas[4].
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A mediados del siglo XIX el Señor llamó a un hombre que se llamaba Titus Coan para que fuera a apacentar en Hawái. Le encantaba enseñar a los hawaianos acerca de Jesús. Hizo que el evangelio fuera interesante al contarles los relatos, hacer dibujos y cantarles canciones. Los hawaianos pusieron música y baile a los relatos de la Biblia y eso contribuyó a que divulgaran el mensaje a sus vecinos. La iglesia de Hawái creció rápidamente y se convirtió en una de las más grandes del mundo de aquella época, en gran medida gracias a ese método.
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Un misionero dijo: «Un pastor de Benín[5] y buen amigo, contó: “La obra de Dios crece muy rápidamente en nuestra zona y se debe a la educación bíblica. Se llevó a cabo con relatos de la Biblia que hemos enseñado en lengua fon (idioma local). Los hombres a los que hemos dado formación volvieron a sus pueblos y aldeas y enseñan lo que han aprendido de lo que dice la Biblia. Muchas personas afirman que entienden lo que Dios intenta decirles en la Biblia ahora que reciben instrucción de hombres que a su vez han aprendido a averiguar lo que Dios les dice en la Biblia, al aprender los relatos y analizarlos en su lengua materna»[6].
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Hace poco, un matrimonio misionero que sirve a Dios en la International Mission Board[7] fue a una pequeña aldea al norte de Ghana. El esposo dijo a los que estaban reunidos que no les iba a predicar un sermón, pero que les contaría un relato. Sin embargo, antes de que empezara a decir lo que Dios le había puesto en el corazón, uno de los hombres del grupo se puso de pie y dijo que había tenido un sueño. En su sueño pidió a Dios que enviara a alguien que ayudara a su pueblo a hablar a otros de Jesús. ¡Añadió que los misioneros eran las personas que vio en su sueño!
Seguidamente, el esposo misionero les narró varios relatos de la Biblia. Y las personas repetían los relatos, aprendiéndolos de memoria. Luego, el pastor invitó a los misioneros a volver a menudo para enseñar a los aldeanos los relatos de Jesús, de modo que ellos a su vez pudieran contárselos a otros[8].
Dentro de poco tiempo publicaremos el siguiente artículo de esta serie.
Artículo publicado por primera vez en agosto de 2015. Texto adaptado y publicado de nuevo en abril de 2018.
[1] Mateo 13:34 (NTV).
[2] Hechos 1:8.
[3] Texto adaptado del artículo Bringing the Good News to Oral Cultures, de Samuel Poe.
[4] Avery T. Willis hijo y Mark Snowden, Truth That Sticks: How to Communicate Velcro Truth in a Teflon World (NavPress, 2009).
[5] Benín, oficialmente la República de Benín, es un país de África Occidental. Está limitado por Togo al oeste, por Nigeria al este y por Burkina Faso y Níger al norte.
[6] Multiple People Groups: Gowestafrica.org (Nota: Ese artículo ya no está en el sitio web).
[7] The International Mission Board es una agencia misionera afiliada a la Convención Bautista del Sur.
[8] Multiple People Groups: Gowestafrica.org (Nota: Ese artículo ya no está en el sitio web).
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