En colaboración con Dios, 1ª parte

junio 8, 2017

Tomado de la serie Roadmap (hoja de ruta)

[In Partnership with God—Part One]

Vigencia. Es una palabra que escuchamos frecuentemente. Cuando se habla de vigencia, a menudo es acerca de la información de la que se dispone y las habilidades adquiridas en comparación con la necesidad que hay o la demanda para ellas. En el mundo actual y que cambia con rapidez, debemos aprender, mejorar y progresar continuamente a fin de no perder vigencia y aumentar nuestras posibilidades de éxito.

Para un cristiano, la definición de éxito no se limita a asuntos prácticos, como un ascenso, un puesto, eficiencia, destreza, disciplina, riqueza y lograr nuestras metas en aspectos prácticos. Claro, esos son elementos importantes para el éxito en cualquier profesión, pero para un cristiano, esas cosas no lo abarcan todo.

Para un cristiano, hay otros aspectos de una vida equilibrada, como por ejemplo estos:

Vale la pena reflexionar en esos puntos y pensar en lo destacados que son esos elementos en nuestra vida. Además, vale la pena tener en cuenta otros valores que el Señor nos indique que nos concentremos en ellos y que contribuirían a nuestro éxito personal cristiano.

Esas cualidades no pueden desarrollarse ni mantenerse solamente con fuerza de voluntad y disciplina. Nuestra relación con el Señor y nuestra conexión personal con Él por medio de Su Palabra, oración, oír Su voz y descansar en Él, tienen una función fundamental en la manera en que vivimos. Como es el caso de la mayoría de las cosas buenas en la vida, una relación cercana con Dios no llega fácilmente.

Solo porque en la sociedad actual las cosas se mueven más rápido no significa que lograr la excelencia es más fácil ni que requiere menos trabajo o tiempo. Como dice un refrán: «quien algo quiere, algo le cuesta». Y eso se aplica hoy como siempre. Cultivar una relación con el Señor tiene para nosotros un valor enorme, pero también cuesta mucho. No podemos esperar que una profunda cercanía con Dios surja de unos pocos minutos superficiales, sin planificar, que dediquemos por aquí y por allá, ni de un espacio de tiempo continuado, pero lleno de distracciones.

Los cristianos llevamos una vida de colaboración con Dios. Unos cuantos hábitos fundamentales o actitudes contribuirán a que esa colaboración prospere hasta llegar a concretar todas sus posibilidades.

Para empezar, si vamos a amar al Señor de verdad con todo el corazón y mente, necesitamos dar al Señor el primer lugar en nuestra vida, y esforzarnos para mantenerlo en ese lugar. Jesús quiere que lo amemos, que tengamos deseos de conocer Su verdad y que estemos dispuestos a que se cumpla Su plan en nuestra vida. Podemos ver si el Señor tiene el primer lugar en nuestra vida, por ejemplo, en cuánto tiempo pasamos con Él, cuánto nos interesa lo que dice y lo que piensa acerca de diversos asuntos, y el lugar que Él y Su voluntad tienen en nuestro orden de prioridades.

El Señor no nos obliga a amarlo ni a pasar tiempo con Él. No nos obliga a obedecerlo. Quiere que le demos nuestro amor, tiempo y devoción como una ofrenda voluntaria, de nuestro corazón, no por obligación. Los planes devocionales, los horarios que faciliten el progreso en nuestra vida, y un enfoque disciplinado para nuestra espiritualidad pueden ser de utilidad para que ese tiempo que le dediquemos al Señor sea provechoso. Es más, el Señor nos ayudará al darnos planes eficaces para nuestro crecimiento espiritual, pero quiere que hagamos el esfuerzo por amor a Él y porque sinceramente queremos estar cerca de Él.

Otro aspecto importante de nuestra colaboración con Dios es que andemos en el temor del Señor. Sabemos que el Señor nos ama incondicionalmente y perdona nuestros pecados. A veces sentimos íntimamente la presencia del Señor y somos muy conscientes de Su amor, gracia y misericordia. Sin embargo, eso no significa que Él sea tan compinche que haga la vista gorda cuando repetidamente, con intención, continuamente, nos apartemos de Su voluntad, no hagamos caso de Su Palabra e ignoremos Su suave voz que nos habla al corazón, o cuando no prestemos atención a los principios que Él puso en Su Palabra.

Necesitamos mantener un sano temor del Señor en nuestra vida. Deberíamos tener miedo de hacer cosas que sabemos que están mal, que desagradan al Señor y que son contrarias a Su Palabra, sabiendo que las bendiciones que recibimos del Señor —que incluyen protección física, provisión, salud y felicidad— dependen de nuestra obediencia a Él.

En parte, tener el temor del Señor es mantener nuestro corazón libre de pecados no confesados. Si hemos pecado debemos pedir al Señor que nos perdone. A veces también debemos pedir perdón a otras personas. Esforzarnos por mantener el corazón y el espíritu recto delante del Señor puede fortalecer nuestra fe a fin de que nos acerquemos «confiadamente al trono de la gracia» de Dios con oración para recibir Su misericordia y hallar la gracia que nos ayude en el momento que más la necesitemos[1].

A fin de tener éxito espiritualmente, también necesitamos tener humildad. Para progresar en nuestra relación con el Señor se requiere auténtica humildad. Debemos darnos cuenta de que independientemente de nuestra inteligencia, cuánto fruto tengamos o el éxito del que disfrutemos, de lo sanos y en forma que estemos, o de la familia maravillosa que tengamos, de todos modos necesitamos la asistencia del Señor y recibir una infusión del Espíritu Santo que nos ayude a cumplir el propósito que Dios tiene para nuestra vida. Comprender nuestra necesidad del Señor es un proceso de toda la vida, y tenemos más humildad delante del Señor a medida que soportamos las batallas, los reveses y las dificultades de la vida. Mientras más nos aferremos al Señor y dependamos de Él por medio de una concienciación sincera de nuestras debilidades y limitaciones, más podremos reconocer Su ungimiento en nuestra vida y en la de otras personas. Mientras más reconocemos lo que obra el Señor en nuestra vida, más lo glorificamos.

Es posible que esa clase de humildad no sea lo primero que tengamos en nuestra escala de prioridades, pero a medida que maduremos y mejore nuestra relación con el Señor, nos daremos cuenta de que es muy cierto que todos somos bastante débiles y falibles sin el ungimiento milagroso del Señor.

Empieza el día pasando un rato de comunión conmigo, y deja que ese rato y Mi presencia permanezcan contigo a lo largo del día. Antes de iniciar la jornada, pasa un tiempo conmigo en quietud y confianza. Así, en esos momentos de quietud conmigo, encontrarás fuerzas, paz, poder, amor y ungimiento para el día[2].  Jesús, hablando en profecía

Jesús siguió Su camino y llegó a una aldea, donde una mujer llamada Marta lo hospedó. Marta tenía una hermana llamada María, la cual se sentó a los pies de Jesús para escuchar lo que Él decía. Pero Marta, que estaba atareada con sus muchos quehaceres, se acercó a Jesús y le dijo:

—Señor, ¿no te preocupa nada que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude.

Pero Jesús le contestó:

—Marta, Marta, estás preocupada y te inquietas por demasiadas cosas, pero solo una cosa es necesaria. María ha escogido la mejor parte, y nadie se la va a quitar.  Lucas 10:38–42[3]

María se sentó a los pies de Jesús a escucharlo. Es la única tarea verdaderamente necesaria: sentarse a los pies del Señor para escuchar Su Palabra. Señor, ayúdanos a recordar que Tu Palabra va primero. Tu amor va primero. Tu amor se manifiesta en Tu Palabra, las Palabras de amor en las cuales se basan nuestra vida y obras. Ese es nuestro todo. Es nuestra entera obligación y deber: amarte y amar a los demás. Amar Tu Palabra y amar a los demás con Tu Palabra.  David Brandt Berg

Roadmap fue una serie de videos de LFI creada para adultos jóvenes. Se publicó por primera vez en 2010. Texto adaptado y publicado de nuevo en Áncora en junio de 2017.


[1] V. Hebreos 4:16 (NVI).

[2] V. Isaías 30:15.

[3] DHH.

 

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