Escrito en el Cielo

febrero 9, 2016

Recopilación

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[Written in Heaven]

El que salga vencedor se vestirá de blanco. Jamás borraré su nombre del libro de la vida, sino que reconoceré su nombre delante de Mi Padre y delante de Sus ángeles.  Apocalipsis 3:5[1]

*

Lo maravilloso del mensaje del cristiano es que como la salvación es un regalo de Dios, es posible saber que estamos inscritos en el libro. En una ocasión, Jesús habló con un grupo de Sus discípulos al regreso de una misión:

Cuando los setenta y dos regresaron, dijeron contentos:

—Señor, hasta los demonios se nos someten en Tu nombre.

—Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo —respondió Él—. Sí, les he dado autoridad a ustedes para pisotear serpientes y escorpiones y vencer todo el poder del enemigo; nada les podrá hacer daño. Sin embargo, no se alegren de que puedan someter a los espíritus, sino alégrense de que sus nombres están escritos en el cielo.  Lucas 10:17-20[2]

Jesús vio el peligro de que pusieran su confianza (alegría) en las habilidades que les había dado, por lo que les dijo que su confianza no debía ponerse en lo que podían hacer, sino en el conocimiento de que sus nombre estaban inscritos en el cielo.

¿Y cómo lo podían saber? Solo confiando en la palabra de Jesús. He aquí, una vez más, el tema crucial. Aquí, una vez más, el tema crucial. Los seres humanos tenemos la tendencia a confiar en todo menos en Dios: nuestras obras, nuestros méritos o incluso nuestros dones espirituales, como en este caso. Al igual que Abraham, debemos aprender a confiar en lo que Dios dice. Todo dependerá de eso a fin de cuentas, incluso nuestra calidad de vida y obras. Dios está profundamente interesado en nuestras obras, pero el secreto para poder ejecutarlas no está en las propias obras sino en que depositemos nuestra confianza en Dios. Repito que la salvación procede de Dios: es un regalo que no tiene nada que ver con méritos propios. Y Dios nos ha dado la maravillosa capacidad y la libertad de recibir el don de la salvación por fe.  John Lennox

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«Alégrense de que sus nombres están escritos en el cielo.» Jesús pronunció estas palabras en Lucas 10:20. Había enviado a setenta personas en un viaje de misión corto dentro de Israel. Fueron a las ciudades a las que Él se estaba preparando para ir. Su misión era muy sencilla. Debían anunciar que el reino de Dios estaba cerca. Jesús les delegó la habilidad de sanar a los enfermos y de expulsar demonios en Su nombre.

Lucas nos dice que los setenta regresaron alegres, diciendo: «Señor, hasta los demonios se someten a nosotros en Tu nombre.» Jesús luego aseveró su entusiasmo y dijo: «Vi a Satanás caer del cielo como un rayo de luz», y Jesús volvió a reafirmar lo que podía lograr Su autoridad.

Jesús ratificó su entusiasmo por que Dios pudiera valerse de ellos con éxito. Pero luego agregó rápidamente: «Sin embargo, no se regocijen porque los espíritus se sometan a ustedes, sino alégrense de que sus nombres están escritos en el cielo.»

Esta gentil reprensión de Jesús me parece muy alentadora. Debían aprender a no solo alegrarse cuando sus esfuerzos eran exitosos, de lo contrario podrían desanimarse cuando sus esfuerzos fracasaran. Y todos los creyentes tendremos momentos en que nos sintamos fracasados.

En 1 Corintios 4:2 leemos: «Es necesario que los siervos sean hayados fieles». Noten que no dice «exitosos», ¡sino fieles! Agradezco mucho que en la vida cristiana el éxito sea ser fiel, ya sea que estemos viviendo éxitos visibles o no.

Los cristianos que hemos nacido de nuevo podemos alegrarnos en nuestra relación con Jesús y porque nuestro lugar en el cielo está asegurado aunque nuestras circunstancias no sean geniales y nos sintamos fracasados. Solo en el cielo veremos el fruto que surgió de nuestros fracasos.

En última instancia, los éxitos evidentes no nos formaron, por lo que los fracasos no nos deformarán. Lo que somos, lo somos por la gracia de Dios. Lo que hagamos con sentido eterno, lo hace Él a través de nosotros. Así que, sin importar lo que vivan en la tierra, alégrense: Irán al cielo.  Danny Campbell

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Jesús les dijo a Sus discípulos: «Alégrense de que sus nombres están escritos en el cielo»[3]. Y Pablo, dirigiéndose a algunos de sus hermanos, les dijo: «Los demás colaboradores míos, cuyos nombres están en el libro de la vida»[4]. Luego, en la descripción que hace Juan del Cielo, dice: «Nunca entrará en ella nada impuro, ni los idólatras ni los farsantes, sino solo aquellos que tienen su nombre escrito en el libro de la vida, el libro del Cordero»[5]. Todo lo cual parece indicar que el libro de la vida es el registro de los salvos de todos los tiempos.  David Brandt Berg

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«Alégrense de que sus nombres están escritos en el cielo.» ¿Qué quiere decir Jesús con eso? El concepto o la imagen de los nombres escritos en el cielo, escritos en un libro de la vida, no aparece exclusivamente en este pasaje de Lucas. Está por toda la Biblia. Veamos algunos ejemplos.

En Éxodo 32, Moisés intercede por la gente de Israel, pidiéndole al Señor que perdone sus pecados, y luego agrega: «Pero si no vas a perdonarlos, bórrame del libro que has escrito». En el Salmo 69, el salmista habla de que los justos están registrados en el «libro de la vida». En Daniel 12, está la profecía de que el pueblo de Dios sería liberado, es decir: «todos aquellos cuyos nombres aparecen escritos en libro». En el nuevo Testamento, en Filipenses 4, Pablo menciona los nombres de varios individuos que trabajaron con él para difundir el Evangelio —Euodía, Sinitique y Clemente— «cuyos nombres», agrega Pablo, «están en el libro de la vida».

Finalmente, llegando a Apocalipsis, vemos este «libro de la vida» y los «nombres escritos en el cielo» por todos lados. En Apocalipsis 3, Jesús promete al cristiano que salga vencedor: «Jamás borraré su nombre del libro de la vida»… En el capítulo 20, en el juicio final, cualquiera cuyo nombre «no estaba escrito en el libro de vida» era arrojado al lago de fuego. Sin duda, será espantoso que nuestros nombres no aparezcan escritos en ese libro. Pero para aquellos cuyo nombre está escrito en ese libro, el resultado será muy diferente, y mucho mejor. En Apocalipsis 21, leemos sobre la Nueva Jerusalén, la ciudad celestial, y los que podrán entrar son «aquellos que tienen su nombre escrito en el libro de la vida, el libro del Cordero».

«El libro de la vida del Cordero». «Nombres escritos en el cielo». Ahí es donde debemos encontrar gran alegría. En Cristo, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. «Alégrense de que sus nombres están escritos en el cielo». No es algo que hayan hecho ustedes. Es algo que hizo Dios. Lo hizo por ustedes, por Su gracia, como un regalo. Sus nombres están escritos en el cielo, queridos amigos, escritos allí con la sangre de Cristo. Así es como llegamos a ese libro. Jesucristo, el Cordero de Dios, el Cordero que fue sacrificado por nuestros pecados. Su sangre nos limpia de todo pecado.

Esto es lo que está por hacer Cristo, camino a Jerusalén en Su viaje Cuaresmal. Su nombre: «Jesús de Nazaret, Rey de los Judíos»… Su nombre estará escrito en una placa clavada en una cruz, para que tu nombre esté escrito en el cielo, en el libro de la vida del Cordero.  Charles Henrickson

Publicado en Áncora en febrero de 2016. Leído por Miguel New Heart.


[1] NVI.

[2] NVI.

[3] Lucas 10:20 NVI.

[4] Filipenses 4:3.

[5] Apocalipsis 21:27.

 

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