julio 20, 2017
Nuestra vida es el resultado de las decisiones que tomamos a diario. Cada día es una oportunidad de tomar decisiones que guiarán nuestro futuro. Cotidianamente se presenta una oportunidad de hacer las tareas que tenemos por delante con un compromiso de aspirar a la excelencia. O bien, optar por hacer el mínimo esfuerzo necesario y conformarnos con la mediocridad.
A diario tomamos decisiones que nos llevan, o bien a vivir de manera mediocre, hacer solo lo mínimo necesario, o bien, a estar a la altura de la situación, trabajar arduamente y conseguir que nuestros objetivos sean una realidad. Cada uno de nosotros puede vivir de manera soñolienta, a medio gas. Se puede estar contento con avanzar con lentitud por la vida, día a día de manera perezosa, sin pena ni gloria. O bien, podemos alcanzar nuevos niveles de éxito al evaluar nuestra vida enérgicamente y mejor, día a día, semana a semana, año tras año.
Exploremos cómo enfrentar la mediocridad como un golpe letal, bajo, y al hacerlo, ponernos en una mejor situación para una vida plena.
Todos los días tomamos muchas decisiones, una tras otra y, en definitiva, marcamos el rumbo de nuestra vida y futuro. La calidad de nuestra vida no aparece por arte de magia. La magia está en tomar buenas decisiones que nos pongan en el rumbo adecuado para el futuro. Y no solamente eso, está en darnos cuenta de que, en última instancia, nuestras decisiones definen lo que será nuestra vida. ¿Esas decisiones estarán llenas de pasión, compromiso y determinación, a pesar de las cosas malas que nos sucedan? ¿Aprovecharemos oportunidades y progresaremos, incluso si nuestros bienes y fondos son limitados?
A la larga, tus decisiones dirigirán la senda de tu vida. Es un concepto bastante asombroso, pero es cierto. Cada uno de nosotros determinamos la manera en que las situaciones nos afectarán por las decisiones que tomamos en respuesta a ellas.
A veces es un concepto difícil de aceptar, pues a menudo queremos que las circunstancias cambien antes de que estemos dispuestos a tomar las decisiones correctas. Sin embargo, si podemos aceptarlo, nuestra vida puede cambiar independientemente de cuál sea nuestra situación, si decidimos encomendar a Dios esas circunstancias y confiar en el plan que Él tiene para nuestra vida. Empezaremos a sentirnos más capacitados, menos víctimas, y que el Señor está al mando de nuestra vida.
Cuando nos parece que estamos atrapados y como si no tomáramos decisiones por nuestra cuenta, nos sentimos como si fuéramos víctimas. De vez en cuando, muchos caemos en la trampa de creer que nuestras circunstancias escapan de nuestro control y que no tiene caso intentar cambiarlas. Sin embargo, asumir la responsabilidad de las decisiones que podemos tomar nos saca de la mentalidad de víctimas y nos permite tener la actitud de que para Dios todo es posible.
Contrariamente a lo que piensan muchos, por lo general Dios no decide por nosotros. Somos nosotros los que debemos elegir, encontrar Su voluntad buscándolo diligentemente. Es la razón por la que estamos aquí, es lo que debemos aprender y un aspecto muy importante de nuestra formación. Tenemos que aprender a decidir bien basándonos en nuestro contacto personal con Dios, nuestro conocimiento de Su Palabra y de Su voluntad y nuestro amor por Él y por los demás. Debemos hacer lo que sabemos que está bien y estar dispuestos a vivir y morir por lo que sabemos que es la verdad.
Como dice la Palabra: «Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente». Primero deben estar seguros de que tienen razón. Luego hagan lo que saben que está bien sin importar lo que digan los demás. No obren porque alguien dijo que lo hicieran, sino porque están plenamente convencidos de que algo es la voluntad de Dios. David Brandt Berg
Si aceptamos que somos responsables de las decisiones que tomamos, no culparemos a otros ni a nuestras circunstancias por las dificultades que surjan a raíz de esas decisiones. Asumiremos la responsabilidad de nuestra vida —cómo vivimos, cómo llevamos a cabo la gran misión de testificar, y cómo nos ganamos la vida— lo que, a fin de cuentas, será un reflejo de las decisiones que tomamos a diario.
Es bastante fácil querer ser exitosos en lo que queramos lograr en la vida y fijarnos objetivos elevados para lo que queremos ser en unos cuantos años. Sin embargo, es mucho más difícil llegar ahí. Los logros no se consiguen solo con pensar, desear y esperar; ni siquiera únicamente al elaborar un plan. ¡Hay que hacer algo! Planificar es importante, pero un gran plan y un destino magnífico no sirven de mucho si nunca empezamos, si no perseveramos ni trabajamos para llegar a ese destino. Hace falta disciplina para alcanzar nuestros objetivos y lograr lo que queremos. Debemos evaluar nuestra vida, nuestras prioridades, nuestro plan de trabajo, el tiempo libre. Investigar a fondo para determinar qué hacemos que no es productivo, de manera que cambiemos lo que sea necesario y nos comprometamos a tener la disciplina necesaria para lograr esos objetivos.
¡Todos necesitamos empujarnos a nosotros mismos, tomar medidas drásticas a fin de lograr un objetivo! ¡Vaya concepto! Eso significa que si queremos lograr el éxito en la vida, en lo que sea, hará falta disciplina personal. Lograr nuestras metas no es forzosamente sinónimo de aceptar la vida como llega. Si queremos madurar, crecer y alcanzar nuestros objetivos; si queremos ir en pos de una profesión, carrera, especialidad, o dedicarnos a la misión; si queremos ser responsables y marcar una diferencia, entonces es importante que fomentemos la disciplina personal.
Si parece que nunca logras tus metas, o lo que es peor, si no tienes metas, hay algo que puedes hacer. Te puedes dar un empujón a ti mismo.
Para eso hace falta disciplina. ¿La autodisciplina es una palabra negativa? No. tal vez sea una palabra dolorosa, incómoda, pero en realidad, es una palabra potente cuando se toma en cuenta que la disciplina es muy importante para lograr el éxito. La disciplina personal no es fácil. Puede ser difícil, hasta penosa. Pero si quieres ser todo lo que puedes llegar a ser, si quieres ser la mejor versión de ti mismo, ese es el precio.
«Disciplina» se deriva del término «discípulo»: discípulo de una filosofía, de un conjunto de principios, de una serie de valores, de un propósito preponderante, de un objetivo superior o de alguien que represente dicho objetivo.
En otros términos, si somos buenos administradores de nosotros mismos, la disciplina proviene del interior; es una función de la voluntad independiente. Somos seguidores de nuestros propios valores profundos y sus fuentes. Y tenemos la voluntad, la integridad, de subordinar a esos valores todos los sentimientos, impulsos y estados de ánimo.
Uno de mis ensayos favoritos es The Common Denominator of Success, de E. M. Gray. El autor dedicó la vida a buscar el denominador común en todas las personas exitosas. Descubrió que no era el trabajo arduo, la buena suerte ni la habilidad para relacionarse, aunque todo eso es importante. El factor que parecía trascender a todos los otros [era] hacer lo importante primero.
Notó que «la persona exitosa tiene la costumbre de hacer las cosas que a quienes fracasan no les gusta hacer. No es que a las personas exitosas forzosamente les gustara hacer esas cosas, pero su desagrado estaba subordinado a la fuerza de sus propósitos». Stephen R. Covey[1]
La buena noticia es que a medida que mejoramos en la autodisciplina, se vuelve más fácil.
Nadie alcanza la grandeza sin disciplina. Pero cuando te obligas a hacer lo que debes, cuando necesitas hacer esas cosas, llegará el día en que puedas hacer lo que quieras, cuando quieras. También es cierto que la vida es difícil, pero cuando eres exigente contigo mismo, la vida se vuelve infinitamente más fácil para ti.
Disciplínate hoy de modo que mañana tengas una vida mejor. Zig Ziglar[2]
Casi nunca el éxito se debe a la suerte. Claro, se da el caso excepcional de alguien que está en el lugar correcto, a la hora indicada y descubre una mina de oro. Sin embargo, para la mayoría de nosotros, el éxito en las metas que nos fijamos llega como consecuencia de la disciplina personal y el trabajo laborioso y metódico. Así pues, cuando se presenta una oportunidad, estamos en situación de aprovecharla.
En su libro The Life God Blesses, Gordon MacDonald cuenta una de sus experiencias en el equipo de atletismo de la Universidad de Colorado a finales de los años cincuenta. En particular, recuerda el difícil entrenamiento junto a un compañero que se llamaba Bill. «Actualmente, todavía recuerdo la angustia que me daba el entrenamiento del lunes por la mañana. Estaba tan agotado al terminar el entrenamiento, que me iba tambaleando a los vestidores. Bill era diferente. Cuando terminaba, se quedaba descansando en el césped cerca de la pista de atletismo. Después de unos veinte minutos, mientras Gordon se duchaba, ¡Bill repetía toda la sesión de entrenamiento!
Bill no se consideraba un atleta excepcional entre sus compañeros de la universidad. Bill comentó: «Yo no era un gran atleta, pero tenía una teoría, la de tener una especie de saco como el de los que hacen trucos de magia. Me explico: en el entrenamiento o en una competición no hay un gran paso que se puede dar; pero sí se pueden hacer miles de cosas pequeñas».
Es probable que Bill no haya causado gran impacto durante sus años en la universidad, pero con el tiempo, su disciplina y empeño dieron fruto. Gracias al esfuerzo disciplinado y mejoras constantes, el poco espectacular atleta universitario que había entrenado junto a Gordon MacDonald se convirtió en un atleta mundialmente famoso: Bill Toomey, el decatleta que en 1984 fue incorporado al Salón de la Fama Olímpico.
Bill logró ese gran éxito gracias a su disciplina. La perspectiva de Gordon MacDonald lo dice todo: «La diferencia entre nosotros dos empezó los lunes por la tarde en el entrenamiento. Él no le tenía miedo a la disciplina y se entregó al máximo. Yo le tenía miedo a la disciplina e hice lo mínimo». John C. Maxwell[3]
Una de las excusas más comunes es: «no tengo tiempo». Todos hemos dicho eso muchas veces. Y a primera vista, parece una excusa con fundamento. Es verdad que estamos ocupados.
Pero, ¿cómo empleamos el tiempo? Veamos un ejemplo cotidiano: ver televisión. Según una encuesta reciente, los estadounidenses ahora ven un promedio de cinco horas de televisión al día, 35 horas a la semana. El televidente norteamericano promedio ve más de 151 horas de televisión al mes. Si alguien trabaja 40 horas a la semana —las horas de la semana laboral promedio en los EE.UU.— eso significa que pasa casi la misma cantidad de tiempo mirando televisión que trabajando.
Bien, digamos que no vemos la televisión por mucho tiempo. Sin embargo, ¿qué me dicen de los videojuegos? ¿Y de escribir en los blogs y conversaciones en línea? ¿Navegar por Internet? Si sumamos todas esas horas, ¿cómo estamos?
Probablemente escucharon el concepto de que si por un tiempo alguien dedica una hora al día a estudiar algo, después de unas 10.000 horas, o en unos cinco años, será un maestro o experto. ¿En qué queremos ser expertos? ¿La manera en que empleamos el tiempo es prueba de ello?
¿Leemos y estudiamos para convertirnos en los profesionales que queremos ser? Si no leemos ni estudiamos un tema de interés en particular, o de algo en lo que esperamos destacar, entonces probablemente no alcanzaremos nuestro pleno potencial.
Examinemos este ejemplo:
Antes de dedicarse de lleno a escribir, John Grisham era abogado. Al igual que la mayoría de los abogados exitosos, trabajaba muchas horas en la oficina, a menudo 60 horas a la semana, ¡y a veces 80! A pesar de ese horario agotador, lo que Grisham más deseaba era escribir una novela.
Sin embargo, Grisham tenía innumerables excusas para explicar la razón por la que NO podía escribir un libro, excusas como el hecho de que no tenía experiencia en redacción literaria, que tenía obligaciones para con su esposa y dos hijos, que no tenía tiempo porque trabajaba 10 horas diarias, seis días a la semana, que el estrés laboral era enorme.
Sin embargo, Grisham sabía que podía elegir. Podía encontrar razones PARA escribir una novela, o encontrar razones para NO escribirla y luego justificarse porque no lo podía hacer. Afortunadamente, Grisham eligió encontrar las razones PARA escribir su primera novela.
Escribió su primera novela, Tiempo de matar, al hacer un sencillo ajuste en su vida. Empezó a levantarse a las 5 de la mañana para trabajar en su novela. En efecto, no tenía tiempo de escribir. Así que buscó tiempo levantándose dos horas antes cada día. Menos de un año después, Grisham tenía un manuscrito completo para enviar a las editoriales.
Solo había un problema. El primer editor le dijo: «Se lo agradezco, pero no, gracias». Lo mismo ocurrió con el segundo, el tercero, el cuarto y así sucesivamente. Sin embargo, Grisham estaba decidido. Siguió presentando su libro hasta que, por fin, la editorial número 26 aceptó publicar la novela.
La casa editora tenía tan poca fe en el libro que solo imprimió 5.000 ejemplares. En ese momento, ¡parecía que les iban a sobrar 4.000! La novela fue un fracaso.
Grisham tomó otra decisión. Compró mil ejemplares y decidió vender el libro por su cuenta. Pasaron meses antes de que su costumbre de dar charlas y firmar libros los fines de semana empezara a dar buenos resultados.
Se fue propagando de boca en boca y las ventas aumentaron hasta que, por fin, después de casi un año de presentaciones los fines de semana, la primera novela de John Grisham, Tiempo de matar, llegó a la lista de los libros más vendidos. ¡Y se quedó ahí por 100 semanas! Hasta la fecha, se han impreso más de 10 millones de ejemplares de la primera novela de Grisham.
Grisham logró aquello porque cambió sus hábitos. […] La nueva costumbre de levantarse a las cinco de la mañana le permitió lograr su sueño de toda la vida. La costumbre de añadir dos horas productivas al día puede influir enormemente; a lo largo de un año, se pueden añadir 15 semanas de trabajo de tiempo productivo en cada año de tu vida. Burke Hedges, texto adaptado[4]
Con el tiempo, vale la pena tener disciplina personal. También en nuestra vida puede pasar algo así.
Con autodisciplina, casi cualquier cosa es posible. Theodore Roosevelt
Para Dios todo es posible. Jesús, Mateo 19:26[5]
Roadmap fue una serie de videos de LFI creada para adultos jóvenes. Se publicó por primera vez en 2010. Texto adaptado y publicado de nuevo en Áncora en julio de 2017.
[1] Stephen R. Covey, The Seven Habits of Highly Effective People (Business Library, 1990).
[2] Zig Ziglar, Discipline Is a Beautiful Word.
[3] John C. Maxwell, The 17 Essential Qualities of a Team Player (Magna Publishing Company, 2002).
[4] Burke Hedges, You, Inc. (QFORD, 1996).
[5] NTV.
Copyright © 2024 The Family International