noviembre 3, 2015
Todos tenemos una zona segura, ese espectro de circunstancias dentro de las cuales nos sentimos cómodos o personas con las cuales aprendimos a interactuar con facilidad y sin tener que hacer demasiado esfuerzo. En muchos casos, los límites de esa zona son determinados por nuestros temores y lo que pensamos que será aceptado por los demás en nuestra conducta, y lo que excede los límites cómodos de esfuerzo de nuestra parte.
La zona segura es agradable y cómoda. El problema es que si le permitimos que rija nuestras decisiones, puede terminar por dejar poco espacio al crecimiento y el desarrollo. Puede ahogar la posibilidad de experimentar todo aquello que la vida nos ofrece. Y a menos que sigamos esforzándonos más, existirá el riesgo de que seamos personas satisfechas de sí mismas en todos los sentidos.
En caso de que el Señor quiera ampliar nuestros horizontes, el peligro de permanecer dentro de la zona en que nos sentimos seguros es que es posible que gradualmente seamos llevados hacia una existencia mediocre donde no exploraremos nuestras posibilidades. Podemos perder la habilidad de descubrir cuánto podemos lograr, al punto en que ya no daremos esos emocionantes saltos de fe.
Es incómodo traspasar esos límites y existen riesgos, porque no sabremos con qué nos iremos a encontrar. Pero la satisfacción, el sentirse realizado y la emoción de conocer a nuevas personas, nuevas ideas y nuevas oportunidades, todo eso forma parte de lo que hace de nosotros personas más profundas, impulsadas por nuevos propósitos. Jamás desarrollaremos al máximo nuestra capacidad a menos que estemos dispuestos a esforzarnos y llegar más allá de lo que pensamos que son nuestros límites.
Peter me contaba que una vez, cuando visitó un centro de rehabilitación física observó a un hombre que estaba aprendiendo a caminar otra vez. Ese hombre solo daba pequeños pasitos sin coordinación, pero el terapeuta había decidido que ya era hora de que avanzara un poco más. El hombre protestó, temiendo que sería imposible y que se caería. Sin embargo, con un terapeuta a cada lado, prácticamente obligándolo a caminar cada vez más rápido, se dio cuenta de que sí podía hacerlo. Él nunca habría dado esos pasos sin ayuda.
La naturaleza del Señor es tal que Él a veces nos saca de los parámetros en los que nos sentimos cómodos y nos lleva hacia nuevos desafíos en nuestra vida para obligarnos a mirar bien los límites que nosotros mismos nos impusimos, de modo que podamos rebasarlos. Y al hacerlo, a menudo nos damos cuenta de que en realidad no es tan perturbador como pensábamos, y muchas veces encontramos un nuevo mundo de oportunidades y potencial que antes ni pensábamos que era posible.
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«Señor, ¿por qué me cuesta tanto salir de mi caparazón y probar algo nuevo? ¿Por qué tengo tanta ansiedad y miedo con solo pensarlo? Hoy voy a pedirte el valor que necesita mi espíritu. Eres Dios, y Tu amor eterno está conmigo en todas las acciones».
Ayer pensaba en lo difícil que es salir de los parámetros en los que nos sentimos seguros. El estrés, la ansiedad y el temor de intentar algo nuevo, avanzar a una nueva relación o trabajo, probar una nueva rutina, puede ser muy estresante.
En la vida hay cambios pequeños (un nuevo traje que no nos decidimos a ponernos) y grandes (nuevos empleos, mudarse de casa, renunciar a adicciones, perder a un ser querido). Todo eso es estresante en alguna medida.
Oímos decir, una y otra vez, que el primer paso es el más difícil. Por experiencia y porque tengo un poco —o mucho— de TOC (trastorno obsesivo-compulsivo), puedo decir que eso es muy cierto. Pasan días, semanas, meses y hasta años antes de que pueda enfrentar algunos cambios en mi vida.
El truco, por así decirlo, en esto es tener fe en Dios de modo que el primer paso que demos en un nuevo emprendimiento sea dirigido por Él y en el camino que Él ya creó para nosotros, antes del principio de los tiempos. Me gusta agradecer a Dios antes de dar inicio a un nuevo emprendimiento, sabiendo que cuando un nuevo rumbo está en la voluntad de Dios, siempre irá según Su plan para mí. El camino no siempre parece fácil, pero al final siempre hace que cobre más valor mi vida y, en muchos casos, la vida de quienes me rodean.
Respira profundamente, eleva una oración de agradecimiento y da un pequeño paso de fe. El Creador del universo te ama, te cuida, te protege.
Números 10:9 dice: «Cuando estén ya en su propia tierra y tengan que salir a la guerra [enfrentar lo desconocido] contra el enemigo opresor [el que a veces puede ser el temor en nuestro interior], las trompetas darán la señal de combate [en otras palabras, ¡alaba a Dios!]. Entonces el Señor se acordará de ustedes y los salvará de sus enemigos». Easter Ellen[1]
A la cuarta vigilia de la noche (3 a 6 a.m.), Jesús vino a ellos andando sobre el mar. Y los discípulos, al ver a Jesús andar sobre el mar, se turbaron, y decían: «¡Es un fantasma!» Y de miedo, se pusieron a gritar. Pero enseguida Jesús les dijo: «Tengan ánimo, soy Yo; no teman».
Y Pedro le respondió: «Señor, si eres Tú, mándame que vaya a Ti sobre las aguas». «Ven», le dijo Jesús. Y descendiendo Pedro de la barca, caminó sobre las aguas, y fue hacia Jesús. Pero viendo la fuerza del viento tuvo miedo, y empezando a hundirse gritó: «¡Señor, sálvame!» Al instante Jesús, extendiendo la mano, lo sostuvo y le dijo: «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?» Mateo 14:25-31 NBLH
Pedro de verdad caminaba sobre el agua, hasta que miró a su alrededor y notó el viento y las olas. Entonces, empezó a hundirse. Asimismo, cuando pasamos por momentos de prueba, si nos centramos en las circunstancias que nos rodean también nos volveremos temerosos y nos hundiremos. En cambio, si mantenemos la mirada en Jesús y nos concentramos en Su habilidad y voluntad de sacarnos adelante, al final saldremos victoriosos. Notemos que cuando Pedro empezó a concentrarse en el alboroto a su alrededor —lo que hizo que se hundiera—, Jesús lo reprendió por su falta de fe. Aunque Dios nos ayuda a superar las adversidades, es nuestra fe lo que abre la puerta para recibir Su ayuda.
Sin embargo, hay otra enseñanza interesante. ¡Pedro fue el único discípulo que tuvo el valor de salir de la embarcación! Sí, al apartar los ojos de Jesús empezó a hundirse. De todos modos, fue el único discípulo que tuvo la experiencia del milagro de caminar sobre el agua con el Maestro.
Si vas a hacer algo importante para Dios, habrá ocasiones en que Él te pida que salgas de la embarcación y des un paso de fe. Eso significa salir de tu zona de seguridad y dejarla atrás. Además, significa correr algunos riesgos. Si esperas que el agua entre a la embarcación antes de que camines sobre el agua, olvídalo. Dios no te obligará a salir de la embarcación. Sin embargo, si Dios te llama y no respondes, jamás conocerás las maravillas que Él ha planeado para ti. Si te parece que hoy el Señor te pide que des un paso de fe, dile que quieres Su guía y el momento indicado por Él y pídele que te dé el valor que te hace falta para hacer Su voluntad. Luego, ¡prepárate para salir de la embarcación y entrar en la gloria de Dios!
Oración: Señor, cuando paso por pruebas, ayúdame a quitar los ojos de mis circunstancias y a verte a Ti. Cuando me encuentre en medio de las tormentas de la vida, levántame y guíame a buen puerto. Cuando me pidas que dé un paso de fe, dame Tu guía, discernimiento y valor. Ayúdame a ser audaz, pero no imprudente. Ayúdame a no adelantarme a Tu plan ni a quedarme atrás. Gracias por hacer de mí una persona vencedora y un instrumento de Tu gloria. J. M. Farro[2]
Publicado en Áncora en noviembre de 2015.
[1] https://todayicanwithgod.wordpress.com/tag/devotional.
[2] Life on the Go Devotional for Dads (Harrison House, 2006).
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