En colaboración con Dios, 3ª parte

junio 22, 2017

Tomado de la serie Roadmap (hoja de ruta)

[In Partnership with God—Part 3]

La decisión de vivir conforme a un sistema de valores cristianos, de buscar recompensas eternas por encima de ganancias inmediatas o satisfacción, requiere compromiso y sacrificio. Hace falta renunciar a algo. Es posible que orientar nuestra vida a prioridades celestiales no llegue de modo natural ni suceda de manera automática solo porque somos cristianos. Para ese fin, debemos desarrollar una pasión personal, aunque no siempre lleguemos a sentir esa pasión.

¿Qué estás dispuesto a dejar de lado,  a posponer o hasta dejar totalmente? Aquí tienen la historia de un matrimonio de chinos. Su devoción al Señor se manifestó simplemente por amor y su gran aprecio por los valores.

Eric Fellman cuenta que hizo un viaje a China. Iba de camino y en Hong Kong conoció a una pareja de ciudadanos chinos. «Un amigo me llevó por un callejón estrecho y después a un departamento en el segundo piso, donde conocería a un hombre que recientemente había sido puesto en libertad; estuvo en una cárcel en China.

»Al llegar, un chino sexagenario abrió la puerta. Tenía una sonrisa radiante. Sin embargo, en la espalda tenía una curvatura bien pronunciada. Nos llevó a un cuarto con pocos muebles. Una señora china más o menos de la misma edad entró y nos sirvió té. Ella se quedó a acompañarnos y noté que se miraban y se tocaban con gran amor. Al parecer, se dieron cuenta de que los miraba con atención, y al poco rato soltaron risitas.

»—¿Qué pasa? —le pregunté a mi amigo.

»—Ah, no pasa nada —respondió con una sonrisa—. Solo quieren que sepas que entienden tu asombro. Están recién casados.

»Me contó que se habían comprometido en 1949, cuando él estudiaba en el Seminario Teológico de Nankín. Un día en que se hacían los preparativos de la boda, los comunistas se apoderaron del seminario. Los estudiantes fueron castigados con prisión y trabajos forzados. Durante los siguientes treinta años se le permitió a la novia únicamente una visita por año. Cada vez que terminaban los pocos minutos de la visita, llevaban al chino a la oficina del director de la prisión y se le decía que si renunciaba a su fe cristiana, quedaría libre y podría irse con su novia.

»Año tras año ese hombre respondió con una palabra: “No”.

»Quedé atónito. ¿Cómo pudo soportar esa situación durante tanto tiempo, alejado de su familia, privado de su matrimonio y hasta de su salud? Mi pregunta pareció asombrarlo. Respondió:

»—Después de todo lo que Jesús ha hecho por mí, ¿cómo iba a traicionarlo?»  Eric Fellman[1]

A la mayoría de nosotros no se nos pide que soportemos prisión, ni trabajos forzados, ni que renunciemos por 30 años a la persona que amamos. Es probable que lo que enfrentemos a diario sean decisiones más triviales. En muchos casos, no será algo impresionante; y por consiguiente, tal vez las decisiones cotidianas no parezcan fundamentales para nuestro futuro tanto aquí en la Tierra como en el Cielo.

De vez en cuando, debemos examinar seriamente la salud de nuestra relación con el Señor y cuánto estamos dispuestos a comprometer a fin de protegerla y cultivarla. Podemos participar en muchas actividades que son sencillamente distracciones y que requieren mucho de nuestro tiempo, cosas que requieren minutos u horas y que podrían aprovecharse mejor para fortalecer nuestra relación con el Señor. Algunas distracciones no solo no son productivas, sino que pueden ser perjudiciales para nuestro crecimiento espiritual.

Designar tiempo o darse tiempo para la búsqueda espiritual no es el objetivo final. Sencillamente es un medio para lograr un fin. Tenemos que dedicar tiempo a establecer una relación con el Señor, una relación buena y profunda. Podríamos dedicar el tiempo, pero no lograr el objetivo si en realidad no establecemos una relación con Jesús.

A continuación reproducimos algunas palabras de uno de los grandes misioneros del pasado. Dejan claro su amor por el Señor y sus prioridades en cuanto a establecer una relación con Jesús. Es un fragmento del diario de C. T. Studd. Escribió:

El Señor es muy bueno; todas las mañanas me da una gran dosis de champaña espiritual que me da ánimo para el día y la noche. Últimamente he tenido ratos espléndidos. Por lo general me despierto más o menos a las tres y media de la mañana. En ese momento estoy muy despierto, así que leo un buen rato. Luego, antes de comenzar las tareas del día, vuelvo a dormir más o menos una hora. Lo que leo a esa hora se queda  en mi mente grabado de forma indeleble todo el día; es la hora en que hay menos ruido. No hay nadie levantado; no se oye ningún sonido, solo a Dios.

Si no dedico ese tiempo, me siento como Sansón cuando estaba rapado y había perdido su fuerza. A diario veo más y más lo mucho que tengo que aprender del Señor. Quiero ser un obrero aprobado, y no solo que me entreguen una calificación de aprobado.

¡Ah! Cuánto quisiera haber dedicado a Dios y Su Palabra mis primeros años, toda mi vida. Cuánto he perdido en esos años en que fui autocomplaciente, en los que perseguí honores y placeres en este mundo.

El Espíritu vive en nosotros cuando Él nos posee. También es algo muy sencillo. Solo hay que recordar que «con Cristo estoy juntamente crucificado». Estoy muerto. «Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí». La parte que me toca es dejar que Él viva en mí.  C. T. Studd

C. T. Studd estaba tan enamorado de Jesús y era tan consciente de que necesitaba el Espíritu de Dios, que sabía que debía dedicar ese tiempo a diario, e hizo el sacrificio por amor.

Eso no quiere decir que el objetivo sea levantarse a las tres y media de la mañana para pasar tiempo con el Señor. Cada persona es diferente. Lo que da buenos resultados a alguien con respecto a su relación con el Señor, tal vez para otra persona no sea tan eficaz. Hay elementos básicos que contribuyen a edificar nuestra vida espiritual, como leer la Palabra, orar, escuchar al Señor, meditar, alabar, escuchar música alentadora, o sencillamente estar en silencio en presencia de Dios y descansar en Él. Sin embargo, la manera en que se tengan ratos provechosos con el Señor es una decisión personal.

Tendrás que esforzarte por hacer lo que sea necesario para satisfacer tus necesidades espirituales, porque eso es lo que te ayudará a progresar, estar fuerte y cumplir lo que el Señor te pida. Tienes el deber de atender sin falta esa necesidad.

Es cuestión de convicciones personales y de disciplina en la relación que mantienes con Jesús. Los obstáculos con gran facilidad pueden impedirte pasar esos ratos provechosos. Solo uno mismo puede determinar si se está apacentando, creando un vacío espiritual para que lo llene el Señor.  María Fontaine

Muchas otras cosas exigen nuestra atención. Así pues, no es una tarea pequeña mantener la atención en nuestra vida espiritual. Vivimos en un mundo material donde gran parte de lo que nos rodea está reñido con la vida espiritual. Estamos rodeados de cosas que vemos, sentimos, olemos, tocamos y saboreamos. En este entorno, es bastante fácil olvidar que somos seres espirituales. Nuestra alma necesita un vínculo con el poder que nos creó. No basta con reconocer simplemente que somos seres espirituales. Debemos detenernos físicamente, reflexionar y dejar de lado las listas interminables de asuntos pendientes y el desorden que nos llena el cerebro. Seguidamente, debemos empaparnos de la esencia del Espíritu que nos hace ser las personas que somos. Hacerlo proporciona a nuestro espíritu fuerza y flexibilidad, aclara nuestro objetivo y refuerza nuestra determinación.

El Señor ha puesto a nuestra disposición todo lo que necesitamos. Es bueno que lo hiciera, porque sin esa correlación divina que une nuestro espíritu con la fuente de nuestra espiritualidad, nuestras obras terrenales serían en vano y al final fracasarían. Jesús dijo: «El que permanece en Mí, como Yo en él, dará mucho fruto; separados de Mí no pueden ustedes hacer nada»[2].

Esta anécdota ejemplifica los beneficios prácticos de pasar tiempo con el Señor.

Una mujer muy nerviosa acudió a la consulta de un médico de mucho renombre, el Dr. Howard A. Kelly. Los afanes de la vida amenazaban su salud física e incluso su equilibrio mental. Luego de explicarle los síntomas al facultativo, escuchó con asombro la cura que éste le prescribía:

—¡Señora, lo que usted necesita es leer la Biblia más a menudo!

—Pero doctor... —balbuceó la sorprendida señora­.

—Empiece a dedicar una hora diaria a la lectura de la Biblia, y regrese a verme dentro de un mes —reiteró el médico con cortesía y firmeza.

Al principio ella estuvo a punto de enojarse. Pero luego reflexionó. Fue sincera consigo misma y vio que había abandonado la lectura cotidiana de la Palabra de Dios y se había alejado de «la sombra del Omnipotente» y de la comunión que antes tenía habitualmente con su Señor. Al regresar con su Dios y a Su Palabra recuperó el gozo de su salvación.

Al cabo de un mes volvió al consultorio del médico, y él le dijo:

—Veo que ha seguido mis indicaciones. ¿Cree ahora que necesita la ayuda de algún otro remedio?

—No, doctor. Me siento como una persona totalmente distinta. Pero dígame: ¿Cómo supo lo que necesitaba?

Mientras que el especialista tomaba una ajada y muy marcada Biblia en sus manos, respondió:

—Si yo descuidara la lectura diaria de la Palabra de Dios, no solo perdería la alegría, sino también mi gran fuente de fortaleza y de capacidad para mi trabajo. En su caso los medicamentos no eran necesarios; lo que necesitaba era una fuente de paz y fortaleza exterior a su mente. ¡Mis recetas obran maravillas cuando se ponen en prác­tica!  Anónimo

Si ya estás ocupado hasta el límite, más allá de lo que se puede describir, enfrentas emergencias y crisis y por lo general estás estresado y cansado, entonces ese desafío de mejorar tu relación con el Señor tal vez sea una tarea enorme. Es posible que te parezca demasiado difícil o algo que es demasiado para ti.

Pues bien, te alegrarás al saber que Dios no tiene prisa. Como se ha dicho anteriormente, tu relación con el Señor es un proceso que dura toda la vida. ¡No puedes esperar que de la noche a la mañana seas una maravilla espiritual! Debes darle tiempo y tener paciencia. Lleva tiempo; es un camino de progreso que se recorre paso a paso.

Aunque Dios podría transformarnos de manera instantánea, ha optado por desarrollarnos lentamente. En cuanto al desarrollo de Sus discípulos, Jesús lo hace de manera deliberada y metódica. Prefiere obrar en nuestra vida mediante pasos, gradualmente.

Ten paciencia con Dios y contigo mismo. Una de las frustraciones de la vida es que el cronograma de Dios es pocas veces igual al nuestro. Es posible que esa frustración sea porque te parezca que tu progreso en la vida es lento. Recuerda que Dios nunca tiene prisa, pero siempre llega a tiempo. Dios se valdrá de tu vida entera para prepararte para tu misión en la eternidad.  Rick Warren[3]

La manera en que vives —que es cómo pasas el tiempo— te convierte en la persona que eres, y eso creará tu legado. Las cosas que son importantes para ti definen tu carácter. A lo que das tiempo, atención y dinero demuestra cuáles son tus prioridades reales. Al final de tu existencia terrenal, será evidente a qué has dedicado tu vida y cómo has vivido en colaboración con Dios.

Rick Warren nos cuenta una conmovedora anécdota que recuerda de su padre, que fue pastor y misionero. Ojalá todos sigamos viviendo con esa pasión por el Señor, por las almas perdidas y la misión:

Mi padre fue pastor por más de cincuenta años. Desempeñó su labor principalmente en pequeñas iglesias rurales. Él era un predicador sencillo; sin embargo, era un hombre con una misión. Su actividad favorita era llevar equipos de voluntarios al extranjero para construir los edificios de congregaciones pequeñas. A lo largo de su vida, mi padre construyó más de 150 edificios para iglesias alrededor del mundo.

En 1999, mi padre murió de cáncer. En la última semana de su vida, la enfermedad lo mantuvo despierto, casi inconsciente, prácticamente las 24 horas del día. Cuando soñaba, decía en voz alta lo que estaba soñando.

Una noche, cerca de su fin —cuando mi esposa, mi sobrina y yo estábamos a su lado—, mi padre repentinamente se puso muy activo e intentó levantarse de la cama. Por supuesto, estaba muy débil; y mi esposa insistía en que se recostara. Pero él insistía, quería levantarse de la cama. Finalmente, mi esposa le preguntó:

—Jimmy, ¿qué tratas de hacer?

—¡Tengo que salvar a una persona más para Jesús! —respondió.

Y repitió varias veces esa frase.

En la hora siguiente, probablemente repitió esa frase cien veces: «¡Tengo que salvar a una persona más para Jesús!» Sentado al lado de su cama, me corrían lágrimas por las mejillas, incliné la cabeza para darle gracias a Dios por la fe de mi padre. En ese momento, mi padre extendió su frágil mano y la puso sobre mi cabeza, y como si me encargara una tarea, me dijo: «¡Salva a una persona más para Jesús! ¡Salva a una persona más para Jesús!»

Tengo la intención de hacer que ese sea el tema del resto de mi vida. Te invito a que también lo consideres el centro de tu vida, porque nada marcará tanto la diferencia en la eternidad.  Rick Warren[4]

Tenemos el gran privilegio de conocer al Señor. Conocemos la verdad. Tenemos paz en el corazón, el tesoro de la Palabra de Dios, además del privilegio y llamado de transmitir Su salvación y amor. Y después de haber llevado a cabo el plan que Dios tiene para nuestra vida en la Tierra, sabemos que pasaremos la eternidad con Jesús y nuestros seres queridos en el Cielo. ¡Y todo eso como consecuencia de haber vivido en colaboración con Dios! ¡No hay nada mejor que eso! ¡Alabado sea el Señor!

Roadmap fue una serie de videos de LFI creada para adultos jóvenes. Se publicó por primera vez en 2010. Texto adaptado y publicado de nuevo en Áncora en junio de 2017.


[1] Moody Monthly.

[2] Juan 15:5 (NVI).

[3] Rick Warren, The Purpose Driven Life (Grand Rapids, Michigan: Zondervan, 2002).

[4] Ibíd.

 

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