enero 7, 2016
«Al atardecer de aquel primer día de la semana, estando reunidos los discípulos a puerta cerrada por temor a los judíos, entró Jesús y, poniéndose en medio de ellos, los saludó. “¡La paz sea con ustedes!”» Juan 20:19[1]
Mi paz es un obsequio que todo lo abarca, independientemente de las circunstancias. Aunque lo pierdas todo, si obtienes Mi paz, en realidad posees riquezas.
Permite que ese sea un gran consuelo para ti, sobre todo en muchos aspectos de tu vida en los que no tienes ningún control. Cuando te parezca que estás a merced de tus circunstancias, Mi paz que abarca todo es exactamente lo que necesitas, aunque a veces te sientas incapaz de recibirla. Es posible que se deba a que te aferras a otras cosas: a tus seres queridos, tus posesiones, tu reputación.
Mi deseo es ayudarte a valorar Mi paz por encima de todo en el mundo; que la reconozcas como un obsequio sobrenatural, un legado que se entregó a Mis seguidores poco antes de Mi muerte. Un hombre que sabe que pronto va a morir quiere dejar algo valioso a quienes ama. Por lo tanto, a Mis discípulos y a todos Mis seguidores les dejé «en herencia» Mi paz. Sabía que era un regalo difícil de recibir, sobre todo en medio de la adversidad. Así pues, después de Mi resurrección, estas fueron las primeras palabras que dirigí a Mis discípulos: «¡La paz sea con ustedes!» Ellos necesitaban esa certeza para reafirmar lo que les enseñé antes de mi muerte. También tú necesitas que se te recuerde la naturaleza divina de ese regalo, pues no es la paz del mundo la que te doy; ¡es la paz que trasciende todo entendimiento!
Aferrarse a otras cosas dificulta que recibas este regalo valioso. Digamos que es como si sostuvieras una pequeña moneda de cobre y apretaras el puño, mientras que Yo te ofrezco una provisión ilimitada de oro puro. Para recibir el regalo que ofrezco, primero debes abrirme el corazón y extenderme las manos. Al hacerlo, sueltas tus preocupaciones y dejas que me encargue de todo eso. A medida que recibas Mi paz gloriosa, obtienes una mayor intimidad conmigo, ¡la mejor bendición de todas![2]
Mucha paz tienen los que aman Tu ley, y nada los hace tropezar. Salmo 119:165[3]
Si buscas diligentemente Mi rostro en oración, me reconoces y me presentas tus peticiones, seré tu fiel sostén. Velaré en todo momento por ti y te guardaré del mal y de sufrir daño. Proveeré para ti, te auxiliaré cuando corras peligro. Te consolaré en las tribulaciones. Te daré paz en el tiempo de la angustia. Tornaré tu tristeza en alegría.
El cielo y la tierra pasarán, pero Mi Palabra no pasará. Nunca dejaré de cumplir las promesas que te he hecho. Mas tú debes hacer tu parte y buscarme, pues si me buscas, me encontrarás, cuando me busques de todo corazón. Si buscas Mi paz y llegas a Mi presencia en quietud y serenidad, Mi paz descenderá sobre ti. Aliviaré tus temores, preocupaciones y ansiedades en el momento en que acudas a Mí, los pongas humildemente a Mis pies y solicites Mi ayuda y Mi paz.
Te entrego Mi amor. Te he abierto Mi corazón y lo tengo preparado para derramar sobre ti Mis respuestas, consuelo, amor y fuerzas. Clama a Mí, y te responderé. Cuando me invoques, te daré Mi paz y fuerzas. Te guiaré, te protegeré, te conduciré. Llenaré tu corazón de Mi paz que sobrepasa todo entendimiento.
«Si así procedes, tu luz despuntará como la aurora, y al instante llegará tu sanidad; tu justicia te abrirá el camino, y la gloria del Señor te seguirá». Isaías 58:8[4]
Si aprendes a confiar en Mí y hacerlo de verdad, con todo tu ser, entonces nada puede separarte de Mi paz. Todo lo que soportes puede utilizarse bien al permitir que eso te enseñe a confiar en Mí. Así es como frustras las obras del mal, al ir adquiriendo gracia por medio de la misma adversidad que estaba dirigida a hacerte daño. José fue un ejemplo excelente de este cambio completo por obra divina, y dijo a sus hermanos: «Ustedes se propusieron hacerme mal, pero Dios dispuso todo para bien»[5].
No temas lo que este día, o cualquier otro día, pueda traerte. Concéntrate en confiar en Mí y en hacer lo que haga falta. Relájate y confía en Mi soberanía. Recuerda que a diario Yo voy delante de ti, y contigo. No temas ningún mal, porque sacaré un bien de cada situación en la que te encuentres[6].
«Pronto se desató una tormenta feroz y olas violentas entraban en la barca, la cual empezó a llenarse de agua. Jesús estaba dormido en la parte posterior de la barca, con la cabeza recostada en una almohada. Los discípulos lo despertaron: “¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?”, gritaron. Cuando Jesús se despertó, reprendió al viento y dijo a las olas: “¡Silencio! ¡Cálmense!” De repente, el viento se detuvo y hubo una gran calma. Luego Él les preguntó: “¿Por qué tienen miedo? ¿Todavía no tienen fe?”» Marcos 4:37-40[7]
A medida que confías en Mi Palabra, encontrarás paz y tranquilidad de espíritu. Desembarázate del peso de tus preocupaciones, temores y ansiedades, y acude a Mí con fe.
Cuando me dormí en la barca y la azotaron las olas, el viento y la tempestad, Mis discípulos no sabían qué hacer. Sintieron miedo del viento y de las olas, estaban preocupados por la embarcación. Me despertaron, pues sabían que la solución estaba en Mi poder. Le dije al mar: «Calla, enmudece», y hubo paz. Vinieron a Mí reconociendo que no sabían qué hacer, y Yo les di paz.
Ven, pues, a Mí con la fe de un niño que sabe que su padre no lo llevará por mal camino, que lo guiará a toda la verdad. Acude a Mí con corazón abierto y mente receptiva, y deja que te infunda paz. La paz que nace de la fe, de la confianza, y de someterte a la voluntad de Dios.
Publicado en Áncora en enero de 2016.
[1] NVI.
[2] Sarah Young, Jesus Lives (Thomas Nelson, 2009).
[3] NBLH.
[4] NVI.
[5] Génesis 50:20 NTV.
[6] Sarah Young, Jesus Calling (Thomas Nelson, 2010).
[7] NTV.
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