febrero 27, 2018
En la vida cristiana la fe es tan vital que las Escrituras nos dicen que sin ella es imposible agradar a Dios[1]. Al mismo tiempo la fe es un potente don de Dios[2]. Cristo le dijo a Sus discípulos que con una mínima medida de fe, del tamaño de un grano de mostaza, podían mover montañas. Entonces, ¿qué significa contar con una «fe del tamaño de una semilla de mostaza»?
La mención de la «fe como un grano de mostaza» aparece dos veces en las Escrituras. Primeramente en Mateo 17:14-20. Los discípulos no podían exorcizar a un demonio de un joven, a pesar de que Jesús ya les había otorgado autoridad para hacer precisamente eso[3]. Cuando le preguntaron a Jesús por qué no habían podido expulsar el demonio del joven, el Maestro les respondió: «Por la poca fe que tienen. Les aseguro que, si tienen fe tan pequeña como un grano de mostaza, podrán decir a esta montaña: "Trasládate de aquí para allá", y se trasladaría. Para ustedes nada sería imposible»[4]. Luego en Lucas 17:6, Jesús le dice a Sus discípulos: «Si ustedes tuvieran una fe tan pequeña como un grano de mostaza, podrían decirle a este árbol: "Desarráigate y plántate en el mar", y les obedecería.» Haciendo uso del inusual grano de mostaza como ejemplo, Jesús habla metafóricamente del incalculable poder de Dios que se activa en la vida de aquellos que tienen verdadera fe.
Sabemos que esta declaración sobre mover montañas y desarraigar árboles por la fe no es para interpretarla literalmente. La clave para entender estos pasajes es la naturaleza de la fe, que es un don de Dios. El poder de la fe manifiesta la naturaleza omnipotente de Dios que otorga fe a los Suyos. El grano de mostaza es de los más pequeños que existen en el Medio Oriente, es decir que en conclusión, la cantidad de fe necesaria para realizar cosas grandiosas es en definitiva muy pequeña. Tal como en la parábola del grano de mostaza[5], Jesús utiliza una retórica hipérbole para subrayar que lo poco es mucho cuando proviene de Dios. En la parábola, el grano de mostaza termina siendo un gigantesco árbol, que representa los pequeños inicios del cristianismo en los que solo unos pocos discípulos comenzaron a predicar y enseñar el Evangelio. Con el tiempo, el reino creció a proporciones inmensas, abarcando todo el mundo y difundiéndose durante siglos.
Lo mismo ocurre con una infinitésima medida de fe, cuando es verdadera fe y proviene de Dios, crece a proporciones enormes en la vida de los creyentes y afecta la vida de todas las personas con las que entran en contacto. Con solo leer los relatos de personas de gran fe, como el libro de los mártires de Fox (Foxe’s Book of Martyrs), entendemos que estas personas realizaron portentos sobrehumanos gracias a que en algún momento tuvieron fe del tamaño de un grano de mostaza. Tomado de gotquestions.org
Lamentablemente muchas traducciones modernas hablan de la fe «del tamaño de un grano de mostaza», pero la Biblia en realidad dice que el reino de Dios y la fe son «como un grano de mostaza».
El tamaño de un grano de mostaza es solo una de sus características, y no necesariamente la más importante.
La planta de mostaza es una hierba de rápido crecimiento anual, crece hasta medir 3 o 4 metros en solo unos pocos meses. Era la semilla más pequeña que plantaban los judíos en sus huertos, por lo que lo llamaban el grano más pequeño. Pero una vez que crecía, era la planta más grande del huerto.
El grano de mostaza es un ejemplo impactante del potencial de un grano. Aunque comienza siendo pequeño e insignificante, se convierte rápidamente en una bendición para otros.
Consideremos ahora algunas características de los granos aparte de lo pequeños que son. Una semilla no hace nada hasta que se planta. Pareciera ser que Jesús nos dice que la fe se planta al hablar. «Si tienen fe como un grano de mostaza, podrán decir…» Es decir que para tener fe como un grano de mostaza, debemos decir algo. Decir lo que Dios dice en Su Palabra es la mejor de las opciones.
Una simiente hasta puede empujar rocas y otros obstáculos, pero no lo hace instantáneamente. Un grano no desplaza impedimentos de manera explosiva, sino mediante una expansión incesante de crecimiento que empuja continuamente hacia arriba y hacia fuera. A medida que una semilla se convierte en planta, sigue consumiendo nutrientes de su fuente, y por lo tanto sigue creciendo más grande y fuerte, desplazando impedimentos a la fuerza.
Ninguna semilla se ve afectada por lo que hacen las otras. Aunque otras mueran, ella sigue adelante. El grano es persistente, nunca se da por vencido. Solo la muerte detiene su crecimiento y su proceso de producción de frutos. Esta es quizás la característica más importante del grano de mostaza: ¡nunca se da por vencido! Tomado de adevotion.org
Jesús utiliza el grano de mostaza para ilustrar el tipo de fe que nos hace falta porque el pequeño grano de mostaza crece mucho, Mucho, MUCHO más grande que su tamaño original. Es decir, se supone que nuestra fe debe crecer… y mucho.
Nuestra iniciación al concepto de la fe es pequeña. Es una fe que proviene de escuchar y creer la Palabra de Dios. Pero después, la única manera de que crezca nuestra fe es si la ponemos en práctica. Una fe como un grano de mostaza es una fe que no se conforma siendo pequeña; es más bien una fe que se sumerge en la tierra de la Palabra de Dios, se arraiga y crece, crece y crece… Darla Noble
Muchos ejemplos de la Biblia recalcan la importancia de las pequeñeces. Una piedrecita derribó a un gigante; un cortecito de pelo estuvo a punto de costar el reino; un almuerzo de nada le costó a un profeta la vida; un pesebrito cambió la suerte de la humanidad; ¡y un acuerdo de nada produjo la muerte del Salvador, para que una fe como un granito de mostaza pudiera mover montañas! ¡Me pregunto cuántas montañas se habrán dejado de mover por falta de ese granito de fe!
La Biblia nos dice que no «menospreciemos el día de las pequeñeces»[6], como por ejemplo un talento, cinco panes y dos peces, una decisión errónea en el Huerto del Edén, una embarcacioncita en un diluvio universal, una torrecita en Babel —que desde entonces ha causado confusión en todo el mundo e incontables guerras entre las naciones—, una promesita a Abraham que llevaría bendición al mundo entero, un hombre insignificante que subió a una montaña y llevó las leyes morales de Dios al mundo entero, un pastorcillo que llegó a ser rey y cambió el curso de la historia, un puñado de harina y unas gotas de aceite que ayudaron a subsistir al profeta de Dios, a su anfitriona y al hijo de ésta durante tres años de hambre, mezclados con obediencia.
A lo largo de la historia, hay tantos ejemplos de la importancia de las pequeñeces, tanto para bien como para mal, que son casi innumerables. De gotitas de agua y granitos de arena el ancho mar y la tierra se llenan. Hasta un poquitín de fe, no mayor que un grano de mostaza, puede mover un monte. Nunca pienses que como hay tanta oscuridad no vale la pena tener una lucecita pequeña, ¡porque en la oscuridad, se ve una vela hasta a un kilómetro de distancia! David Brandt Berg
Publicado en Áncora en febrero de 2018.
[1] Hebreos 11:6.
[2] Efesios 2:8-9.
[3] Mateo 10:1.
[4] Mateo 17:14–20 (NVI).
[5] Mateo 13:31–32.
[6] Zacarías 4:10.
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