enero 26, 2016
En cambio, hablaremos la verdad con amor y así creceremos en todo sentido hasta parecernos más y más a Cristo. Efesios 4:15[1]
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Debemos establecer un equilibrio entre la convicción de la verdad y la gentileza o cortesía. A algunas personas que tienen firmes convicciones acerca de lo que creen, a menudo les puede faltar cortesía en su conducta. En cambio, otros son tan «amables» que no tienen audacia ni convicción en lo que respecta a la verdad y la moralidad. Son demasiado cobardes para defender algo. El enfoque adecuado está en medio: la crueldad y apatía se deben reemplazar con decir la verdad amorosamente[2]. Paul Copan
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Los que veían a Jesús como su salvador político constantemente estaban confundidos por los compañeros que Jesús elegía. Se le llegó a conocer como amigo de los recaudadores de impuestos, grupo claramente identificado con los explotadores extranjeros, no con los explotados. Aunque censuró al sistema religioso de la época, trató con respeto a un líder como Nicodemo, y aunque habló acerca de los peligros del dinero y de la violencia, manifestó amor y compasión hacia el joven rico y el centurión romano. En síntesis, Jesús honró la dignidad de las personas, estuviera o no de acuerdo con ellas. No fundaría Su reino basándose en la raza, la clase social u otras divisiones de esa índole. Todos, incluso una mestiza con cinco maridos o un ladrón que moría en la cruz, eran bienvenidos a unirse a Su reino. La persona era más importante que categorías o etiquetas.
Esa cualidad de Jesús me hace reflexionar cada vez que participo en una causa en la que creo con firmeza. Es fácil adherirse a la política de la polarización, encontrarse gritando contra el «enemigo» que se encuentra al otro lado en los piquetes. Qué difícil es recordar que el reino de Dios me llama a amar a la mujer que acaba de salir de una clínica de abortos (y sí, también a su médico), a la persona promiscua que muere de sida, al rico terrateniente que explota la creación de Dios. Si no puedo manifestar amor a esas personas, entonces debo preguntarme si de verdad he entendido el evangelio de Jesús.
Por naturaleza, un movimiento político establece límites, hace distinciones, emite juicios. En cambio, el amor de Jesús traspasa los límites, trasciende las distinciones y concede gracia. Independientemente del fondo de una cuestión determinada […] los movimientos políticos corren el riesgo de revestirse a sí mismos con el manto de poder que sofoca el amor. De Jesús aprendo que cualquiera que sea el movimiento activista en el que participe, no debe excluir el amor y la humildad, o de lo contrario yo traicionaría al reino de los cielos. Philip Yancey
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Sin la obra del Espíritu, ningún argumento —por muy persuasivo que sea— será eficaz. Pero tampoco lo será un acto de amor ni una sencilla presentación del evangelio. Añade el Espíritu, sin embargo, y la ecuación cambia considerablemente. Ese es el principio fundamental: Sin la obra de Dios, nada funciona; pero con la obra de Dios, muchas cosas funcionan. Bajo la influencia del Espíritu Santo, el amor persuade. Por el poder de Dios, el evangelio se transforma. Y cuando obra Jesús, los argumentos convencen. Dios está feliz de emplear cada uno de esos métodos. Greg Koukl
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Uno de los métodos más eficaces para presentar el evangelio a alguien es decirle lo que Cristo ha hecho por ti. Es posible que discuta o que haga muchas preguntas que no sepas cómo responder, pero no puede negar lo que Cristo ha hecho en tu vida. Dedica tiempo a pensar detenidamente en tu testimonio; y luego pídele a Dios que te ayude a contarlo de manera breve y clara cuando Él te dé la oportunidad. La Biblia dice: «Estén siempre preparados para responder a todo el que les pida razón de la esperanza que hay en ustedes»[3].
Además, ora por los que te rodean que no conocen a Cristo. No se puede orar constantemente por alguien para que se acerque a Cristo y al mismo tiempo quedar indiferente ante esa persona. Tampoco puedes orar por su salvación sin darte cuenta de que es posible que Dios quiera valerse de ti para influir en la vida de esa persona. Antes de que la oración cambie a otras personas, primero nos cambia a nosotros.
Sin embargo, la oración es fundamental para llevar el evangelio por otra razón: solo Dios puede transformar el corazón de una persona que se encuentra en rebeldía contra Él. Por muy lógicos que sean nuestros argumentos o lo fervientes que sean nuestros llamados, lo que digamos no logrará nada a menos que el Espíritu de Dios prepare el camino. Billy Graham[4]
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Cuando uno tiene el amor de Jesús, no lo puede ocultar. Una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder; y cuando uno tiene un candelero, no lo pone debajo de la mesa, sino encima, para que alumbre toda la casa[5]. Si tienes esa luz, no la podrás ocultar, ¡es imposible! Es nuestro deber hablar de Jesús a los demás. Si estás convencido, si lo tienes en tu corazón y estás lleno de Su amor, se notará; lo darás a conocer, lo compartirás con los demás. ¿Qué es la fe sino dar la cara y dar testimonio de Jesús y de la verdad? La Biblia dice: «El que gana almas es sabio»[6]. Hace falta mucha sabiduría y mucho amor.
Tu propio testimonio puede ser tu herramienta más eficaz. El apóstol Pablo fue un gran testigo, y a menudo empezaba a testificar delante de reyes y jueces o de quien fuese relatando su testimonio personal: «Esto es lo que me sucedió a mí». Si hablas con sinceridad y con el poder del Espíritu Santo, con genuino entusiasmo y absoluta franqueza, creerán que lo que les dices es verdad. Creerán tu testimonio.
Si creen que es posible que eso te ocurriera a ti, han de reconocer que es posible que les ocurra también a otros. Si ha ocurrido una vez, es muy probable que vuelva a ocurrir; o sea, que les puede ocurrir a ellos. Una vez que admiten esa posibilidad, nace una chispa de fe. Se ha sembrado un grano de mostaza de fe.
Los vaqueros de los Estados Unidos tienen un viejo refrán: «A un caballo se lo puede acercar al agua, pero no obligarlo a beber». La gente también es así. Se la puede guiar amorosamente a la verdad, pero no obligarla a bebérsela. Si alguien no la quiere, no la puedes beber tú por él. Por lo tanto, la decisión de aceptar o rechazar la verdad es asunto suyo, no tuyo. Puedes hablar a las personas al corazón; pero en realidad solo el Espíritu de Dios puede conquistar su alma, su espíritu.
A nosotros nos corresponde testificar y mostrarles la Palabra. Cuando les enseñas Apocalipsis 3:20 y se dan cuenta de que Él ha prometido entrar si uno se lo pide, Dios, mediante Su Espíritu, puede avivar su fe para que lo crean, de modo que efectivamente entre en su corazón, porque la Palabra es el fundamento de la fe. «La fe viene como resultado de oír el mensaje, y el mensaje que se oye es la palabra de Cristo»[7]. David Brandt Berg
Publicado en Áncora en enero de 2016.
[1] NTV.
[2] Efesios 4:15.
[3] 1 Pedro 3:15 NVI.
[4] The Journey (Nashville: Thomas Nelson, 2006).
[5] Mateo 5:14-15.
[6] Proverbios 11:30.
[7] Romanos 10:17 NVI.
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