octubre 10, 2017
En ocasiones todos sentimos lástima de nosotros mismos y nos desanimamos porque no somos lo que queremos ni estamos donde deseamos en la vida. Al ver a otras personas aparentemente exitosas pensamos que no somos lo suficientemente buenos.
Sorprendentemente, por muy humano que parezca sentirse así, albergar esas emociones es muy nocivo y puede afectar a nuestras relaciones con los demás y con el Señor. Como es Dios quien nos hizo, cuando nos concentramos en lo que nos disgusta de nosotros mismos, es como si le dijéramos a Dios que no hizo un buen trabajo y que nos ha decepcionado.
Es fácil caer en ese tipo de trampa de negatividad. Pero debemos recordar que podemos liberarnos de ese tentáculo de negatividad, sin importar cuánto nos hemos dejado afectar por él.
Hay un viejo adagio que reza: «Dos hombres miran a través de los mismos barrotes. Uno ve el barro, el otro las estrellas». Están mirando lo mismo, pero se centran en dos zonas muy diferentes. Al fijarnos en nosotros mismos podemos elegir en qué centrar nuestra atención, si en lo bueno o en lo malo.
La autoestima no es el convencimiento de que uno es perfecto o mejor que los demás; es una actitud muy diferente. Para mí es saber lo mucho que Dios me ama, que me hizo por una razón y que tiene un plan para mí. Siempre me gustó el versículo en el que el rey David alaba al Señor porque fue formidable y maravillosamente creado[1].
Incluso si no te gusta algo de tu persona, puedes elegir concentrarte en lo que sí te gusta y decidir confiar en que Dios sabía lo que hacía cuando te hizo como eres.
En Efesios dice: «Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que las pongamos en práctica»[2]. En vez de decir «hechura» se podría decir «obra maestra». Que es la prueba de que no somos un producto en serie, sino personas únicas.
Cada vez que me desanimo conmigo misma o con mis circunstancias, recuerdo el verso: «Estoy convencido de esto: el que comenzó tan buena obra en ustedes la irá perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús»[3]. Y pienso: Tal vez el Señor todavía tiene algo en mente para mí.
Imagínense que un artista estuviera trabajando arduamente en un cuadro complejo, y al cuadro no le pareciera que estuviera quedando bien o lo suficientemente bonito y decidiera rendirse y retirarse. El artista le diría: «Bueno, todavía no te he terminado. ¡Ten paciencia!» Y como sabemos que Dios es el mejor pintor, Él no nos decepcionará y a la larga todo cobrará sentido y llegará a buen puerto.
Apreciar tus bendiciones y centrar tu atención en lo bueno de tu persona y de tu vida transformará tu perspectiva del mundo y, sorprendentemente, también puede empezar a cambiar la forma en que el mundo te percibe a ti. Nina Kole[4]
La Biblia cuenta que en cierta ocasión Jesús volvió a Su ciudad natal. Debe ser uno de los pasajes más tristes de las Escrituras. El último versículo del capítulo prácticamente lo resume todo: «Y por la incredulidad de ellos, no hizo allí muchos milagros»[5].
La gente de esa ciudad conocía a Jesús. Lo habían visto crecer. Supongo que no esperaban mucho de Él. Cuando volvió y se corrió la voz de los milagros que había realizado, no lo podían creer. «¿No es acaso el hijo del carpintero?», preguntaron[6] . Yo creo que querían decir: «Conocemos a este chico. Es un simple carpintero. Es imposible que haga algo extraordinario. Ni que fuera el hijo de Dios.»
De la misma manera en que esas personas no creyeron en Jesús y Su poder, nosotros también a veces carecemos de confianza en nosotros mismos y en que Jesús puede obrar a través de nosotros. Con frecuencia nos limita nuestra incredulidad. Nuestros pensamientos negativos nos frenan. Nos creemos tan incapaces de hacer ciertas cosas que a menudo ni siquiera lo intentamos.
He oído relatos sobre personas que consiguieron trabajos fantásticos para los que no estaban técnicamente capacitados, simplemente porque estaban dispuestos a intentarlo. Uno de ellos trabaja como ingeniero en una empresa de productos de plomería de tecnología avanzada. No estudió para ello. Ni siquiera consideró seriamente esa carrera. Pero se presentó la oportunidad de entrar en ese campo y recibir formación. Dio el salto de fe y ha tenido bastante éxito.
Otro recibió una oferta de trabajo como diseñador de páginas web. Si bien había trabajado un poco en ello, no era un experto ni nada parecido. Pero cuando se dio cuenta de que Dios lo dirigía en esa dirección, aprovechó la oportunidad. Ha tenido que aprender por su cuenta, pero ha logrado mucho más de lo que imaginaba. Solo por estar dispuesto a dar el primer paso.
¿Qué me dices? ¿Entorpeces la habilidad de Jesús de lograr algo especial en tu vida? ¿Te niegas a hacer algo solo por no estar seguro de lograrlo? ¿Precisas más fe en el poder de Jesús y en lo que puede lograr a través de ti? ¿Te has repetido en tantas ocasiones que no puedes, al punto que has dejado de creer que tal vez sí puedes?
Algunas personas consideran la humildad sinónimo de una opinión baja de sí mismos y sus capacidades. Se dicen a sí mismos cosas terribles, como No soy muy inteligente, o Ese trabajo es para gente talentosa. Podemos derrotarnos totalmente a nosotros mismos mediante nuestro diálogo interno negativo y nuestra incredulidad.
Dios tiene un plan para cada uno de nosotros. Es un hecho que nunca debemos cuestionar. Puede que Sus planes difieran de lo que tenemos en mente, pero de permitírselo, Él puede utilizarnos. Sin embargo, nunca descubriremos Su plan para nosotros a menos que nos pongamos manos a la obra y demos el paso de fe.
La primera epístola a los Corintios 9:24 nos dice que debemos correr como para obtener el premio. Un velocista olímpico no se prepara para la carrera pensando que tal vez puede ganar. Ni se le ocurre pensar que no tiene oportunidad. Se mentaliza para ganar. Corre como si la medalla le perteneciera.
Dios espera grandes cosas de nosotros. Una vez lo aceptamos, empezamos a esperar más de nosotros mismos. Da el primer paso, echa a correr y jamás te detengas. Marie Story[7]
Publicado en Áncora en octubre de 2017.
[1] Salmo 139:14.
[2] Efesios 2:10 (NVI).
[3] Filipenses 1:6 (NVI).
[4] Just1Thing.
[5] Mateo 13:58 (NVI).
[6] Mateo 13:55 (NVI).
[7] Just1Thing.
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