Vida invencible

febrero 7, 2017

Recopilación

[The Unconquerable Life]

«¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra?»  Romanos 8:31[1]

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Si estamos en Cristo, y predestinados por un Dios todopoderoso y soberano para que fuéramos como Él, entonces es lógico que Pablo preguntara: «¿Quién puede estar en contra nuestra?» La realidad es que hay mucho que puede estar en contra nuestra, pero ¿con qué fin? Pablo se hace otra pregunta. «¿Quién acusará a los que Dios ha escogido?»[2] La realidad es que hay muchas acusaciones y condenación dirigidas contra nosotros, pero ¿con qué fines?

La clave de nuestra seguridad y serenidad en un mundo donde hay muchas cosas que luchan contra nosotros es nuestra dependencia de Dios y saber que Él hace que todo redunde en bien. Si Dios está de nuestra parte, entonces nadie puede tener éxito en la lucha contra nosotros porque estamos en el plan de Dios y somos moldeados conforme a la imagen de Cristo quien, por Su muerte, sepultura y resurrección, ya derrotó todo lo que nos amenace, incluida la muerte. Pablo escribe: «El que no escatimó ni a Su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con Él, todas las cosas?»[3] Dios no nos deja sin preparación ni abandonados; en cambio, nos da a Jesús, por el que estamos fortalecidos y sustentados en cada dificultad.

Todos enfrentamos situaciones de tensión y conflicto, pero si me permiten parafrasear: «Si Dios está de nuestra parte, ¿qué importa si hay algo en contra nuestra?» Los cristianos debemos vivir con la predisposición de decir: «Si Dios está de mi parte, entonces estoy a salvo, independientemente de lo que esté en mi contra». No se trata de que en nuestra vida haya conflictos y tensión. Son parte de la vida que todos enfrentamos. Se trata de la manera en que reaccionamos a ellos. Pablo dice: «¿Quién [nos] condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros»[4]. Nuestra reacción debe ser la de una victoria que ya tenemos. ¿Por qué? Porque Dios está en nosotros.

Seguidamente, Pablo pregunta: «¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia?»[5] Dice: «Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores [en Cristo]» porque nada «en toda la creación podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús»[6]. Al tener una relación de amor con Jesucristo nos ponemos en las manos de Dios, que es todopoderoso, soberano, y que nos ha dado la vida invencible que tenemos en Su hijo.  Charles Price

 

Sobrevivir a la desilusión

Desde luego, la vida no siempre resulta como pensábamos. En esos casos, ¿cómo podemos sobrevivir a la desilusión? ¿Cómo podemos salir adelante en esas épocas de oscuridad?

A menudo, las épocas de mayor desilusión llegan cuando alguien nos falla, o por lo menos pensamos que lo ha hecho. Las personas pueden hacernos mucho daño. A veces saben lo que hacen; otras veces solo hacen lo mejor que pueden según sus conocimientos y con las herramientas que tienen disponibles. En cualquier caso, el nivel de satisfacción y felicidad que tenemos no depende de otras personas; depende de Dios. Claro, nos apoyamos en otras personas para ciertas cosas, y es doloroso cuando nos decepcionan. Sin embargo, el máximo éxito o alegría de nuestra vida no debería depender de las personas. No tenemos que prolongar el sufrimiento por lo que otros nos hacen o dejan de hacer, porque en última instancia nuestra recompensa está en las manos de Dios.

Asimismo, es muy decepcionante cuando creemos que hemos fallado en algo, tal vez debido a nuestro descuido o a pesar de nuestros mejores esfuerzos. O bien, pensamos que hemos fallado cuando en realidad no es así. Y nos quedamos en tinieblas por esas cosas, torturándonos. La culpa y el arrepentimiento nos golpean como si se tratara de un gigantesco mazo. Pensamos: «Si no hubiera… Si hubiera… ¿Por qué yo no…?» Es una carga que no podemos llevar y que no teníamos que llevar.

Incluso cuando tenemos que soportar las consecuencias por las malas decisiones que hemos tomado, Dios de todos modos está de nuestra parte. «Aunque caiga, me levantaré otra vez. Aunque esté en oscuridad, el Señor será mi luz»[7]. Es magnífico saber que incluso en una oscuridad que nosotros mismos hayamos creado, Dios de todos modos está presente y también Su luz. Creo que eso es lo que nos hace amar más al Señor: Su gracia. Nos damos cuenta de lo poco que la merecemos y lo lejos que estamos de Su gloria, sin embargo, Él nos ama y nos acepta de todos modos. Incluso si enfrentamos nuestro más grande fracaso, Dios hace que de ello surja algo bueno siempre que nos acerquemos a Él con humildad.

Cometemos un error al esperar demasiado de nosotros mismos, de otras personas y de la vida, cuando deberíamos tener nuestra esperanza en Dios. En muchos casos, Dios permite que tengamos dificultades a fin de bendecirnos de alguna forma. Si estamos dispuestos a permitir esa posibilidad en todo lo que ocurra, eso evita que quedemos anonadados por personas y situaciones que a la larga van a ser utilizados para la gloria de Dios. Si entregamos a Dios nuestra desilusión y oramos: «Señor, sé mi luz, guíame en esta situación», Su obra se llevará a cabo con mayor rapidez. […]

Recuerda que por muy oscuras que se vuelvan las épocas de desilusión, Dios todavía es tu luz. Camina a la luz que Él te da.  Stormie Omartian

 

Nuevos sueños

Todos los tenemos: planes que no salieron como esperábamos, oraciones que al parecer no pasaron del techo, sueños que se truncan y se hacen pedazos mientras nos preguntamos por qué. Continuamos la marcha dejando atrás los sueños rotos y las oraciones que al parecer no fueron respondidas, pero que por lo general permanecen grabados en nuestra mente en medio de las dudas. ¿Por qué no salieron las cosas como las había planeado, o como esperaba, o conforme a mis oraciones?

Después de todo, ¿acaso un sueño roto no es una idea que nos hemos hecho acerca de una senda a seguir o un lugar al que creíamos que debíamos llegar pero que nos condujo en otra dirección? En algún momento hicimos un viraje que por momentos parecía acabar con nuestra existencia o perdimos el rumbo y nos desviamos sin saber por qué.

Debido a que somos seres humanos imperfectos, tendemos a pensar que hemos fracasado. Empezamos a echarnos la culpa, o a los demás, y nos echamos al hombro las cargas del fracaso o de la desilusión, a veces durante años. Culpar a los demás puede convertirse en una pesada carga, y mientras no nos deshagamos de ella y perdonemos, puede llegar a manchar y arruinar el gozo en nuestra vida al punto de convertirla en una experiencia triste y desgastante.

A menudo, la forma en que solemos juzgar si algo es un «éxito» o un «fracaso» es muy limitada. Miramos entre los dedos y podemos ver apenas un atisbo, lo cual confirma una vez más la triste aceptación de nuestro fracaso. Pero si tan solo pudiéramos ver nuestra vida desde una perspectiva más amplia y completa, podríamos distinguir muchos otros elementos, colores y momentos cumbre que transformarían nuestra reducida imagen en una maravillosa obra maestra que en realidad puede ser y probablemente es lo que ve Dios.

Si tratamos de descifrar a Dios o de entender a cabalidad Su plan para nuestra vida forzando a que todo encaje dentro de nuestra limitada perspectiva, terminaremos por desilusionarnos de nosotros mismos y de Dios cuando las cosas no sucedan de la forma en que esperábamos o habíamos soñado. No obstante, si tenemos la fe de entregarle a Dios los pedazos de nuestros sueños rotos y confiamos en que Él sabe qué hacer con ellos, descubriremos que nuestros sueños tienen arreglo y que no todo se ha perdido.

¿Cómo y cuándo sucede? De la manera perfecta en que Dios hace las cosas y en Su momento. Dios, que es solo amor, tiene Sus propios sueños para nuestra vida. Él, que lo único que desea es lo mejor para nosotros, permanece a la espera, pincel en mano listo para plasmar Su sueño de una vida llena de salpicaduras de luces, combinación de colores, intensidades y texturas. Este es un sueño que nadie podrá quebrar. Lo único que debemos hacer es dejarnos llevar y permitir a Dios que haga algo hermoso.  Janet Kluck

Publicado en Áncora en febrero de 2017.


[1] NVI.

[2] Romanos 8:33 (NVI).

[3] Romanos 8:32 (NVI).

[4] Romanos 8:34 (NVI).

[5] Romanos 8:35 (NVI).

[6] Romanos 8:37, 39 (NVI).

[7] Miqueas 7:8 (NTV).

 

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