septiembre 27, 2016
El versículo 28 del capítulo 8 de la epístola a los Romanos es [...] para muchos el versículo más espléndido del capítulo más espléndido. Pocas cosas hay más reconfortantes o inspiradoras que saber que Dios es quien está armando el rompecabezas de tu vida.
Fue al cartógrafo londinense John Spilsbury a quien se atribuye la comercialización de los rompecabezas allá por el año 1760. Durante la Gran Depresión del siglo pasado en Norteamérica los puzles o rompecabezas se popularizaron como medio de entretenimiento barato. Los rompecabezas vienen en las más diversas formas y tamaños, entre ellos los fabulosos esféricos 3D de última generación. Así y todo, el método de ensamblaje no ha variado en cientos de años. Para armarlos hace falta encajar piezas teseladas de formas muy irregulares que se traban entre sí.
La clave, claro, está en el dibujo o cuadro estampado en la tapa de la caja. Sin él, mucha suerte. Por eso muchos nos sentimos a veces sin recursos y sin esperanzas: nos figuramos que las piezas del rompecabezas de nuestra vida no encajan y no vemos la visión global que Dios tiene de todo. No obstante, ¡la Piedra de Rosetta, Romanos 8:28, promete que Dios hará que cada pieza se acople del modo más eficiente y eficaz posible!
Habrá todavía experiencias que no cobrarán sentido hasta que lleguemos al cielo; de eso no cabe duda. Y quiero ser lo más explícito posible: nada hay de bueno en las cosas malas que hace la gente. Llamemos al pan pan, al vino vino y al pecado por su nombre. El mal es malo. Si has sido víctima de injusticia, de traición o de abuso, esto no invalida eso. Lo que sí hace es que promete reciclarlo, redimirlo y aprovecharlo para tu bien y para la gloria de Dios.
A la gente buena le pasan cosas malas, pero la pelea ya está arreglada. Al final salimos ganando. Dejemos, pues, de jugar a pérdida. No dejes que tus errores o los ajenos te pongan a la defensiva. Juega a la ofensiva con tu vida. Está bien lamentar las cosas malas que han acontecido, pero no te hundas en un coro de lamentos. Sea lo que sea que hayas experimentado, no eres víctima. Eres más que vencedor.
Algunas de tus experiencias terrenales no tienen sentido en esta orilla de la eternidad. Y yo no puedo prometerte una existencia indolora. [...] Si bien desconozco el camino por el que has transitado, este siempre empieza en la cruz. Cada vivencia de salvación comienza con la agonía que Cristo soportó en el Calvario. La cruz es la injusticia más grande de la Historia: el Creador clavado en un madero a manos de Sus criaturas. Pero Dios hasta de eso se sirvió para bien. Trocó el milenario y tormentoso símbolo de la muerte en emblema de eterna esperanza para la humanidad.
Y si Dios es capaz de hacer eso con la cruz, es capaz de redimir tu dolor, tus fracasos, tus temores y tus dudas. La cruz es la pieza que falta en el centro mismo de cada rompecabezas. Sin ella carecemos de todo recurso y de toda esperanza. Con ella, el rompecabezas se resuelve. Mark Batterson[1]
Dios, el Gran Tejedor, busca a los tiernos de corazón, de manera que pueda dejar Su impronta en ellos. Tus dolores y tus decepciones son parte de ese esquema, a fin de moldear tu corazón y tu apreciación de la realidad. Los dolores que experimentas y superas moldearán siempre tu carácter. No hay otra vía…
La pregunta es: ¿Cómo hacer para ver la confluencia divina de todo lo que moldea y determina tu existencia, trátese de tragedias desgarradoras que te hieren o del éxtasis de un enorme placer que provoca risa a tu alma? ¿Cómo haces para encontrar a Dios en todas tus ilusiones y desilusiones? ¿Cómo haces para distinguir que Él tiene un propósito, pese a que todo a tu alrededor presumiblemente carece de sentido, por no decir de esperanza? ¿Habrá un último suspiro que en una palabra musitará una conclusión, la cual redefinirá todo? En ese caso, ¿será posible tomar prestado de esa palabra para enriquecer el presente? ¿Podemos ver en realidad, aunque sea tenuemente, la convergencia modelada de todo a fin de configurar un grandioso esquema?
Al igual que el viejo maestro, capaz de arrancar una melodía a la única cuerda restante en el instrumento roto, Dios puede mostrarnos el designio de nuestra vida si logramos ver Su [...] mano que nos ha traído hasta este punto. Haríamos bien en colocar hitos que nos recuerden los actos de bondad que ha tenido Dios con nosotros en situaciones concretas: «Haré [...] altar al Dios que me respondió en el día de mi angustia, y ha estado conmigo en el camino que he andado»[2]. Ravi Zacharias
Dios ha llenado la vida de enigmas, problemas y misterios, de emoción y de suspenso, para estimular nuestro intelecto, afinar nuestra espiritualidad, fortalecer nuestra fe y nuestra confianza en Él, amén de espolearnos a buscar las soluciones.
Cuando quiere revelarnos Su voluntad, a veces nos enfrenta con desconcertantes rompecabezas. Casi le gusta dejarnos perplejos con esos misterios, porque así nos hace orar con ganas. Nos habla con acertijos y misterios difíciles de descifrar, pero casi siempre nos da una pista inicial. Luego sigue dándonos pistas que conducen a la solución. Nos lleva paso a paso y, sin embargo, nunca sabemos lo que sucederá hasta que damos el paso siguiente.
Le gusta que nosotros mismos desentrañemos los misterios, pues eso nos lleva a ejercitar nuestra fe en Él, en Su Palabra, en Su orientación divina, en Su magnanimidad y en Su amor paternal. Cuando le obedecemos sin saber lo que nos espera al final del camino demostramos que confiamos en Él. Aunque no veamos la salida, aunque ignoremos la solución y ni siquiera sepamos adónde nos lleva ni qué nos iremos a encontrar, confiamos en que Dios cumplirá con Sus promesas.
Ha prometido no dejarnos ni desampararnos jamás, pues «he aquí», dice, «Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo»[3]. Nos ha dado la antorcha de Su Palabra para que veamos adónde nos lleva el camino. Siempre nos es posible alumbrar el camino que hay delante con la luz de la Palabra de Dios, ya que «la exposición de Tus palabras alumbra»[4].
«Muchas cosas del mañana yo parezco no entender, mas quien cuida del mañana cuidará de mí también». David Brandt Berg
¿Han oído hablar alguna vez de un tambor giratorio? Es un aparato industrial para limar las asperezas de piezas de metal recién forjadas. Consiste en un casco o tambor montado para que gire a una velocidad predeterminada. En él se ponen las piezas de fundición o de acero manufacturado. También se pone en el barril un abrasivo, como por ejemplo polvo de alúmina o carborundo, o a veces arena, perdigones de goma o de acero. Depende de las características y la dureza de las piezas metálicas.
El tambor se pone a girar. Con cada revolución, las piezas metálicas se alzan hasta la mitad del cilindro, y luego caen nuevamente hasta el fondo por la fuerza de la gravedad. Al rodar, golpean unas contra otras y se rozan contra el abrasivo, con lo que desaparecen las rebabas y se pulen los bordes. Así quedan en condiciones de funcionar como es debido.
Este ingenioso proceso se asemeja mucho a los tumbos que da el hombre en su vida. Entramos al mundo con las asperezas típicas de las piezas que acaban de manufacturarse y todavía no se han pulido. Pero a medida que transitamos por la vida, nos rozamos unos con otros y también contra las dificultades y asperezas con que nos topamos. Eso tiene en nosotros un efecto muy parecido al que tiene un abrasivo de un tambor giratorio en las piezas metálicas. Esas fricciones y desgaste pulen y hacen madurar nuestra personalidad.
Hay personas bien intencionadas que consideran la vida demasiado dura. Si por ellas fuera, acomodarían y organizarían el mundo de tal forma que nadie tuviera que sufrir. Sin embargo, si no tuviéramos que esforzarnos y poner empeño, ¿cómo se llegaría a forjar nuestra personalidad? ¿Cómo podría una persona pulirse, madurar y hacerse fuerte?
Este proceso de moldeado es lo que forja a los hombres. Por ásperas y desagradables que sean las dificultades, en ellas está el germen de todo futuro desarrollo. Envuelve cada dificultad en oración, con fe y con sensatez. Luego, que el entusiasmo genere energía debajo de ella. Con ese mecanismo, puedes hacer frente a toda situación que se te presente. Norman Vincent Peale[5]
Publicado en Áncora en septiembre de 2016.
[1] Mark Batterson, Qué pasaría si cambiamos nuestros «si tan solo» remordimientos por «y si Dios» (Whitaker House Español, 3 de enero de 2016).
[2] Génesis 35:3.
[3] Mateo 28:20.
[4] Salmo119:130.
[5] Norman Vincent Peale, Enthusiasm Makes the Difference (Englewood Cliffs: Prentice-Hall, 1967).
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