julio 12, 2016
A veces te imaginas que si pudieras retroceder en el tiempo, desandar lo andado y deshacer los errores que cometiste, todo marcharía mucho mejor. Si pudieras aplicar lo que sabes ahora a situaciones que se dieron antes, podrías eludir las experiencias dolorosas y posiblemente cambiar el curso de tu vida. Sin embargo, la verdad es que esas situaciones —incluidos los errores— han hecho de ti la persona que eres hoy. Las circunstancias más difíciles y penosas te imprimieron carácter y madurez. Gracias a tus errores aprendiste valiosas enseñanzas. Las equivocaciones te ayudan también a tener más humildad y, por ende, más amor. Te dan más empatía y te permiten entender mejor las dificultades a las que se enfrentan otros.
En vez de lamentar lo sucedido en el pasado, da gracias por lo que te ha enseñado. Jesús hablando en profecía
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Todos cometemos errores, tenemos conflictos e incluso lamentamos hechos de nuestro pasado. Pero tú no eres tus errores, no eres tus conflictos, y tienes AHORA la capacidad de moldear tu día y tu futuro. Steve Maraboli
Si una decisión que tomaste parece haber tenido malos resultados o consecuencias imprevistas, ten presente que probablemente no has visto todavía todos sus efectos. Lo que da la impresión de ser una piedra o una serpiente todavía puede transformarse en pan o incluso en una comida completa[1]. Orson Welles comentó en cierta ocasión: «El final feliz depende de dónde concluyamos nuestra narración». O como dijo otro: «Todo terminará bien; si no está bien ahora es que todavía no hemos visto el final». Ese principio es particularmente cierto en el caso de las personas que aman al Señor y buscan Su orientación, puesto que Él ha prometido obrar siempre de manera que las cosas redunden en nuestro bien[2].
Revivir el pasado y lamentarnos de algunas cosas que hicimos, o desear haberlas hecho de otra manera, es propio de nuestra naturaleza humana. Dios lo comprende perfectamente. Pero es un error dejar de ver todo lo bueno que también trajeron esas experiencias: la prudencia, la madurez y otras enseñanzas que contribuyeron a forjar nuestro carácter y prepararnos para futuras situaciones.
Al volver la mirada hacia atrás debemos hacer un esfuerzo deliberado por reconocer todo lo bueno. No nos olvidemos de todo lo «verdadero, honesto, justo, puro y amable» que ha habido en nuestra vida[3]. Demos gracias a Dios por las decisiones acertadas que tomamos en el pasado y por las que Él nos ayudará a tomar en el futuro. María Fontaine
Un importante obstáculo para vivir en el presente son los remordimientos. Consumen nuestras energías, y poco de lo que nos dejan sirve para algo positivo.
Mi amigo Dwight Bain me mandó por correo electrónico un texto llamado La ciudad de los remordimientos, que lo explica muy bien:
La verdad es que no tenía pensado viajar este año, pero sin darme cuenta me encontré preparando las maletas. El caso es que me fui, lleno de aprensiones. Como otras veces, me sentía culpable.
Hice una reserva en la aerolínea Ojalá Hubiera. No facturé el equipaje: en esa compañía cada cual lleva el suyo. En el aeropuerto de Ciudad Remordimiento lo tuve que arrastrar creo que por varios kilómetros. Vi personas de todo el mundo que avanzaban cojeando bajo el peso de las maletas que ellas mismas habían empacado.
Tomé un taxi hasta el complejo hotelero Mis Complejos. El chofer hizo todo el trayecto en reversa, mirando por encima del hombro. Al llegar busqué el salón donde se iba a celebrar el evento, el Encuentro Anual de Autocompasión. Cuando me registré, vi que todos mis antiguos colegas estaban en la lista de asistentes:
Toda la familia Hacer: Quise, Pude y Debí.
Las dos Oportunidades: Desperdiciada y Perdida.
Todos los Ayer: había tantos que no alcancé a saber cuántos eran, pero todos tenían desgracias que contar.
También estaban Sueños Rotos y Promesas Incumplidas, con sus amigos Nome Culpes y Nopude Evitarlo.
Por supuesto, iba a haber horas y horas de entretenimiento de la mano del renombrado narrador Culpa Dellos.
Mientras me preparaba para una noche interminable, me di cuenta de que había una persona con autoridad para enviar a toda esa gente a su casa y terminar con la fiesta: yo. ¡Todo lo que tenía que hacer era volver al presente y saludar al nuevo día!
Si te has pillado a ti mismo tomando un vuelo para Ciudad Remordimiento, date cuenta de que se trata de un viaje que uno mismo planea y puede anular en cualquier momento, sin sanción ni multa; pero la única persona que puede hacerlo eres tú. John C. Maxwell[4]
Veo lo que hay en tu corazón y sé de tus remordimientos. Ansío libertarte de ellos y disipar el dolor y el pesar que te ocasionan. Solo tienes que ponerlos en Mis manos. Pídeme ayuda.
Cercano estoy a los quebrantados de corazón y salvo a los contritos de espíritu[5]. No trates de ocultar de Mí ni de ti el dolor que te aflige. No hagas como si no existiera. Ya lo sé todo de ti, y eso no merma en lo más mínimo el amor que te tengo.
Te imaginas que mereces cargar con tu culpabilidad y remordimiento; pero no tiene por qué ser así. Aunque has cometido errores, Yo morí con el expreso propósito de librarte del peso de tus equivocaciones y pecados. Si me pides que te perdone, lo haré, y además te libraré de esa carga y del peso del remordimiento. Jesús hablando en profecía
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Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. Filipenses 3:13,14[6]
Publicado en Áncora en julio de 2016.
[1] V. Lucas 11:11–13.
[2] Romanos 8:28.
[3] V. Filipenses 4:8.
[4] El lado positivo del fracaso (Nashville, EE. UU., Grupo Nelson, 2000).
[5] Salmo 34:18.
[6] RVR 95.
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