agosto 10, 2016
Con Su amor e interés, el Señor es fiel en hacer que nuestras cuerdas caigan en lugares deleitosos[1]. Estos «lugares deleitosos» pueden ser tanto nuestra casa como el lugar de trabajo, iglesia, ministerio, lo que sea. Con el paso del tiempo nos sentimos más a gusto y cómodos y gradualmente nos arraigamos profundamente. Y cuando la voz de Su Espíritu nos llama a desarraigarnos y mudarnos, nos quedamos algo más que un poco impactados y nos agarra de sorpresa.
Así me sentí cuando recientemente el Señor me llamó de mi campo de misión y ministerio de mucho tiempo a ocuparme de algunos asuntos familiares. Aunque estaba convencido de que el cambio provenía de Su Espíritu, el proceso de desarraigo fue difícil, porque estaba seguro que me quedaría en ese campo de misión y situación muchos años. Después de que nos mudáramos y nos instaláramos en el nuevo lugar, con frecuencia me sorprendí añorando el sitio del que vinimos.
Y durante uno de esos momentos el otro día, me ganó la nostalgia y recordé una de mis canciones favoritas de Steven Curtis Chapman, «Not Home Yet» (Aún no llegamos a casa). Decidí escucharla. Siempre me encantó esa canción por su hermoso mensaje, y en mi opinión, por el arreglo musical ingenioso. Pero cuando la volví a escuchar hace unos días, solo le presté atención a la letra, que parecía haber sido escrita solo para mí en ese momento:
A todos los viajeros, en busca de un hogar:
Te habla un buen amigo
en este viaje en el que estás,
largo y sinuoso es el camino.
He visto cielo y mar.
Soñé quedarme por aquí.
Lloré al igual que tú.
Quería acostarme y morir.
Te ofrezco esto: debemos recordar
que aún no llegamos no, en casa no estamos no.
Sigue mirando hacia adelante, no te vayas a olvidar,
aún no llegamos a casa.
Por mucho tiempo me permití pensar que había «llegado a mi destino»; al lugar en la tierra en el que me quedaría el resto de mi vida, olvidándome de que como creyentes y seguidores de Jesús, nuestra «casa» final nos espera en la próxima vida. Como continúa la canción:
Cierra los ojos conmigo
y escucha al Padre decir: «Bienvenido a casa».
Fortalezcámonos con Sus promesas para no abandonar.
Dijo: «Fui a preparar un lugar para ti»,
…sigamos adelante.
Habrá un buen momento, sé que habrá un lugar.
Veremos al Señor y Él nos abrazará.
No desmayemos ni nos conformemos.
En casa no estamos, no.
En casa no estamos no, aún no llegamos a casa.
A través de esta canción el Señor me mostró claramente que mi viaje por la vida no había finalizado. Todavía hay territorio que conquistar y tierras que reclamar para la gloria y el reino de Dios.
Tenía que recordar que en realidad «llegaremos a destino» cuando veamos a Jesús cara a cara y escuchemos Su amorosa bienvenida, como dice la canción. Y aun entonces, una vez terminado el viaje por esta vida, comenzará otro muy emocionante: una eternidad con Jesús, en la que seguiremos aprendiendo, madurando y progresando.
Recordé una de las muchas perlas de sabiduría de Pablo en Hebreos 13: «Porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la por venir»[2]. Tanto Pedro como Pablo dejan claro que la vida terrenal es meramente un peregrinaje[3].
Me consuela pensar que hay en la próxima vida un hogar eterno esperándome con Jesús. Aún no estoy en casa, pero a la larga llegaré. Recordar esto hace más llevaderos los momentos de cambio y transición.
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