enero 5, 2016
No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. Filipenses 3:12-14[1]
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Al pensar en el pasado, me es de ayuda recordar que nuestro futuro no está limitado por nuestro pasado. Más allá de las decisiones que hayas tomado en el pasado y la situación en la que te encuentras ahora, el futuro sigue siendo tan halagüeño como las promesas de Dios, una de las cuales es «al que cree todo le es posible»[2]. Si no te encuentras donde te gustaría estar, ¡todavía hay tiempo para cambiar eso!
Si alguna decisión que tomaste parece haber dado mal resultado, o uno que no era el que tenías en mente, recuerda que probablemente todavía no has visto el resultado completo. Lo que puede parecer una piedra o una serpiente todavía puede transformarse en pan, o en una comida completa, llena de bendiciones[3]. Como dijo Orson Wells: «El final feliz depende de dónde terminas tu historia». Ese principio es muy cierto para quienes aman al Señor; Él hará que las cosas redunden en bien. O, dicho de otra manera: «Todo terminará bien al final, y si no termina bien, entonces no es el final».
Cuando mires el pasado, cuenta tus bendiciones, no solamente las veces por las que ahora dices «si tan solo hubiera…». Recuerda las cosas buenas, lindas, admirables y dignas de ser alabadas que también forman parte de tu vida[4]. Y dale gracias a Dios por el maravilloso futuro que vas a tener junto a Él, ¡tanto aquí en la tierra como en el cielo por siempre! María Fontaine
Un corredor no mira hacia atrás para ver quién le sigue el paso, para no tropezar y caerse de bruces. En cambio, mantiene la mirada fija en la meta. ¿Cuántas personas conocen que recuerdan constantemente el pasado? Rememoran sus pérdidas, sus pesares y sus fracasos. Salta a la vista el motivo por el que se sienten derrotados.
Gracias a Dios por el perdón. En Cristo encontramos perdón por nuestros fallos. En Él encontramos la gracia para perdonar incluso los dolores más profundos. Es el motivo por el que el apóstol Pablo no miró atrás. El verbo «olvidar» en griego es epilanthanomai, que significa «no tener recuerdo de algo, olvidar». No creo que signifique eliminar de nuestra memoria todo recuerdo de penas y fracasos, sino escoger no volver a recrearlos. Elegimos no recordar, sino mantener la mirada en el futuro.
Resulta imposible correr la carrera mirando hacia atrás. Debemos concentrar nuestra mente y corazón en la carrera presente y la meta que nos espera. Pablo fijó la mirada en la meta final, skopos en griego, cuya raíz etimológica significa «mirar hacia la distancia». Esa es la marca que se divisa, la «meta o final que uno alcanza a ver».
En la secundaria jugué en el equipo de tenis del colegio. Nuestro entrenador solía gritarnos: «No aparten la mirada de la pelota». En el béisbol es igual, el bateador debe mantener los ojos en la bola. De la misma manera, todo cristiano debe mantener los ojos en la meta y entregarse de lleno en comunión con Jesucristo. Si desviamos la mirada hacia el mundo temporal, perdemos atención al mundo espiritual y terminamos por desorientarnos. Así que olvidemos lo que queda atrás. Mantengamos los ojos en la meta. Dr. Ralph F. Wilson
Ningún corredor ha ganado la carrera concentrándose en lo que ha pasado. Si vamos a continuar en esta carrera hasta el mismo final, tendremos que desarrollar el hábito de olvidar.
El apóstol Pablo tenía pasado, pero para ser eficaz para Cristo tuvo que abandonarlo. Antes de aceptar a Cristo solía golpear a los cristianos y encerrarlos en prisión. Tuvo parte en el asesinato de Esteban. ¿Qué clase de discípulo inútil habría sido Pablo si no hubiera confesado sus pecados del pasado y le hubiera pedido al Señor que lo perdonara? No se puede correr una carrera llevando a rastras culpas pasadas. Sería como correr con zapatos de plomo. Para liberarse de la culpa del pasado, hay que confesar los pecados, rogar al Señor por Su perdón, abandonar las culpas al pie de la Cruz y escoger alejarse de ellas. El Señor nos perdonará, pero si uno no se perdona a sí mismo, toma la decisión de quedar atrapado en el pasado.
Mientras aún corría la carrera, Pablo tuvo una visión en la que se encontraba en el estrado ante el Rey Jesús, y le escuchaba decir: «Bien hecho». Ese fue el motivo de su concentración. Sus ojos nunca se apartaron del premio. Miraba hacia la meta.
Sin importar el punto en el que se encuentren en esta carrera, prosigan hacia la meta. Esfuércense por asir lo que está adelante. Den todo de sí. Va a exigir todo lo que poseen, pero con la ayuda de Dios, llegarán al final. Que este sea su lema por el resto de su vida terrenal:
«Pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús»[5]. David McChesney
Cuando reflexionamos sobre nuestro pasado, a menudo nos arrepentimos de algunas cosas y deseamos haber hecho esto, aquello o lo otro, o por lo menos haber hecho ciertas cosas mejor.
El Señor sabe exactamente cómo se siente cada uno de nosotros; lo sabe mejor que nadie en la tierra, porque conoce nuestro corazón y pensamientos. Todos nuestros pensamientos y cada uno de nuestros actos están escritos en Su libro. También están escritos los resultados de nuestros pensamientos, oraciones y actos; las veces que se cambió de opinión, los corazones que se conmovieron, las vidas que se transformaron y el efecto que tuvimos en la gente que nos rodea y en el mundo.
Cuando reflexionamos en nuestro pasado, solo vemos una pequeña parte de él, y de manera imperfecta. Pero el Señor ve que así se forjan los hombres y las mujeres: que por medio de todas esas experiencias, hemos adquirido gran compasión, que hemos obtenido sabiduría y que llegamos a tener madurez. La Biblia dice que el camino del justo es como la luz de la aurora que resplandece más y más hasta que el día es perfecto[6]. El Señor prometió alumbrar la senda de nuestro futuro, a medida que nos guía hasta ese día en que Él reconcilie consigo todas las cosas[7]. María Fontaine
Publicado en Áncora en enero de 2016.
[1] Versión Reina-Valera
[2] Marcos 9:23
[3] Lucas 11:11-13
[4] Filipenses 4:8
[5] Filipenses 3:13-14
[6] Proverbios 4:18
[7] Colosenses 1:20
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