abril 26, 2016
Por tanto, habiendo sido justificados por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, por medio de quien también hemos obtenido entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Romanos 5:1–2[1]
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Hay esperanza de la gloria de Dios. Esta es una clara esperanza de ser partícipes en el futuro de la gloria de Dios. La palabra «esperanza» en español es un poco débil. Esperar significa querer algo sin tener la certeza. Sin embargo, elpis —el término griego subyacente— significa convicción.
La esperanza cristiana no es un deseo esperanzador; es una certeza llena de esperanza. […] Mientras más experimentamos la paz y el acceso al Padre, más deseosos estamos de verlo cara a cara, y más seguros y emocionados estamos ante la perspectiva de la gloria y el cielo.
Por sí solo, el cielo puede ser una idea abstracta y poco apetecible. Sin embargo, si llegas a probar «el acceso» a Dios y darte cuenta de lo emocionante que es tener unas gotas de Su presencia en la lengua, desearás beber de la fuente. Ese deseo, ese foco de atención, esa jubilosa certeza del futuro, se llama «esperanza de gloria».
En Cristo, hemos sido librados de nuestro pasado (nuestro antiguo registro de rebeldía y pecado se guarda y tenemos paz con Dios). En el presente, somos libres para disfrutar de una relación personal con Dios. Y sin duda, algún día tendremos la experiencia de una vida libre ante la plena e imponente presencia de la gloria de Dios. Timothy Keller
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Dios se propuso dar a conocer cuál es la gloriosa riqueza de este misterio entre las naciones, que es Cristo en ustedes, la esperanza de gloria. Colosenses 1:27[2]
Aquí está el quid de la cuestión: Tú mismo no lo puedes hacer. Lo único que tienes que hacer es entregarle tu vida, tus pensamientos, tu corazón y tu todo al Señor y dejar que Él lo haga. Cuando la gente llega por fin a ese extremo y se da por vencida, cede y deja que Dios lo haga todo, entonces Dios tiene oportunidad de intervenir y hacerlo. Él quiere hacerlo, quiere demostrarnos que nosotros no podemos y que Él quiere la gloria.
De eso se trata: todo es para la gloria de Dios. Claro que tú no puedes hacerlo. No puedes salvarte a ti mismo. No puedes vivir como un buen cristiano. No puedes ser bueno. No puedes hacer nada sin Jesús. Él mismo dijo: «Separados de Mí, nada podéis hacer»[3].
Reconozcámoslo. Cada uno de nosotros es un desastre, y como no fijemos la vista en el Señor y meditemos constantemente en Su Palabra, estamos destinados a la derrota, duda, desilusión, y finalmente al fracaso. Ninguno de nosotros puede aguantar mirarse a sí mismo. Somos un desastre y nada sin el Señor, y solo Él puede hacerlo, si tan solo nos sometemos a Él.
Cuando Pedro empezó a mirarse a sí mismo, empezó a hundirse[4]. No sirvió para nada. Si empiezas a mirarte a ti mismo, te vas a derrumbar. Tienes que mantener tus ojos en Jesús.
Tú nunca lo podrás hacer. Pero Dios lo hará en ti. «Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por Su buena voluntad. Porque habéis muerto, y es Cristo quien vive en vosotros, la esperanza de gloria»[5]. De eso se trata. «Cuando abunda el pecado, sobreabunda la gracia»[6].
Todo tiene que ser un milagro de la gracia de Dios. Lo que haces por el Señor, las tareas que desempeñas cada día para Él, tus pensamientos, tu amor a Él y al prójimo, tu desinterés, sacrificio y vida de servicio, todo es un milagro de Dios. Es la obra de Dios.
Dios no te pide que tú lo hagas. Lo único que te pide es que confíes, obedezcas y te sometas, y luego Él lo hará por medio de ti. Si pierdes por completo las esperanzas en ti mismo, entonces Dios tiene ocasión de hacerse cargo de la situación y hacer las cosas a Su manera. Por eso he comprobado que lo mejor es creerse peor de lo que se es, lo cual es muy preferible a creerse mejor. «Porque el que se cree ser algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña»[7].
Es mejor que seamos débiles para que Él pueda ser fuerte en nosotros. «Tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros»[8]. Cuanto más débiles seamos nosotros, más manifiestos quedan Su poder, Su excelencia y Su fuerza en vasos tan débiles[9]. David Brandt Berg
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Mi esperanza puesta está
en Jesucristo y Su bondad.
En nada más me atreveré
a confiar aparte de Él.
Mi fe en Cristo, la roca, está,
en otro salvación no hay,
en otro salvación no hay.
Edward More, 1834
Pido que les inunde de luz el corazón, para que puedan entender la esperanza segura que Él ha dado a los que llamó —es decir, Su pueblo santo—, quienes son Su rica y gloriosa herencia. Efesios 1:18[10]
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Algunos historiadores colocan a Cristo en el mismo grupo de Moisés, Mahoma, Confucio y otros líderes espirituales. Pero Jesús rechaza esa clasificación. Declara: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie llega al Padre sino por Mí»[11]. Podría haberse adjudicado algunos puntos por corrección política si hubiera dicho: «Yo conozco el camino» o «Yo indico el camino». Sin embargo, Jesús no habla de lo que hace, sino de quién es: Yo soy el camino.
Sus seguidores se negaron a suavizar o cambiar el protagonismo. Pedro anunció: «¡En ningún otro hay salvación! Dios no ha dado ningún otro nombre bajo el cielo, mediante el cual podamos ser salvos»[12]. Muchos retroceden ante tal firmeza. Juan 14:6 y Hechos 4:12 parecen primitivos en esta era de banda ancha y de actitudes tolerantes. El mundo se vuelve más pequeño, las culturas se mezclan y ceden las fronteras; esta es la era de la inclusión. ¿Verdad que todos los caminos llevan al cielo? ¿Es así? Esa frase ha sido útil para dar de qué hablar en los programas de entrevistas, pero ¿es exacta? ¿Pueden ser correctos todos los enfoques para acercarse a Dios?
El Islam dice que Jesús no fue crucificado. Los cristianos dicen que así fue. Los dos no pueden estar en lo cierto.
El judaísmo rechaza la afirmación de que Cristo es el Mesías. Los cristianos la aceptan. Alguien se equivoca.
Los budistas esperan alcanzar el Nirvana después de pasar al menos por 547 reencarnaciones. Los cristianos creen en que hay una sola vida, una muerte y una eternidad en la que disfrutarán de Dios. Una opinión excluye a la otra, ¿verdad?
Los humanistas no reconocen que hay un creador de la vida. Jesús afirma que es la fuente de la vida. Uno de los dos dice una insensatez.
Los espiritistas leen la palma de la mano. Los cristianos consultan la Biblia.
Los hinduistas conciben la existencia de un Dios plural e impersonal. Los seguidores de Cristo creen que «hay un solo Dios»[13]. Uno de los dos grupos se equivoca.
Y, lo más importante, casi todas las religiones no cristianas dicen: «Puedes salvarte a ti mismo». Jesús dice: «Mi muerte en la cruz te salva».
¿Cómo pueden todas las religiones llevar a Dios cuando son tan distintas? En otros temas no toleramos esa falta de lógica. Nadie espera que todos los caminos conduzcan a Londres ni que todos los barcos se dirijan a Australia. No todos los vuelos llegan a Roma. Imagínate la reacción que tendrías si un agente de viajes te asegurara eso. Digamos que le dices que necesitas un vuelo a Roma, Italia, y que él consulta su pantalla. Y luego te dice:
—Veamos, hay un vuelo a Sídney, Australia, y sale a las seis de la mañana.
—¿Va a Roma?
—No, pero la cena y las películas que ofrece son estupendas.
—Pero lo que necesito es ir a Roma.
—Entonces, permítame sugerirle Southwest Airlines.
—¿Esa aerolínea tiene vuelos a Roma?
—No, pero ha recibido premios por la puntualidad.
Cada vez tienes más frustración e insistes:
—Necesito una aerolínea que me lleve a este lugar: Roma.
El agente parece ofendido.
—Señor, todos los vuelos van a Roma.
Estás seguro de que no es así. Hay vuelos que van a otros destinos. Esa no es una conclusión a la que se llega por terquedad, sino por ser honestos. No todos los vuelos van a Roma. No todos los caminos llevan a Dios. Jesús abrió camino de manera singular, un camino en el que el ser humano no se salva a sí mismo. Jesús abrió paso por un pasaje único, despejado de todo esfuerzo humano. Cristo vino, no por los fuertes, sino por los débiles; no por los justos sino por los pecadores. Accedemos a ese camino al confesar lo que necesitamos, no por la finalización de nuestras obras. Jesús nos ofrece una invitación que solo Él puede dar, en la que Él obra y nosotros confiamos, Él muere y nosotros vivimos, Él invita y nosotros creemos. Max Lucado
Publicado en Áncora en abril de 2016. Leído por Gabriel García Valdivieso.
[1] NBLH.
[2] NVI.
[3] Juan 15:5.
[4] Mateo 14:28-31.
[5] Filipenses 2:13; Colosenses 3:3; Gálatas 2:20; Colosenses 1:27.
[6] Romanos 5:20.
[7] Gálatas 6:3.
[8] 2 Corintios 4:7.
[9] 2 Corintios 12:9.
[10] NTV.
[11] Juan 14:6 NVI.
[12] Hechos 4:12 NTV.
[13] 1 Corintios 8:4 NTV.
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