noviembre 9, 2017
Todos quieren que se les muestre respeto. A la mayoría de nosotros desde la niñez nos enseñaron a respetar a los demás. El respeto es una parte importante de prácticamente toda creencia que existe en el mundo. Sin embargo, ¿cómo se sabe que se respeta verdaderamente a los demás? ¿Cómo podemos estar seguros de expresar ese respeto suficientemente por medio de nuestras palabras y acciones?
Los cristianos respetamos a nuestro prójimo por una razón sencilla, innegable: Toda persona es una creación de Dios y Él ama a todas las personas de la misma manera que te ama a ti y a mí. Es nuestro deber cristiano mostrar amor incondicional y aceptación a todas las personas con las que entablamos contacto.
Queremos establecer relaciones fructíferas con la gente, pero ¿cómo podemos lograrlo si no la respetamos? Incluso si creemos firmemente en el principio del respeto, en muchos casos falta la aplicación en nuestros encuentros cotidianos. En lo que necesitamos pensar es cómo el respeto —o la falta de respeto—, afecta nuestra vida cotidiana, a nuestro subconsciente, y a nuestros pensamientos y actos deliberados hacia otros. ¿El respeto que tenemos por los demás se manifiesta en la manera en que vivimos y nos relacionamos con ellos? O bien, ¿solo es uno de esos ideales que sabemos que son correctos y buenos, pero que ponemos poco interés en practicarlos? Si el respeto es parte de nosotros, lo mostraremos en nuestros actos y en nuestras conversaciones.
Claro que tener respeto por los demás es de suma importancia a fin de que tengamos éxito como misioneros y testigos. Los que apacentamos deben sentirse cómodos con nosotros antes de que estén dispuestos a abrirnos el corazón, acogernos en su vida y recibir el mensaje de la Palabra de Dios. Las personas con las que nos relacionamos y a las que testificamos deben sentirse aceptadas. Necesitan sentirse seguras con nosotros. Necesitan saber que las amamos y respetamos, y que no las criticaremos, que no las menospreciaremos a ellas o la cultura o creencias que tengan, que no nos burlaremos de ellas a sus espaldas, ni contaremos chismes acerca de ellas. En gran medida, el respeto es parte del amor, amor que se manifiesta en comprensión, aceptación, tolerancia y una actitud abierta.
Un concepto fundamental es darnos cuenta de que, muy en el fondo, todos tenemos las mismas necesidades.
Desde las jóvenes y bellas empleadas, camareras y secretarias hasta las viudas ya mayores y las señoras acaudaladas; desde los jóvenes y guapos empleados, contables, técnicos, oficinistas e ingenieros hasta los ricos empresarios, los viudos jubilados, los tenderos solteros e incluso los campesinos solterones [están] todos en las mismas: sin excepción, anhelan mucho amor, pero especialmente uno que hasta ahora no [han] conocido: el amor verdadero, amor sincero, amor genuino, el auténtico gran amor de sus vidas, el amor de amores, el único capaz de satisfacer esa necesidad tan profunda que hay en toda alma humana de encontrar el amor total y la comprensión absoluta.
Él es la energía y la vida del universo, lo que algunos llaman Dios, pero que la Biblia llama amor, porque «Dios es amor».
Vemos a Dios reflejado en Su Hijo, Jesucristo, un hombre que a todos amó, aun a los más pobres y a los peores. Él es el amante por antonomasia; vino por amor, vivió con amor y murió por amor, ¡para que nosotros viviéramos y amáramos eternamente! David Brandt Berg
Respeto, entre otras acepciones que da el diccionario de la Real Academia Española (RAE), es: «veneración, acatamiento que se hace a alguien; miramiento, consideración, deferencia». El respeto se relaciona con la cortesía, la amabilidad, la consideración, tomar en cuenta los sentimientos de las otras personas, ser considerados. La Biblia nos enseña: «Nada hagáis por rivalidad o por vanidad; antes bien, con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo»[1]. El respeto va de la mano con la humildad, porque no podemos apreciar a los demás como deberíamos si se interpone nuestro orgullo o engreimiento.
Al examinar la forma en que nuestra humildad y percepción de nosotros mismos afecta la manera en que vemos a los demás y cómo se manifiesta en nuestras palabras y acciones, podemos hacernos algunas preguntas, tales como:
—¿Qué pienso de determinados grupos étnicos, culturas o nacionalidades distintas a la mía? (En particular considera tus reacciones o actitudes si esas personas tienen costumbres, hábitos o características que no te gustan o que te parecen desagradables.)
—¿Soy tolerante o critico a los que eligen un estilo de vida distinto al mío?
—¿Me parece que soy mejor, aunque sea solo un poco mejor, que los que van a otra iglesia o que tienen otra religión o creencia?
—¿He permitido que —sin darme cuenta— la estrechez de miras, el prejuicio o la intolerancia se vuelvan parte de mis pensamientos o mis palabras, incluso por medio de un humor casual?
—¿Hago suposiciones erróneas o tengo ideas preconcebidas, sin fundamento, acerca de las personas, basándome en su raza, religión, cultura, orígenes, educación, apariencia física o posición social?
Sin duda todos hemos sido culpables de una o más de esas actitudes. Para cada uno de nosotros son diferentes las maneras específicas en las que tal vez tengamos falta de respeto hacia los demás. Se podría presentar en relación con personas, grupos, religiones, culturas o estilos de vida que sean distintos al nuestro, que por una razón u otra hayamos llegado a conclusiones firmes pero negativas sobre ellos, a menudo sin conocer bien a las personas o las situaciones.
Es posible que se trate de una actitud que nos llegó de un sector de nuestra sociedad o de la manera en que fuimos educados. Tal vez sea que hemos adoptado una opinión de alguien que admirábamos o de un buen amigo, sin haber estado dispuestos a verlo desde otra perspectiva. O bien, tal vez hemos tenido experiencias que contaminaron nuestro punto de vista, de modo que nos sentimos justificados por haber agrupado de manera inconsciente todo un sector de la sociedad y juzgar a todos ellos según ese recuerdo negativo.
¡Qué mundo tan extraordinario sería si nadie pudiera distinguir color y raza! Un mundo en el que lo único que viéramos en una persona de otro origen fuera el amor. […] Incluso en los casos en que el temor, el prejuicio y el odio han estado arraigados por años, ¡el estupendo amor de Dios puede eliminar todo eso! Una vez que sabemos que Dios nos ama y nos perdona, se vuelve mucho más fácil amar y perdonar a los demás. Entonces se puede abandonar toda amargura, ira y enojo, y toda forma de malicia. Y ser bondadosos y compasivos unos con otros, y perdonarnos mutuamente, así como Dios nos perdonó en Cristo[2]. The Color of Love
La tolerancia hacia los demás es otra manera de mostrar respeto y de ser humildes. A menudo se pone a prueba cuando nos tratan con falta de respeto. O bien, es posible que te sientas maltratado, menospreciado o herido por alguien, y por lo tanto tengas ganas de actuar con menos respeto, dignidad o amor hacia esa persona. Eso nos ocurre a todos de vez en cuando, independientemente de los orígenes, herencia o circunstancias personales. Sin embargo, todos tenemos la libertad de elegir cómo reaccionaremos a la manera en que nos trata la gente, aunque ese trato no nos parezca justo o correcto.
Esta anécdota da ideas para reflexionar en ese punto.
Booker T. Washington luchó contra el prejuicio por parte de los blancos, el que estaba profundamente arraigado, a fin de establecer el Tuskegee Institute en Alabama. Un día, cuando pasaba frente a la mansión de una señora acaudalada —para quien él solo era otro negro—, la oyó decir:
—Muchacho, ven. Necesito que cortes leña.
Sin decir nada, Washington se quitó la chaqueta. Tomó el hacha y se puso a trabajar. No se limitó a cortar un montón de leña; también la llevó al interior de la casa.
Apenas había salido de la casa, cuando un sirviente le dijo:
—Ese era el profesor Washington, señora.
Avergonzada, la señora fue al instituto para disculparse.
—No son necesarias las disculpas, señora —contestó el educador—. Me llena de alegría hacer favores a mis amigos.
La señora llegó a ser una de las personas que más apoyaban el instituto Tuskegee y lo hizo con entusiasmo. Clarence W. Hall[3]
Examinemos estas reglas básicas acerca del respeto:
1. Es de vital importancia. Independientemente de dónde se originaron nuestras suposiciones, debemos reconocer que no mostrar respeto por todos los seres humanos saboteará nuestra felicidad y éxito personal. Nos distanciará de amigos y colaboradores, evitará que tengamos nuevas experiencias de aprendizaje positivo, y obstaculizará nuestro crecimiento emocional, social y espiritual. Ya sea que deseemos llevar a cabo una labor misionera en otro país, tener éxito en actividades de beneficencia, o progresar en los estudios o los negocios, necesitamos las cualidades de tolerancia, generosidad, aceptación, humildad y respeto por los demás.
2. No se puede fingir respeto. Debemos ser sinceros. Las personas se dan cuenta si hay sinceridad o la falta de ella. No podemos arreglárnoslas siendo superficiales e hipócritas en nuestras relaciones con los demás. Si tratamos de ser amables por fuera, y por dentro pensamos de manera negativa, crítica, acerca de alguien, seremos percibidos como falsos.
3. Puedes cambiar. Aunque la falta de respeto por los demás es un defecto común, se puede superar. Estaremos por el buen camino para mejorar en ese aspecto cuando nos demos cuenta de que las actitudes con aires de superioridad, de falta de respeto, no reflejan a Jesús; y no contribuirán a que seamos personas tolerantes, compasivas, que es para lo que nos creó. Hemos sido puestos en esta Tierra para amar, y cada paso del progreso que hagamos en ese aspecto es un paso hacia una mayor felicidad y satisfacción.
¿Cómo reconocer y desechar malas actitudes que dificultan nuestra libre expresión de respeto a todas las personas que Dios ha creado? Estos son seis pasos que deben tenerse en cuenta.
Paso 1) Darnos cuenta de que podríamos estar equivocados con relación a nuestras actitudes y la manera en que pensamos, sentimos, hablamos o actuamos.
Paso 2) Reflexionar en lo que ha sido nuestra vida y señalar los vacíos precisos en la manera en que demostramos respeto a los demás.
Paso 3) Pedir al Señor que nos ayude a hacer los cambios en nuestra personalidad que sean útiles para expresar mayor respeto a las personas con las que tenemos contacto. Reflexionar en el hecho asombroso de que Dios ama a cada persona de manera total, perfecta e incondicional; no menos que a nosotros.
Paso 4) Ver películas o documentales que nos den una perspectiva más amplia, entendimiento y empatía; y a su vez, respeto por otras personas, naciones, religiones, culturas y credos.
Paso 5) Haz preguntas a un anciano que conozcas o a un familiar de la tercera edad. Escúchalos y aprende.
Paso 6) Escucha atentamente a las personas que son diferentes. No contradigas ni corrijas cuando pienses que se equivocan. Para hacer este experimento, no digas lo que dices siempre. Solo escucha.
Una vez que hacemos el esfuerzo de conocer a los demás —al enterarnos cuáles son sus penas, dificultades, problemas y alegrías, y establecer lazos de empatía con ellos al saber por qué son como son y apreciarlos—, descubriremos un lugar hermoso, un terreno elevado donde no nos rebajaremos a las generalidades, a estereotipos negativos ni a comentarios insultantes.
En la Francia del siglo diecisiete, un humanista y erudito que se llamaba Muretus era fugitivo y se enfermó. Cuando fue a ver a los médicos, se puso harapos como los de un indigente. Los médicos hablaron de su caso en latín, pensando que él no entendería. Uno de ellos dijo: «Faciamus experimentum in anima vili», (Hagamos un experimento con esta criatura sin valor).
Imagínense la sorpresa de los médicos cuando aquel indigente preguntó en latín: «Vilem animam appellas pro qua Christus non dedignatus est mori?» (¿Les parece sin valor alguien por quien Cristo no dudó en morir?)[4] Tomado de storiesforpreaching.com
La empatía consiste en entender el corazón, la mente y el espíritu de otra persona. Eso incluye sus razones, orígenes y sentimientos. Mientras más empatía tengamos por los demás, más llegamos a apreciarlos y a respetarlos por ser quienes son. Stephen R. Covey
Roadmap fue una serie de videos de LFI creada para adultos jóvenes. Se publicó por primera vez en 2010. Texto adaptado y publicado de nuevo en Áncora en noviembre de 2017.
[1] Filipenses 2:3 (RVR 1995).
[2] Efesios 4:31-32 (NVI).
[3] Booker T. Washington (1856-1915) fue educador, autor y líder destacado de la comunidad afroestadounidense.
[4] Charles Birch, Regaining Compassion (University of NSW Press, 1993).
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