junio 23, 2016
«No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón; porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa»[1].¡Esos son unos versículos maravillosos! Se encuentran entre mis favoritos. Te hace falta paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengas la promesa. ¡La obtendrás!
«Mas el justo vivirá por fe, si retrocediere, no agradará a Mi alma. Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para la preservación del alma.»[2]
Quiero que pongan especial atención en esas palabras: «No perdáis, pues, vuestra confianza». Tiene grande galardón porque Dios no nos va a defraudar. Él no puede fallar si continúas confiando y no dejas de hacerlo. ¡Imagínate alguien que se rinde y deja de confiar justo cuando Dios está a punto de responder a su oración!
Busca en la Palabra de Dios escrita y hallarás que en muchas ocasiones Él menciona la palabra «confianza». Me he quedado asombrada de la cantidad de veces que aparece en la Palabra de Dios.
Hace poco alguien me escribió diciendo: «La oración no cambió las cosas para mí. Lo intenté unas cuantas veces, pero me di por vencida al cabo de un rato.» Posteriormente me enteré de que esa persona no le dio mucho tiempo a Dios. Por lo que me dijo después no aguantó ni siquiera un poco. Simplemente perdió la confianza al ver que la respuesta no venía de inmediato.
¡Hay algunos que han aguantado años! Escuché un testimonio maravilloso de un hombre que estuvo preso durante años. Es un relato asombroso de la gracia de Dios. Fue drogadicto durante 30 años; estuvo 17 años preso y 3 años y medio en una celda de aislamiento. Ahora predica el Evangelio, está lleno del Espíritu del Señor. Lleva a cabo una labor magnífica y está completamente sanado y liberado de aquella adicción y vida de pecado, y Dios se está valiendo de él.
Su esposa dio testimonio y dijo: «¿Sabe? Yo aguanté durante muchos años. No sabía cuánto tiempo le iba a tomar a Dios obrar en su vida, pero me conformaba con creer y esperar. Yo sabía que Dios respondería mi oración. Hubo muchos años que pusieron a prueba mi alma y a veces me preguntaba por qué Dios no respondía antes, sin embargo, decidí que iba a aguantar hasta que llegara la respuesta». Ese señor ha escrito un libro al respecto. Yo leí ese libro sobre cómo aguantó aquella mujer.
¿Estás aguantando por alguien? ¿Hay un ser querido que no está sometido al Señor? Ella añadió: «Todos esos años que pasó en prisión, yo oraba por él y lo sostenía en oración, le enseñaba a mis hijos a respetarlo y yo sabía que Dios nos iba a salir al encuentro». La verdad es que toma tiempo. Hay una serie de cosas que a Dios le toma tiempo hacer.
Les dije una vez que a Dios le toma tiempo hacer un roble, incluso hacer una rosa. Bueno, eso también se aplica a la oración. Existen muchas razones por las que una oración no puede ser respondida de inmediato. Sé que es difícil de entender, ¡pero algún día lo entenderemos!
Lo que desde luego sé es que muchas veces la oración habría sido respondida de haberse actuado como lo hizo aquella mujer, perseverando, sin perder la confianza. Si no hubieras dejado que el desaliento te hiciera rendirte antes de haber orado hasta la victoria, hoy en día estarías viviendo feliz por la respuesta.
No es que Dios se haya negado, sino que nos damos por vencidos antes de que llegue la respuesta. Como dijera A. B. Simpson: «Hay una determinación fija en la fe verdadera que aguanta la prueba de la espera». Hay algunos como el Jacob de la antigüedad que dicen: «No te dejaré ir a menos que me bendigas»[3]. Y se ponen a luchar en oración y examinan su corazón para ver si están cumpliendo con las condiciones puestas por Dios, a fin de obtener la respuesta.
Buscan en Su Palabra escrita hasta fortalecer su fe. Aguantan y siguen adelante con persistente determinación y no se dan por vencidos a pesar de los obstáculos. No hacen caso del desánimo o del cansancio, sino que siguen luchando y tienen la confianza de que Dios les va a salir al encuentro.
El persistir y no perder la confianza es lo que hace la diferencia entre por qué algunos obtienen respuestas y otros no. Es ese espíritu de gran confianza en que Dios va a responder, si creemos y confiamos en Él y peleamos sin hacer caso de las apariencias o de las voces que nos quieren desalentar.
No es que su batalla fuera menos intensa que la nuestra sino que no dejaron de luchar. No se dieron por vencidos. El Duque de Wellington, que conquistó a Napoleón en la Batalla de Waterloo, dijo que no es que los soldados británicos fueran más valientes que los soldados franceses, sino que simplemente no se dieron por vencidos, siguieron peleando. La victoria se decidió por aguantar a todo trance.
Cualquier maravilla puede ocurrir en ese pequeño margen de tiempo en que no te das por vencido, sino que sigues creyendo y sigues orando. Dios responde a la oración. Dios sí escucha. Y puede que Dios te salga al encuentro en ese lapso de tiempo en que persistes.
«No perdáis, pues, vuestra confianza que tiene grande galardón»[4].
Texto adaptado de una transcripción de Momentos de meditación. Publicado en Áncora en junio de 2016.
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