Reflexiones para la Pascua

marzo 29, 2018

Recopilación

[Easter Reflections]

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo que, por Su inmenso amor y mediante la resurrección de Jesucristo triunfante de la muerte, nos ha hecho renacer a una esperanza viviente, a una herencia incorruptible, inmaculada e imperecedera. Una herencia reservada en los cielos para vosotros.  1 Pedro 1:3–4 BLP

Un punto a lo largo del camino a casa

Cuando salía del colegio para volver a casa, una niña tenía que pasar por un cementerio. Le preguntaron si tenía miedo, y contestó:

—No. Simplemente paso por ahí camino a casa.

Eso es lo que hizo la Resurrección con la muerte. La convirtió en un camino inofensivo en nuestro viaje a casa.

Claro que eso no quiere decir que Dios no vaya a dejar que muramos o que muera alguno de nuestros seres queridos. El mensaje de la Pascua no es que la fe sea algo cómodo, sino que hay esperanza más allá de las más recias tempestades del alma.

La Resurrección alumbró con un rayo de esperanza la vida de los discípulos de Jesús. Del mismo modo, infunde nueva esperanza a los enfermos, los hospitalizados y los que están enterrando a sus seres queridos; es decir, los que sufren.

Habrá ocasiones en que padezcamos dolor o sufrimiento, pero gracias a Dios no se nos deja sin esperanza ni indefensos. Todo por lo que ocurrió en un momento asombroso de la historia hace cosa de dos mil años en un sepulcro de las afueras de Jerusalén.

Era temprano una mañana de domingo. Varias mujeres fueron juntas a la tumba de un Amigo muy querido, y allí oyeron a los ángeles decirles: «No está aquí; ha resucitado».  Vince Gerhardy (pastor australiano)

Más cerca de la eternidad

Muchos grandes maestros, místicos, mártires y santos han pronunciado palabras llenas de gracia y verdad. Pero solo en el caso de Jesús ha persistido la creencia de que cuando vino al mundo Dios se dignó adoptar nuestra semejanza humana a fin de que los hombres pudiésemos salir de nosotros mismos.

Conforme me acerco al fin de mis días, me parece que la osada aseveración de Jesús es más cautivante y tiene más sentido que nunca. Muy a menudo despierto en la noche, como es propio de los ancianos, y me encuentro con que la mitad de mi ser está fuera de mi cuerpo, flotando entre la vida y la muerte, vislumbrando la eternidad en la distancia.

Veo mi viejo cuerpo entre las sábanas, manchado y desgastado como un papel tirado a la basura. Flotando sobre él estoy yo, como una mariposa lista tras su etapa de crisálida para emprender el vuelo. ¿Alguien les dice a las orugas que experimentarán una resurrección? ¿Que al morir se transformarán y dejarán de ser unos despreciables animalillos que se arrastran por el suelo para volverse criaturas de los aires, con alas pintadas de exquisitos colores? Si se lo dijeran, ¿lo creerían? Imagino a orugas ancianas y sabias que responden meneando la cabeza: «Imposible. No puede ser.»

Pero en ese estado intermedio entre la vida y la muerte, mientras los relojes hacen sonar en la noche su inexorable tictac y en el negro cielo no se ve un resquicio de claridad, oigo estas palabras de Jesús: «Yo soy la Resurrección y la vida». En esos momentos me siento transportado por una potente ola de alegría y paz.  Malcolm Muggeridge (Periodista británico que se convirtió al cristianismo hacia el final de su vida, 1903–1990)

Motivación por medio de la resurrección

Permitan que el ejemplo de Jesús los anime. Las muchas pruebas y reveses que Jesús tuvo que sufrir, así como la gran y monumental prueba final, valieron la pena por el gozo que traería al mundo[1].

Mantuvo la visión celestial y la conexión con Su Padre que lo ayudó a seguir hacia la meta, aunque enfrentó grandes luchas espirituales y suplicio. Soportó la persecución de Sus torturadores, física y espiritualmente. Se identificó con la agonía de cada alma perdida, la angustia de una gran desesperanza. Pasó por lo terrible, lo horroroso, de modo que pudiera entender lo que pasaba la humanidad, no desde el punto de vista del que observa, sino de quien lo ha experimentado en todos los aspectos. Estuvo dispuesto a enfrentar los horrores del temor e incluso la muerte a fin de vencerlos, derrotarlos y destruirlos.

Nada que hayamos sufrido en lo emocional y espiritual es mayor o más doloroso que lo que Él ya enfrentó por nosotros. Jesús de verdad entiende lo que pasamos.

¡Nosotros vivimos ahora porque Jesús resucitó! Debido a que vivimos en Él, muchos otros viven, habiéndose librado de la esclavitud de la muerte. Vemos por todas partes el milagro de la vida resucitada, a medida que cumplimos la misión que Él nos encomendó: «Como me envió el Padre, así también Yo os envío»[2]. Con Su Espíritu, podemos tener el ungimiento del amor que Él tuvo en la resurrección, y la motivación para seguir los pasos de Jesús, y marchar con valentía por las luchas de esta vida hasta llegar a la gloria del Cielo. Jesús nos pidió que sufriéramos por Él, habiéndonos dado ejemplo, pero también dijo: «Si sufren conmigo, también reinarán conmigo»[3].

Nos libró de la muerte y del pecado de modo que pudiéramos servir en vida nueva[4] y de modo que digamos junto con el apóstol Pablo: «El amor de Cristo nos constriñe»[5]. Mientras reflexionamos en el milagro de la Pascua, ¡que eso nos motive a abrazar la aventura de seguirle a Él y vivir para Su gloria!  María Fontaine

La promesa de la Pascua

«Porque Yo vivo, vosotros también viviréis»[6].

Necesitamos de esas seis palabras para soportar
el cambiante mundo que nos rodea tan incierto y tenebroso;
que nos permitan ver el presente como un episodio pasajero,
un turbulento, aunque breve encuentro en el corto y difícil camino de la vida.
Por el hecho de que la vida es eterna debido a que nuestro Salvador murió
y resucitó en la Pascua después de Su crucifixión,
transforma el incierto presente de este mundo conflictivo y pecaminoso,
¡en nada menos que el peldaño hacia una vida nueva y mejor!

Helen Steiner Rice

Superar las crisis

¿Te preocupa lo que te pueda deparar el futuro? ¿Te asalta un sentimiento de zozobra cuando te imaginas lo que puede acontecer a los tuyos? ¿Has llegado incluso a pensar últimamente que tu mundo se venía abajo? ¿Te sientes impotente, indefenso, aislado, solo o deprimido?

Pues no eres el único. Desgraciadamente, en todas partes se cuecen habas. El Evangelio explica que, después de la muerte de Jesús, Sus discípulos sintieron esa misma incertidumbre y esas mismas aprensiones.

Para ellos todo se resolvió cuando comprendieron que el Maestro seguía a su lado y que podían seguir contando con Él tal como lo habían hecho hasta entonces. Les tomó un tiempo hacerse cargo de ello; pero ver a Cristo resucitado puso todo en su justa dimensión y les confirmó que Él tenía poder de sobra para proporcionarles lo que les hiciera falta.

Lo mismo se aplica a nosotros hoy en día. El Maestro no nos prometió que la vida entera sería miel sobre hojuelas ni que nunca tendríamos dificultades y oposición. Pero sí nos aseguró que no nos dejaría nunca[7] y que nos amaría eternamente[8]. Puede que el camino no sea fácil[9], pero no viajamos solos.

Si no nos dejamos abatir por las pruebas y vicisitudes, y más bien las aprovechamos para afianzar nuestra conexión con Aquel que nos puede infundir esperanza, gozo y paz[10], lograremos superar nuestras dificultades y saldremos fortalecidos de cada crisis, tal y como les sucedió a los discípulos de Cristo.  Samuel Keating 

*

Las rejas han caído,
Cristo pasó de la muerte a la vida,
una vida gloriosa e inmortal
en esta santa mañana pascual:
Cristo ha triunfado y somos vencedores
por tan grandiosa hazaña,
a la vida eterna junto con Él accedemos
por medio de Su resurrección.

Christopher Wordsworth (1807–1885)

Publicado en Áncora en marzo de 2018.


[1] Hebreos 12:2.

[2] Juan 20:21.

[3] Filipenses 1:29; 2 Timoteo 2:12.

[4] Romanos 7:6.

[5] 2 Corintios 5:14–21.

[6] Juan 14:19.

[7] V. Mateo 28:20; Hebreos 13:5.

[8] V. Juan 14:21.

[9] V. Juan 16:33.

[10] V. Romanos 15:13.

 

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