Dios es Dios

febrero 22, 2016

Recopilación

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[God Is God]

Hace poco leí una frase que me hizo reflexionar: «He aprendido dos cosas. Hay un Dios y no soy yo».

Cuando comenzamos a pensar o a analizar minuciosamente algunos cambios que el Señor trae a nuestra vida, o el nuevo rumbo en que el Señor nos lleva, empezamos a preguntarnos por qué Dios hace lo que hace. Por qué nos indica que dejemos ciertas cosas a las que tal vez nos hemos aferrado por años, o por qué nos pide que modifiquemos la manera en que siempre hemos hecho algo.

A veces tal vez les parezca que quieren que los cambios ocurran con mayor rapidez, mientras que otras veces es posible que les parezca que los cambios deben hacerse más gradualmente. Quizás estén contentos con que un determinado tema o asunto se aborde o se cambie, mientras que otras veces tal vez prefieran que todo siga como está o les horroriza pensar en que algo cambie en cierto terreno. Es posible que al principio tengan la sensación de que no saben nada de algo que sería útil saber, o que no entienden con claridad el camino a donde dirige el Señor y les preocupa cómo resultarán las cosas.

Estuve pensando sobre esto. El meollo del asunto es el sencillo principio de confiar en que el Señor lleva las riendas. La verdad, como se expresó en esa frase, es que Dios es Dios y nosotros no lo somos. Tener la madurez espiritual para confiar en el Señor y seguir Sus indicaciones, incluso cuando no lo entendamos todo, es fundamental en el cristianismo, el discipulado y la fe. Elisabeth Elliot, esposa del misionero Jim Elliot que murió martirizado, expresó con sabiduría: «La verdadera fe entra en acción cuando no hay respuestas».

Tener fe no significa que se renuncia al intelecto ni al razonamiento. Tener fe no significa que no puedes hacer preguntas al Señor ni buscar Sus respuestas. Tener fe no significa que no puedes estar en paz con el Señor respecto a temas que te inquieten, ya sea que se trate de un cambio inesperado o algo que esperabas que cambiara de cierta manera, pero que no fue así. Sin embargo, a fin de cuentas, es prudente confiar, aceptar que hay respuestas que Dios conoce y que nosotros no. Confiar en el Señor da buen fruto en la vida, y se encuentra la paz y la serenidad con mayor rapidez. Asimismo, es útil recordar que con el tiempo la situación por lo general se aclara más.

Los caminos de Dios son mucho más altos que los nuestros. Obedecer al Señor se reduce a tener fe, y eso no depende de entendimiento. Claro, si el Señor puede explicar por qué nos pide que hagamos determinados cambios o que vayamos en un nuevo sentido, es muy amable de Su parte, muy amoroso, pero la verdad es que no es algo que nos debe.

Conviene que nos recordemos a nosotros mismos que, a fin de cuentas, Dios es Dios. Tiene un plan y Él es dueño de la situación. Es agradable cuando puede explicarnos algo hasta que estemos satisfechos y cuando nuestra mente puede entender las grandes obras de Dios, pero no es un requisito esencial para que confiemos en Él o para que le obedezcamos.

Siempre habrá algo que no entendamos. No siempre podremos racionalizarlo todo a nuestra satisfacción. Siempre estará presente el elemento de que hay que tomarlo con fe, porque ese es el núcleo de nuestra vida de cristianos.

Somos humanos; Dios es divino. Y gracias a Dios que Él es Dios y no nosotros.  Peter Amsterdam

*

Una de las mejores cosas que aprendí en el seminario fue cuando un profesor escribió en la pizarra: «Hay un Dios. Tú no eres Él». ¡Vaya! ¡Eso se ha demostrado! Con el correr de los años he descubierto lo poco prudente, lo inexperto y lo ignorante que soy. Además, he notado que Dios no consulta conmigo al tomar decisiones acerca del funcionamiento del universo. Y por si eso no fuera bastante humillante, no acepta ninguna de mis recomendaciones acerca de cómo debe ser mi propia vida. No entiendo por qué Dios no acepta mis consejos. Sin embargo, todo se resume en una cosa: Hay un Dios. ¡Y no soy yo! […]

Al reflexionar en mi vida, recuerdo algunas oraciones y deseos que he tenido, y descubro que estoy bastante contento de que Dios no haya respondido a la mayoría de esas oraciones ni concedido esos deseos. Muchas veces, he rememorado y me he estremecido al ver que esas peticiones eran inmaduras y egoístas. A medida que tengo más edad, mis oraciones incluyen más agradecimiento al Señor por no responder a mis oraciones. Ahora le pido a Dios que haga conmigo conforme a Su voluntad y que me enseñe lo que Él quiere.

No soy Dios. Mientras más entienda eso, más acepto que Dios sabe mucho más que yo y es muy capaz de ver el futuro. Dios es perfectamente capaz de intercalar en mi vida —y en la tuya— respuestas y negativas a los pedidos de oración. En realidad, Dios es bastante bueno al proporcionarnos vías que jamás nos habríamos imaginado. Es muy sabio y Su bondad es tan perfecta e increíble que podemos confiar completamente en que Él oirá nuestras oraciones y sabe lo que es mejor para nosotros aunque no se lo pidamos.

Ahora bien, a veces eso significa que debemos confesar nuestra ignorancia delante de Dios ya que no entendemos por qué no responde algunas oraciones, como la curación de otras personas o salvar a alguien de la manera en que queremos que lo haga. Sin embargo, nosotros no decidimos lo que se responde y lo que no. No es nuestro mundo. Es el mundo de Dios. Somos personas que Él ha creado. Y debemos seguir a Dios y buscar Su voluntad en nuestra vida, sea la que sea. Él recibe la gloria, no nosotros. […]

Es consolador saber que Dios lo gobierna todo y no yo. Es consolador saber que Dios me ama más de lo que puedo imaginar. Es reconfortante saber que Dios puede ver el futuro y que Él lo ha trazado para mí. Es consolador saber que estoy confiando en un Dios santo, infinitamente bueno y que proveerá para mí pase lo que pase.  Matt Slick

Publicado en Áncora en febrero de 2016. Leído por Gabriel García Valdivieso.

 

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