abril 5, 2018
El Señor quiere que seamos felices, y gracias a Él, normalmente lo somos. Pero algunas veces es preciso que busquemos de corazón a Dios para que se opere un cambio necesario y que oremos con apremio, derramando nuestro corazón delante del Señor. Él dice «Y me buscaréis, y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón»[1]. Todas nuestras oraciones sencillas pueden ser sinceras, pero cuando surge alguna situación grave tenemos que orar con vehemencia. Hay veces en que tenemos que ponernos manos a la obra y acudir al Señor muy seriamente.
Algunos adoptan una actitud un poco perezosa y por lo visto creen que, sea como sea, el Señor lo hará todo. Cuando lo cierto es que muchas cosas dependen de nosotros, de nuestra voluntad, de nuestras acciones y de cómo oramos. Aunque Dios lo puede hacer todo, se ha comprometido a obrar por medio de nosotros y nuestras oraciones pueden hacer maravillas. Por supuesto que el plan general de Dios, Su voluntad general, nunca ha variado, pero ciertos detalles los podemos cambiar mediante la oración. De manera que, si la oración no cambia nada, ¡sería inútil orar! Si estás sintonizado con Su Espíritu, haciendo Su voluntad, deseando únicamente lo que le glorifica, y tu corazón se deleita solamente en Él, le puedes pedir lo que deseas, porque solo querrás lo que Él quiera y lo que sea para Su gloria.
Cuando clames a Él de todo corazón, Él ha prometido: «Yo te responderé»[2]. De modo que la próxima vez que necesites urgentemente Su ayuda y te veas entre la espada y la pared, clama al Señor e invoca Su poder. ¡Jesús nunca falla! Él siempre responde cuando hacemos un esfuerzo por clamar a Él de todo corazón.
Para llevar una buena vida de oración, una de las principales cosas que hay que conocer es la Palabra de Dios. La fe crece mediante el estudio fiel de Su Palabra. «La fe viene por el oír la Palabra de Dios»[3]. Aunque Dios de todos modos puede responder, descubrirás que leer primero la Palabra de Dios te inspirará y te dará más fe para tus oraciones.
Dios ha hecho promesas en Su Palabra; cuando ores, preséntaselas para que se las recuerdes. Cuando le recuerdas a Dios Su Palabra, demuestras tener fe en ella. Esta declaración categórica de tu fe y de tu conocimiento de Su Palabra es lo que agrada a Dios. Pues «sin fe es imposible agradar a Dios»[4].
«Nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas [Sus promesas] llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina»[5]. Tienes que citarle al firmante (Dios) las condiciones del contrato (la Biblia), y exigirle que lo cumpla. Así que recuérdaselo, aférrate a Sus promesas, memorízalas y recítalas. Y no dudes ni por un instante que Dios te responderá, ¡y lo hará!
Ayuda recordar que los retrasos de Dios no son forzosamente negativas. A veces simplemente debemos tener fe y esperar a que Dios nos conteste, lo cual suele resultar en «la prueba de nuestra fe, que produce paciencia»[6]. Diríase que una de las lecciones que con más frecuencia nos quiere enseñar Dios es a tener paciencia, una virtud poco frecuente en nosotros; y eso pone a prueba nuestra fe y nos obliga a acercarnos al Señor y Su Palabra.
Otro importante principio de la oración es ser concretos con el Señor. Cuando oramos debemos pedir y esperar respuestas concretas. El ser específico es una señal de que se tiene fe. Muchas veces las personas oran en términos generales porque en realidad no cuentan con recibir respuesta. Mientras que, si oras por cosas concretas, manifiestas que tienes fe en que vas a recibir una respuesta concreta. Tienes fe en que no te defraudará.
Ojo con insistirle al Señor en que te dé ciertas cosas: A veces Él nos concede cosas que no nos convienen, para enseñarnos una lección. Refiriéndose a los hijos de Israel, dijo que: «Él les dio lo que pidieron; mas envió mortandad sobre ellos»[7]. Cerciórate de que lo que pidas sea para Su gloria y esté dentro de Su voluntad.
El maravilloso Espíritu Santo puede tener un gran efecto en tus oraciones. Una vez eres lleno del Espíritu, puedes orar en el Espíritu, y tus oraciones surtirán más efecto porque habrás orado por el Espíritu. «Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos; pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles»[8].
Una vez que hayas orado por algo y se lo hayas encomendado al Señor, solo te queda tener fe. «Todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis y os vendrá»[9]. Así pues, una vez que has orado y le has confiado algo al Señor, a partir de ahí es asunto de Él. Ya no tienes que preocuparte por ello. Limítate a confiar en el Señor, alabarlo y darle las gracias por oír y responder tu oración; aunque no veas la respuesta de inmediato.
La Palabra de Dios dice: «Sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias»[10]. El rey David dijo: «Entrad por Sus puertas con acción de gracias, por Sus atrios con alabanza»[11]. Es como presentarse delante del Rey y rendirle homenaje, reverenciarlo y honrarlo como se merece.
Aunque estés cansado o desanimado o no te apetezca alabar a Dios, debes alabarlo de todos modos, simplemente porque sabes que eso le agrada. Cuando empiezas a alabar al Señor por fe y cebas y pones en marcha la bomba, Él te bendecirá por ello.
Aunque te encuentres un poco abatido, desanimado, preocupado o desesperado, mira hacia arriba y aprecia más todo lo que tienes. Dale gracias a Dios por todas las bendiciones que te ha otorgado y pon la mira en el Señor y en las cosas buenas[12]. ¡Alabado sea el Señor! Comienza tus oraciones levantando tu corazón hacia Él en alabanza. «Así que, ofrezcamos de continuo a Dios, por medio de Él, sacrificio de alabanza, es decir fruto de labios que confiesan Su nombre»[13].
Recuerda también que «uno puede perseguir a mil, pero dos pueden hacer huir a diez mil»[14]. A veces ayuda mucho que otra persona ore contigo, sobre todo en momentos difíciles o cuando tenemos conflictos personales. «Donde están dos o tres congregados en Mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos»[15]. Y «Si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por Mi Padre que está en los cielos»[16].
La oración unida en grupo tiene mucho poder. Que nunca te dé vergüenza, pues, solicitar las oraciones de otra persona siempre que lo necesites.
Por último, aunque no por ello es menos importante, recuerda que debes orar en el nombre de Jesús. A todo lo largo del Nuevo Testamento, el Señor habla de lo importante que es orar en el nombre de Jesús, pedir cosas en el nombre de Jesús. «Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre»[17]. Jesús dijo: «Si algo pidiereis en Mi nombre, Yo lo haré»[18].
Si conoces a Jesús y le has pedido que entre en tu corazón, lo puedes llegar a conocer de manera íntima y personal, y aprender a relacionarte y comunicarte con Él por medio de la oración.
Recopilado de los escritos de David Brandt Berg. Publicado por primera vez en 1984. Texto adaptado y publicado de nuevo en abril de 2018.
[1] Jeremías 29:13.
[2] Jeremías 29:13, 33:3.
[3] Romanos 10:17.
[4] Hebreos 11:6.
[5] 2 Pedro 1:4.
[6] Santiago 1:3.
[7] Salmo 106:15.
[8] Romanos 8:26.
[9] Marcos 11:24.
[10] Filipenses 4:6.
[11] Salmo 100:4.
[12] V. Filipenses 4:8.
[13] Hebreos 13:15.
[14] Deuteronomio 32:30.
[15] Mateo 18:20.
[16] Mateo 18:19.
[17] 1 Timoteo 2:5.
[18] Juan 14:14.
Copyright © 2024 The Family International