octubre 23, 2017
Cuando tenemos mucho que hacer en muy poco tiempo, es fácil sentirnos agobiados. Nos parece que no estamos rindiendo lo suficiente o que nuestros progresos son muy lentos, así que nos exigimos más. Lo cierto es que cuando nos dejamos apremiar de esa manera, merman aún más nuestra eficacia y productividad.
El estrés entorpece nuestro progreso de múltiples maneras. Produce una mayor tensión sobre el sistema nervioso, lo cual disminuye nuestra agilidad mental. Nos tienta a forzar la marcha, lo que nos hace propensos a actuar con menos prudencia y oración y, por tanto, a cometer más errores. Nos resta inspiración. Nos pone de mal humor y nos impide relacionarnos armoniosamente con los demás. En general contribuye a amargarnos la vida. Dejarnos abrumar por la presión resulta contraproducente desde todo punto de vista.
Uno de los hábitos de trabajo más importantes que podemos cultivar es el de protegernos contra el agobio, aprendiendo primero a detectar el momento en que éste empieza a afectarnos y tomando luego medidas para contrarrestarlo. La mejor forma de hacerlo es pedir ayuda al Señor.
Antes que nada, debemos pedirle que nos ayude a advertir las primeras señales. En segundo término, tenemos que aprender a encomendarle nuestras cargas y preocupaciones y confiar en que Él obrará a través de nosotros, a Su manera y en Su momento. Es posible estar muy atareado y tener mucho que hacer sin sentirse abrumado. La clave está en echar nuestras cargas sobre Él. «Echando toda vuestra ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de vosotros»[1].
Pero ¿cómo se logra eso? La Biblia dice: «Que nada os angustie; al contrario, en cualquier situación presentad vuestros deseos a Dios orando, suplicando y dando gracias. Y la paz de Dios, que supera cualquier razonamiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos por medio de Cristo Jesús»[2].
Las presiones son un enemigo inexorable, particularmente para un cristiano, pues cuando estamos agobiados por el trabajo, lo primero que solemos postergar es justamente lo que más falta nos hace: el tiempo de comunión con el Señor.
Aunque seas la persona más organizada del mundo, si descuidas el tiempo que debes dedicar al Señor, tu espíritu se verá perjudicado. Tu felicidad y satisfacción, tu buen trato con los demás, tu productividad y todas las cosas que tienen verdadera importancia en la vida dependen de que cultives una relación estrecha con Jesús, de que te alimentes espiritualmente con Su Palabra, de que permitas que Su Espíritu te renueve y refresque y de que te tomes tiempo para amar a Jesús y ser amado por Él.
La perfecta paz del Señor proviene de pasar tiempo con Él. Para ello hay que tener fe en que cualquier tarea acuciante que se te presente está en Sus manos, pues Él está al timón. Para confiar en Jesús, es importante comprender y abrazar la inefable verdad de que Él nos ama tanto que quiere asistirnos en todo aspecto de nuestra vida.
Él se interesa por ti y desea tu felicidad. Quiere que lo incluyas en todos tus quehaceres. Desea aliviarte la carga, y lo hará en la medida en que le des lugar. Te aligerará increíblemente los pesos que llevas a cuestas si se lo pides. Total que cuando te sientas agobiado por las tensiones, lo más inteligente que puedes hacer es detenerte y pedir ayuda al Señor. Él quiere que le lleves tus problemas; cuando lo hagas te calmará los nervios, te dará serenidad y te indicará qué hacer.
La mejor forma de disipar las tensiones que nos embargan es tomarnos tiempo para orar y encomendarle nuestro trabajo al Señor. Metafóricamente es como abrir la válvula de escape de nuestro espíritu. Si no nos tomamos tiempo con Él, la presión se acumula.
Desde luego que también es importante pedir a Jesús que nos ayude a organizar nuestro trabajo. En los momentos que pasamos con Él nos puede inspirar ideas que nos allanarán el camino y nos simplificarán las cosas de tal modo que ni siquiera nos veamos sometidos a presiones.
A medida que encomiendes al Señor tus caminos y tu trabajo, Él puede indicarte cuál debería ser el orden de importancia de las distintas tareas. Puede darte ideas de cómo hacer las cosas de forma más eficiente. El Señor puede ayudarte a evitar muchas de las complicaciones que te generan tensión al recordarte detalles que se te hayan olvidado o que hayas pasado por alto —o que incluso no tengas forma de saber—. Además, hará reflejar Su amor a través de ti, sea cual sea la tarea que tengas entre manos. No hay nada que se le acerque ni remotamente cuando se trata de aliviar la carga y alegrarles la vida a quienes nos rodean.
Jesús dijo: «Venid a Mí todos los que estáis trabajados y cargados, y Yo os haré descansar. Aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque Mi yugo es fácil, y ligera Mi carga»[3]. La Biblia también promete: «Tú [Dios] guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en Ti persevera, porque en Ti ha confiado»[4]. Si aprendes a dejar que Jesús tome control de tu vida y tu trabajo, y en consecuencia, que lleve una parte mayor de la carga, descubrirás que todo se desenvuelve con más agilidad, con menos trabas, y con mayor eficiencia. ¡Podría transformar tu vida!
Artículo publicado por primera vez en Conéctate, abril de 2001. Texto adaptado y publicado de nuevo en octubre de 2017.
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